¿Malos ministros o malos profesores?

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Jesús Cuadrado *

Jesús_CuadradoHasta ayer se hablaba de malos ministros, hoy, de malos profesores. Cuando el ministerio de Educación contrató con José Antonio Marina la elaboración de un Libro Blanco, para entregar a veinte días de las elecciones, en el PP debieron pensar que serviría para tapar cuatro años nefastos que terminaron con la fuga de José Ignacio Wert a París. Iñigo Méndez de Vigo, el nuevo ministro, imitaba a Agamenón, jefe del ejército de los aqueos en la Ilíada, cuando echó mano del viejo Néstor para que se dirigiera a la tropa irritada: “a él le creerán”, confesó. Un divulgador como Marina, con mucha credibilidad en los medios, sirve a la perfección para ejercer de Néstor. De hecho, en la primera presentación pública del Libro Blanco, el éxito fue completo. Se dejó de hablar de malos ministros y las primeras páginas se llenaron de titulares sobre malos profesores.

Yo no sé si el señor Marina es consciente del daño que le puede hacer al sistema educativo. Cuando se valora el prestigio profesional de los profesores, el individual y el colectivo, es vital tener en cuenta que se trata del principal instrumento de trabajo en la tarea docente y un activo esencial para la calidad del sistema. Los profesores estamos perdidos sin ese input. El mejor estudio sobre el tema lo han elaborado más de veinte expertos de universidades españolas para la Fundación Europea Sociedad y Educación. En su informe, “El prestigio de la profesión docente en España. Percepción y realidad”, se concluye que los profesores tienen la máxima estima profesional en la opinión pública española y que esa valoración no ha descendido en los últimos veinte años.

En el informe se recoge una opinión de Alejandro Tiana, de la UNED, que es de aplicación a cómo Marina ha planteado este debate. Refiriéndose a EEUU, dice Tiana: “Algunos de los sistemas incipientes de control profesional y asignación de incentivos, donde se inserta el pago por rendimiento, plantean graves problemas para el prestigio del profesorado, cuando promueven la desconfianza, transmitiendo la idea de que los docentes deben ser sometidos a escrutinio porque no resultan fiables o porque un porcentaje importante de ellos son profesionales negligentes”. Si leemos lo que han captado los medios de las ideas del señor Marina, entrevistas incluidas, es lo que ha pasado, justamente. Dar la idea, absolutamente falsa, de que los profesores españoles no quieren que se evalúe su labor docente, va en esa peligrosa dirección.

En el propio informe se utiliza, para comparar con catorce países europeos y EEUU, el GfK Trust Index 2011, en el que los maestros y profesores españoles tienen un nivel de confianza del 92 por ciento, siete puntos por encima de la media europea y nueve de la de EEUU. Quien quiera mejorar un sistema educativo tan averiado como el nuestro no debería olvidar un principio universalmente aceptado por los que saben de esto: sin el prestigio profesional de los docentes no hay mejora posible en la calidad educativa. Vale para la captación de los más capacitados para esta profesión o para el imprescindible apoyo social a un bien público que, al menos estos días electorales, todos consideran la prioridad primera para arreglar el país. No jugar, pues, con la imagen de la profesión, como se hace cuando se utilizan torticeramente los datos del informe TALIS de la OCDE.

Grafico_profesores
Gráfico: sociedadyeducacion.org

“Los encuestados entienden que los docentes operan en un marco institucional poco propicio para su desempeño profesional”, se concluye en el informe de la Fundación Europea Sociedad y Educación, y aciertan. En España no tenemos un problema de malos profesores, sino de malos ministros. La Educación se ve seriamente perjudicada, como en otros temas, por un “cachondeo institucional” patrio que produce políticas educativas absurdas y un permanente desconcierto en el sector.

Los problemas que tiene nuestro sistema educativo están perfectamente localizados y cuantificados. Muchos repetidores, abandono prematuro, fracaso escolar, bajo porcentaje de titulados en enseñanza secundaria superior, etc. Las reformas institucionales urgentes, teniendo en cuenta los ejemplos de éxito de nuestro entorno europeo, también son conocidas. Autonomía de los centros, evaluación y transparencia en datos de rendimiento, criterios de evaluación y competencias básicas que permitan un trabajo flexible, mayor profesionalización en acceso y carrera docente, etc. Y dejar los debates eternos sobre consenso y ejercerlo con normalidad, como han hecho en Finlandia con su última reforma. En España no tenemos un problema de profesores, tenemos un problema de ministros, y de políticas educativas erráticas.

