Eternos

EMPUNA PUNA

El cielo es un lugar cálido y acogedor. La gente  te sonríe continuamente. Te abrazan, te besan... Os escribo desde allí. Es tal y como me lo imaginaba, con una única excepción: el color predominante no es un cursi azul celeste, sino el rojo más vivo que os podáis imaginar.

Tal y como me esperaba, fui abducido a eso de las once de la noche. No conseguí retener los detalles del proceso. Sólo recuerdo que gritaba como un poseso, instantes antes de que todos los ruidos desaparecieran de mi alrededor, para ser sustituidos por una música celestial que todavía me acompaña.

La última imagen que tengo de mi otra vida, esa en la que aún no era campeón del mundo, es la de un chico de Fuentealbilla golpeando con toda su alma un balón enamorado del tiki-taka. Ese joven también esta por aquí. Hace un rato nuestras miradas se cruzaron y rápidamente se separaron. Las lágrimas no están permitidas en este lugar. Ni si quiera las de felicidad. Aquí las emociones y las alegrías se expresan de formas mucho más convencionales. Estaréis pensando que éste es un lugar aburrido y puede que tengáis razón, pero me ha costado tanto llegar hasta él que me pienso quedar aquí unos días que, igual acaban siendo semanas, meses, años...

Dice un viejo proverbio que el placer que nos proporciona el deseo es siempre mayor que el que se alcanza, una vez éste ha sido satisfecho. Obviamente, es así. El deseo enfermizo te mantiene siempre alerta, te proporciona el nivel de castigo necesario para seguir valorando las pequeñas cosas, incluso por encima de su justa medida. Sin embargo, cuando el sueño se realiza, te vas abandonando poco a poco y notas como, minuto a minuto, tu sangre va perdiendo temperatura. Son los pequeños inconvenientes de pisar el paraíso. Son, en definitiva, las consecuencias de sentirse el Rey del Mundo.

Os dejo unas fotos de mi tránsito celestial. No recuerdo haberlas hecho y tampoco recuerdo a nadie apuntándome con una cámara. A tenor de las mismas, debieron tomarse en pleno éxtasis.

LA BIZCOCHETA

España se ha proclamado campeona del mundo, rompiendo algunas de las reglas más sagradas del balompié mundialista. Lo ha hecho, por primera vez para un país europeo, fuera del viejo continente y, además, marcando sólo ocho goles en todo el torneo y, encima, a través de sólo tres jugadores diferentes (Villa, Iniesta y Puyol).

No contentos con eso, los jugadores de la selección española han devuelto la esperanza a futuros derrotados en la Copa del Mundo pues, por primera vez, un país levantó la Copa pese a perder en el partido de su debut.

España es la segunda campeona más joven de la historia, sólo por detrás de Brasil y es también la segunda que logra ganar un Mundial como vigente campeona de Europa, algo que, hasta la fecha, sólo había logrado Alemania (1972 y 1974).

También hay record para Vicente del Bosque, el segundo técnico en la historia del balompié mundial, que reúne en su palmarés la Copa de Europa y el Mundial, algo que, hasta la fecha, sólo había logrado Marcello Lippi.

Y, para cerrar, dos nuevas plusmarcas universales: por primera vez en la historia del Mundial, un equipo se ha llevado el título ganando 4 partidos seguidos por 1-0, balance que, de paso, le ha permitido a La Roja establecer un nuevo record mundial, el de más minutos consecutivos sin encajar goles en partidos eliminatorios de Mundial o campeonato continental (Eurocopa, Copa América, etc...). Hoy llegamos hasta los 690 minutos y destrozamos el anterior registro (676 minutos), en posesión de Italia, desde el 29 de Junio de 2000.