MEDIO AMBIENTE

Consecuencias de la emergencia climática: pandemia y temporales extremos

  • "Las evidencias de la emergencia climática ya han saltado a la vida cotidiana y nos están afectando de manera indiscutible a nuestro día a día"
  • "La emergencia climática tiene una incidencia directa en la salud: pandemias, expansión de vectores de enfermedades..."
  • "Se hace necesario un plan de contención frente a las próximas pandemias, así como de mitigación-adaptación frente a fenómenos meteorológicos extremos"

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«nadie está a salvo si no estamos todos a salvo»

“Epidemiocracia”. Javier Padilla, Pedro Gullón.

Hubo un tiempo, quizá no tan lejano, en el que se podía llegar a entender a quienes se desentendían de la lucha contra el cambio climático: era algo que no se palpaba. Las noticias nos hablaban de islas exóticas a punto de desaparecer, o de especies animales al borde de la extinción que no conocíamos y nunca veríamos, o del peligro al que estábamos abocando a las siguientes generaciones.

Un caldo de cultivo estupendo para el egoísmo y la subcontratación de las acciones a “otra generación”, que fuera la que se encontrara el pastel. Total, nuestra generación tampoco había sido la única responsable, ¿verdad? ¿Por qué ser, entonces, la que asume toda la responsabilidad?

Sin embargo, las evidencias de la emergencia climática ya han saltado a la vida cotidiana y nos están afectando de manera indiscutible a nuestro día a día. Primero fue una pandemia, de la que aún no hemos salido, y recientemente un ejemplo de fenómeno meteorológico extremo en forma de temporal de frío y nieve.

Pero estas consecuencias del cambio climático han sido largamente anunciadas, y su impacto en la salud es conocido hace décadas. La emergencia climática tiene una incidencia directa en la salud: pandemias, expansión de vectores de enfermedades o extensión de plagas y/o cambios en el comportamiento de las mismas, impacto en el curso de enfermedades respiratorias fruto de la contaminación o de los fenómenos extremos, tanto calor como frío. Asimismo, se ha estudiado largamente cómo el deterioro de las condiciones ambientales puede facilitar de forma indirecta la aparición de diarreas, enfermedades infecciosas, enfermedades cardiovasculares y respiratorias.

Las emisiones de gases invernadero a consecuencia del transporte y, también, del modelo de producción asociado al modelo económico capitalista, son responsables directas de los efectos del cambio climático y, por tanto, también de estas dramáticas consecuencias. Se hace necesario un plan de contención frente a las próximas pandemias, así como de mitigación-adaptación frente a fenómenos meteorológicos extremos y parece bastante evidente que habrá de diseñarse contando con políticas integrales que entiendan la salud como una única salud, estableciendo las necesarias conexiones entre las políticas sanitarias, ambientales, urbanísticas, agropecuarias y energéticas.

Frente a fenómenos como la pandemia por Coronavirus hemos de entender que la salud animal no puede considerarse como algo distinto a la salud humana: HIGIA PECORIS, SALUS POPULI (la salud del ganado es la salud del pueblo) dice el lema de Veterinaria. No es para menos: el 75% de las enfermedades emergentes tendrán origen zoonótico; el 60% de las actuales lo son. Por cierto, si la covid-19 no les parece suficientemente preocupante como enfermedad de origen zoonótico, pueden pensar en otros ejemplos: Fiebre del Valle del Rift, Fiebre Hemorrágica de Crimea Congo, Virus del Nilo Occidental, Virus Zika o Ébola. Muchas de ellas con nombres de lugares lejanos, pero de las que cada año tenemos casos en nuestro país.

La pregunta es ¿por qué ocurre esto y por qué vemos crecer los casos? Hemos aprendido por las malas que la pérdida de biodiversidad y la desprotección de los ecosistemas nos expone a estos peligros. Informes del IPCC sobre el cambio climático o del IPBES sobre la pérdida de biodiversidad incluían, desde hace años, los riesgos de pandemias o enfermedades infecciosas entre las posibles secuelas del deterioro ecológico. Los cambios de uso de suelos y la pérdida de biodiversidad disminuyen la capacidad de dilución y amortiguación de los ecosistemas para evitar el salto de enfermedades de animales a humanos.

Respecto a los fenómenos meteorológicos extremos, a pesar de que la ciencia sigue investigando, parecen claros ya algunos consensos: calentamiento atmosférico, calentamiento extremo en el Ártico, concentraciones de gases de efecto invernadero en niveles sin precedentes, aumento del nivel del mar y disminución del volumen de hielo y nieve… y, todo ello, con graves consecuencias en los fenómenos meteorológicos que, hasta ahora, habían sido considerados poco frecuentes.

Y respecto al impacto en la salud de estos, basta remitirnos a estudios de la OMS, del CSIC o la propia página del Observatorio de Salud y Cambio Climático donde nos indican que, si las temperaturas aumentasen de manera global entre 3 y 4 grados, la mortalidad por calor ascendería entre el 0,73 y el 8,86%, siendo en el caso de España un aumento de entre el 3,27 y el 6,29%. Escalofriante.

Pero es aún peor en el caso de olas de frío. Tal como recoge un estudio del Instituto de Salud Carlos III, España registra 3,48 muertos atribuibles al frío cada día que se registra una ola de temperaturas bajas extremas. Este análisis se realizó teniendo en cuenta el periodo 2000-2009, en el que se registraron 3.006 días de temperaturas muy bajas. La cifra estimada de muertes por esta causa fue de 10.460. Si tenemos en cuenta que en nuestro país el número de días de calor extremo fue muy superior a los días de frío, aunque el número de muertes durante y a causa de olas de calor fue mayor en términos absolutos, en proporción las olas de frío causaron alrededor de un 20% más de mortalidad que las olas de calor.

Los impactos en materia laboral vienen también anunciándose. Desde ISTAS-CCOO llevan tiempo advirtiendo de la necesidad de luchar contra el cambio climático, así como de la urgencia de adoptar medidas de adaptación a sus efectos, para evitar que se agraven riesgos laborales existentes y hacer frente a los nuevos.

Y encontramos, además, un denominador común a todos estos impactos: son los colectivos más vulnerables y precarizados quienes sufren de manera más violenta estas consecuencias del cambio climático. El capitalismo, que está detrás del modelo de producción, distribución y consumo que nos ha llevado a la crisis climática, también es responsable de esta situación de desigualdad devastadora: no se sufre igual la pandemia, los fenómenos extremos o los riesgos laborales asociados a ellos en una clase social u otra. Y lo que es igualmente terrible: además, es la causa de que no podamos dar la respuesta necesaria ante estas situaciones; estamos ante un sistema que promueve estos fenómenos a la vez que nos desprotege e inmoviliza ante ellos. Por tanto, solo una salida basada en la evidencia científica y en acabar con este modelo depredador puede ofrecernos un futuro.

Sin acabar con el modelo neoliberal y combatir, así, el cambio climático, no habrá quitanieves, mascarillas o aire acondicionado que nos salve. Nos jugamos literalmente la vida.

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