Peor aún, cuando se analizan con simplismos datos de algunos informes. ¿Son malos los datos de PISA para España? Para ver cómo se manipulan los resultados, veamos una comparación con Suecia. En el informe de 2012, los alumnos españoles superan con claridad a los suecos en los tres apartados evaluados, en matemáticas, lectura y ciencias. Sí, los hay mejores, pero tenemos resultados similares a EEUU o a la media UE. Pero los datos de abandono y fracaso escolar son muy superiores en España, que es líder en la UE: 21 por ciento frente al 6 en Suecia. La explicación es obvia y no tiene que ver con malos profesores, sino con las normas educativas que producen malos ministros. Más aún, si analizamos gasto educativo per cápita en ambos países, tendremos otra clave para entenderlo: en Suecia, 2.782 dólares, por 1.014 en España, en 2012. ¿Malos profesores?

La cuestión de fondo. Para el futuro de la urgente reforma educativa que necesitamos, los mensajes con los que se ha anunciado la presentación del Libro Blanco, algunos programas electorales del 20D, o las obsesiones de sectores derechistas, como los de FAES, anuncian chaparrón. Todos ellos coinciden en la consideración del bien público de la educación como un producto más sometido a la competencia. Pero, como señala David Reyero, de la Complutense de Madrid,  en el informe que utilizo, los profesores no podemos trabajar a destajo. “Se puede trabajar a destajo cuando el producto es perfectamente especificable, exactamente medible e inequívocamente atribuible al trabajador. A destajo se segaba, se ponen ladrillos, se cosen prendas de vestir y algunas cosas más. Pero no se enseña a destajo y, menos aún, se educa”.

Una tesis similar defiende el economista Thomas Piketty, en su crítica a las propuestas sobre Educación de Nicolás Sarkozy. Este es el plan del ex presidente francés: “La pura y simple competencia entre escuelas y colegios permitirá aumentar la calidad de todos los establecimientos, cada uno podrá desarrollar su proyecto pedagógico y encontrar su nicho en el mercado educativo”. Para lograrlo, por supuesto, eliminar el mapa escolar. Como señala Piketty, cuando el bien que se produce es relativamente homogéneo y uniforme, como es el caso,  las virtudes de la competencia son limitadas.

Si Finlandia o Dinamarca son nuestros referentes, en los que se combinan con éxito equidad y eficiencia, ¿por qué mirar a modelos como el de EEUU, donde el gasto público en Educación per cápita es casi el doble que el nuestro, (el privado, ni te cuento) y los resultados no son mejores? En fin, abróchense el cinturón. ¿Resistiremos?

(*) Jesús Cuadrado es militante y exdiputado del PSOE.

 ¿Quién defiende a la escuela pública?

6 Comments
  1. LaSelva says

    Gracias.

  2. clara says

    Marina como filósofo no tiene nada que decir y es su titulación. A la enseñanza es lo que Jesulin a la Universidad.

  3. Karlos says

    Gracias. Este artículo está infinitamente más documentado que lo que dice Marina sobre malos profesores. Esto sí es serio.

  4. juanjo says

    El PP es corrupto y mentiroso (Y no sé por qué no se insiste más en esto) y J. A. Marina se entera de lo que se entera, que, como demostró aquella noche en que actuó de perito en La Sexta, no suele ser mucho.
    ..

  5. Bolondro says

    Hay que pensar, de forma lógica, que si los alumnos llegan con gravísimas carencias de aprendizaje, como denotan los informes, ya desde edades tempranas, existe, sí o sí, un gravísimo problema en el profesorado.

    Lo que ocurre es que es un gremio corporativista, a lo que hay que sumar que en la pública son funcionarios.

    Pensemos ahora los lectores de estos artículos en nuestros profesores. Hablemos con nuestros amigos sobre los suyos. Os sorprenderá algo: casi siempre abundan los nefastos, hay mucho mediocre y se salvan realmente uno, dos o tres de varias docenas.

    Efectivamente el profesorado es un gravísimo problema por su ínfima calidad de promedio.

    Eso no quiere decir que tampoco lo sean los ministros del PP y Psoe, responsables de los las lamentables reformas educativos (bastante gracioso que un exdiputado socialista venga a enmendar la plana, como se decía antes)

  6. Karlos says

    Bolondro: no aportas ningún argumento que se pueda contrastar. Sólo, del tipo de «en el bar en el que yo tomo el café…», ad hominem, prejuicios. ¿No te crees las encuestas, por ejemplo?

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