Los ciudadanos del Reino Unido han dado una lección al mundo y han decidido de forma democrática abrir el proceso de salida de la UE, soportando estoicamente el miedo que han intentado insuflar todo tipo de organismos y dirigentes políticos. Tras tres años de intenso debate interno en el Reino Unido, el primer ministro Cameron que, como buen dirigente político, salvo los españoles, ya ha dimitido, ha cumplido su promesa y pasará a la historia como el dirigente que abrió el proceso constituyente en la UE.
El resultado del referéndum también ha abierto una sima entre el elector y el representante, lo que sin duda también será otro elemento a tener en cuenta en el futuro. Tanto el Partido Conservador, euroescéptico en diversos grados, pero sobre todo el Partido Laborista han visto cómo sus bases no seguían las consignas de sus líderes, dejándose notar particularmente en las zonas de voto laborista, lo cual debería hacer reflexionar al resto de países europeos.
El devenir político que se abre a partir de ahora es, con diferencia, el aspecto más relevante, aunque también esconde el mayor grado de incertidumbre. No hay que olvidar que los Tratados contemplan vagamente la posibilidad de que un país salga de la UE, aunque, en este caso, facilita las cosas el hecho de que UK no pertenece a la disciplina monetaria del euro, que haría aún más complejo el proceso de salida de un país en concreto. El escaso conocimiento de los trámites que deben comenzar, algo que dice muy poco de la estructura institucional europea, otorgan un margen de tiempo no desdeñable para que las turbulencias económicas que se han desencadenado en la jornada inicial tras la decisión británica puedan converger, de nuevo, a los valores que tenían antes del referéndum. El cataclismo que algunos aventuraron, y que tras el efecto inicial parecería que tiene visos de producirse, no tiene ningún sentido a priori, ya que no se sabe qué tipo de acuerdo firmarán la UE y el propio Reino Unido, básico para poder evaluar el efecto neto de la salida.
Lo que también es necesario aclarar es que, de facto, UK ya tenía un estatus especial dentro del entramado comunitario. Por un lado, decidieron mantener la política monetaria y cambiaria, que les ha permitido hacer una política fiscal expansiva, sin tener que pedir permiso a la banca alemana. También tienen una situación privilegiada en materia de libertad de circulación de trabajadores y, por supuesto, en la no aplicación del espacio sin fronteras. Por ello, resulta muy chocante el revuelo que ha generado en Bruselas la decisión de los británicos, cuando el gobierno anglosajón ha tratado y conseguido chantajear a las instituciones comunitarias, demostrando un gran desprecio hacia los trabajadores comunitarios, a los que puede discriminar por razón de lugar de nacimiento. Por ende, el sentimiento antieuropeo está muy arraigado en UK desde hace muchos años, fruto también de la incompetencia de las autoridades comunitarias y el excesivo poder de los lobbys bancarios y de las grandes multinacionales, como bien reconocía algún eurodiputado conservador británico hace unos días.
La gran pregunta que surge, que parece preocupa a las autoridades políticas, más que a los ciudadanos, es qué puede pasar desde un punto de vista económico. Los primeros efectos ya se han dejado notar, pero tienen un componente coyuntural y fruto de la incertidumbre que se abre en una institución como la UE que soluciona los problemas sobre la marcha, dado el escaso conocimiento jurídico y político de sus líderes. La libra ha caído más de un 10% y las bolsas, sobre todo la banca, ha sufrido la mayor caída intradía, más de un 12% el IBEX, superando a los descensos del 11M o la caída de Lehman Brothers. Los bancos han sido los grandes damnificados, ya que podrían ser los más afectados si cambiase el statu quo. Pero estos movimientos serán puntuales, porque lo que realmente está en juego es el mercado único, el objetivo real de las autoridades británicas.
