Italia no cabe en una oficina de Bruselas

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Las amenazas de las últimas semanas se han confirmado. Roma devolvió los mismos presupuestos a Bruselas y Bruselas reaccionó violentamente activando el procedimiento por déficit excesivo. Esto se traduce por iniciar los trámites que desembocarán en sanciones económicas contra Italia por no respetar la ortodoxia de la austeridad que impone la Comisión Europea y el Banco Central Europea al conjunto de pueblos de Europa.

Las sanciones económicas son un mecanismo de chantaje político que pretende tomar a la población de un país concreto como rehén. Jamás unas sanciones económicas han ayudado a la población de ningún país. De hecho, siempre han infligido más dolor y más sufrimiento a poblaciones que muchas veces ya estaban al borde del colapso. Irán, Siria, Irak, Corea del Norte o Venezuela son solo algunos de los países que han sufrido a lo largo de su historia reciente duras sanciones económicas que en nada han mejorado la situación ni económica ni política de los mismos. Más bien al contrario. Han empeorado o directamente destrozado los últimos cimientos de sus estructuras estatales y comunitarias.

Cuando la UE activa los procedimientos para sancionar a Italia lo que está intentando hacer es infligirle un dolor y un sufrimiento mayor a la población italiana. La lógica política que subyace es la que sigue: si sanciono a Italia habrán turbulencias económicas que repercutirán negativamente en la vida de la gente y, por lo tanto, la gente racionalmente exigirá una rectificación a su gobierno. Se intenta erosionar la legitimidad de un gobierno en base al miedo. Lo sorprendente en este caso es que el gobierno ya ha señalado al culpable. Salvini se construye por antagonismo a la UE y la UE ha entrado en ese juego.

Las sanciones económicas no funcionan como estrategia política para derrocar a un gobierno. En todo caso, solo despejan el terreno para una intervención posterior. En muchos países donde se aplican severas sanciones económicas, lo que acaba sucediendo es que o bien la población paga y se aísla el país (caso de Cuba y Corea del Norte) o bien se limita el poder económico del Estado para intervenirlo militarmente (casos de Libia, Irak o Siria). Irán y Venezuela siguen bajo amenaza permanente de intervención militar. Al final, las sanciones económicas suelen ser la antesala de un derrocamiento por la fuerza de gobiernos que no gustan a la comunidad internacional.

El pulso que está manteniendo la UE a Italia es inaceptable para cualquier europeísta. El europeísmo no se construye por imposiciones ni infligiendo duras sanciones que perjudican la vida de la gente, el europeísmo se construye desde la fraternidad, la cooperación y la defensa de los valores democráticos. Los comisarios europeos, tan alejados de la vida común de la gente, creen que pueden imponer su propio proyecto económico a un país entero pasando por encima de la voluntad de la ciudadanía. Y esto solo conduce a un suicidio asistido de la UE.

Los presupuestos generales son la ley más importante de un país y reflejan las demandas del conjunto de sectores que han participado en su elaboración. El gobierno italiano es el que goza de mayor legitimidad en toda la Unión Europea. Las encuestas reflejan que Salvini y el M5S sumarían hoy nada menos que el 58% de los votos en Italia. Sus medidas y su gobierno son populares, es lo que quiere el pueblo italiano más allá de que nos guste o no a nosotros en particular ese gobierno.

Desde una torre de marfil en Bruselas no se puede pasar por encima de la voluntad popular de un país miembro de la UE. Es lo que pretende la Comisión Europea siguiendo la misma lógica que usó Rajoy con Catalunya. Con una diferencia notable: Rajoy quiso pasar por encima de Catalunya para sacar un rédito electoral en el resto de España. La Comisión Europea pretende imponerse por la fuerza a Italia sin sacar ningún rédito electoral en ningún lado del continente.

La Comisión Europea y el resto de instituciones europeas están tan acostumbrados a no someterse a procesos de elección democráticos reales que creen que pueden seguir haciendo y deshaciendo a su gusto. Lo hicieron con Grecia y ganaron y creen que siempre podrán imponerse a los gobiernos europeos por la fuerza desde arriba.

Todo por ceguera y fanatismo ideológico. El conflicto entre Italia y la UE gira en torno a los objetivos de déficits y deuda pública, gira en torno a una doctrina muy dogmática que dice que los gobiernos deben invertir menos en la gente para salir de la crisis. No ha funcionado y nos asomamos a una nueva crisis económica. Pero, además de no funcionar, no se comprende la firmeza radical con la que las instituciones europeas siguen defendiendo una doctrina que únicamente beneficia a las elites financieras y empresariales europeas, además de alimentar al monstruo de la extrema derecha.

La UE a la alemana está agotada y vive un momento crítico, un momento que determinará el futuro del continente europeo. Desde las fuerzas progresistas tenemos que tener un posicionamiento claro de defensa de la democracia, de la gente y de los valores de paz y prosperidad para los pueblos. Durante el último mes, hemos podido leer muchos artículos criticando a Italia desde un europeísmo blando, un europeísmo que luego no se manifiesta o no se compromete cuando hay que defender realmente a las poblaciones europeas de agresiones que vienen desde fuera.

El compromiso con Italia debe ser un compromiso democrático y ético. No valen las excusas cuando unas instituciones que no ha votado nadie amenazan y pretenden dañar la vida de la gente en un país vecino por intereses económicos de las élites. No podemos permitir que por una ortodoxia y un dogmatismo ideológico se inflija dolor a una población, ni una desestabilización económica que se contagiará a España. El europeísmo y la defensa de Europa no pasan por la univocidad de la UE ni por cerrar filas con las élites cuando se agrede a poblaciones europeas.

América Latina nos enseñó que existe la posibilidad de crear espacios supranacionales que respeten y refuercen las soberanías de sus países miembros al mismo tiempo que se aumentaba su unidad como continente. CELAC, UNASUR o el ALBA son ejemplo de ello. Europa no tiene que importar esos modelos, pero puede aprender de ellos.

El europeísmo pasa por defender una nueva integración regional capaz de asimilar soberanía, derechos y democracia con fraternidad y colaboración entre países. El europeísmo no puede pasar por el miedo. El europeísmo solo puede pasar por la esperanza y la alegría de construir un futuro en común. En este sentido, la UE ha apretado un botón que puede detonar el futuro de la construcción europea tal como la conocíamos. Esta vez tienen las de perder. Una de las frases más conocidas de Walter Benjamin reza que el ascenso del fascismo da testimonio de una revolución fallida. Puede que nos estemos asomando a la emergencia de monstruos y por eso es necesario ser capaces de liderar una alternativa democrática que sepa dar respuestas a los nuevos desafíos del siglo XXI.

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