La lógica nos dice que la UE buscará un modelo similar al que tienen Noruega y Suiza, por lo que las grandes corporaciones no tendrán por qué salir de UK mientras tengan acceso en condiciones como las actuales al gran mercado europeo. Si esto es así, Reino Unido seguiría siendo líder en mercados financieros, verdadero motor de la economía de Londres, aunque ello mantendría la dicotomía que sufre UK entre el sur rico y el norte pobre, otrora una gran potencia industrial. Además, UK dejará de ser aportador neto de fondos a la UE, lo que beneficiará a las arcas británicas, incluso a pesar de que los fondos que aportaba se habrían recortado con los sucesivos privilegios extraídos desde la época de Margaret Thacher. Por tanto, la clave estará en cual sea el modelo de relaciones comerciales que mantenga el Reino Unido con el resto de la UE.
Mucho se ha hablado también de la caída del turismo o la compra de casas en España, algo que, de momento, podría ralentizarse por la incertidumbre, pero a largo plazo no es factible que se vea especialmente afectado. Todo ello dependerá de la destreza jurídica que despliegue la UE para ajustar rápidamente el encaje de UK tras la salida. Por tanto, mi apuesta es que, tras el pánico inicial, las principales variables financieras volverán a su punto de partida, y si hay un empeoramiento económico posterior, éste ya se hubiera producido, dada la pobre capacidad de crecimiento europeo y británico.
Las consecuencias más significativas serán, sin duda, políticas. El fracaso absoluto de la Europa de los mercaderes y los lobbys bancarios ha pasado factura a una sociedad muy castigada por la ausencia de empleo e inversión, tras el cambio de paradigma de las empresas a nivel internacional. El exceso de financiarización económica, muy presente en el Reino Unido, ha degenerado en una sociedad cada vez más pobre y sin futuro, tal vez una variable que explica el sentido del voto en el Reino Unido. Con esta decisión, otros países europeos podrían iniciar un trámite similar, dado el hartazgo de las sociedades más enfermas, probablemente las del Este y centro europeas.
En resumen, la UE a partir de ahora deberá pensar en llevar a cabo un proceso constituyente, cambiar la estructura política, abrir un periodo de reflexión para abordar los temas sociales y políticos más urgentes, y demostrar a los ciudadanos que este es un club atractivo para todos los segmentos poblacionales. Sin duda, una estructura económica que dé más poder a los agentes económicos y sociales, frente a las grandes multinacionales, y que fomente más la empresa mediana son aspectos a considerar. Una nueva fiscalidad, un nuevo modelo energético y sobre todo una estructura institucional, política y judicial verdaderamente federal, algo que Alemania frenará siempre. El modelo político actual está muerto y solo queda darle sepultura, lo que, sin duda, abre una expectativa de regeneración que, si fracasa, será definitivamente lo que acabe con el club de los 27 que nunca debió llegar hasta aquí. Para todo esto son necesarioslíderes políticos que no cuestionen los referéndum, como ha hecho Pedro Sánchez en España, y que busquen construir otro modelo económico, político y social que supere este mercado financiarizado que ha perdido todo el contacto con la población a la que dice representar. La realidad es que ahora no hay visos de que nada de esto pueda gestarse a corto plazo, por lo que tendremos turbulencias, pero, de momento, ningún cataclismo anunciado por tantos políticos y economistas que están tan fuera de la realidad como las casas de apuestas y encuestadores. Una vez más, el miedo no es buen consejero para intentar manipular a la población, cada vez más hambrienta de verdad y buena política, un bien escaso que no tiene visos de ser satisfecho en esta Europa de lobbistas y burócratas.
No es mala cosa que la libra caiga para ir a las rebajas a Londres, aunque sea con el pasaporte. Y que los británicos, que venden a los países de la UE el 60% de lo que exportan se cuezan en su salsa de odio miserable al inmigrante. Si tanto detestan la ciudadanía europea que no sigan comprando por 250.000 euros la nacionalidad española. Un gobierno decente en España nunca permitiría a unos residentes ser más que otros. Ellos no vienen a trabajar ni aportar riqueza ni inteligencia, sino a trincar, triscar y disfrutar de ventajas económicas a costa de los españoles. Yo voto mi brexit contra esos cerdanguez neonazis