España, una fábrica de desigualdad

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Jesús Cuadrado *

Jesús_CuadradoSi hablamos de desigualdad, España es el enfermo de Europa. Hay coincidencia universal, sea con datos de Eurostat, de la OCDE, del Banco de España, de los servicios de estudios de La Caixa o del BBVA, de bases de datos específicas como la muy reconocida de Thomas Piketty, así como con los informes de Cáritas o Intermón, lo cierto es que ahí estamos, desde hace años aumentado todos nuestros indicadores sobre pobreza, exclusión social y desigualdad hasta convertirnos en la excepción de Europa. De momento, un solo dato; Eurostat publicaba hace unos días su informe “Calidad de vida” para 2012 en el que España ocupa el primer puesto en desigualdad. Está pasando que nuestro país se ha convertido en una máquina perfecta para la producción masiva de desigualdad, y esto ocurre no sólo durante los últimos años, con la crisis, sino que viene de lejos. Así que la cuestión decisiva es: ¿qué nos pasa, doctor?

Este asunto puede tratarse hoy en España desde dos enfoques radicalmente diferentes; o desde una posición de barricada, centrando el debate sobre con quién aumentó más la desigualdad, con unos o con otros, o sobre qué está pasando realmente en España, a partir de datos objetivos, con la distribución de renta y riqueza, y cómo se puede salir de este torbellino dramático. La verdad es que el debate político actual llega a ser tan patético que, como ha ocurrido, uno de los líderes puede utilizar los datos de un informe para atacar al contrario sin ver que, ni falta que hace, los datos son básicamente de su etapa de gobierno. Y, a pesar de todo, el debate público sobre la equidad es un instrumento central para reconducir las cosas.  Amartya Sen, premiado con el Nóbel y verdadero sabio, éste sí, en su libro Idea sobre la justicia, advierte que la primera condición para enfrentarse a este problema es el debate serio, el razonamiento público, “vitales para la búsqueda de la justicia”, en cada momento y lugar concretos, más allá de las habituales discusiones “de trinchera” con la típica retórica inútil sobre igualitarismo.

El reciente rifirrafe, que no debate, sobre el informe de Cáritas Europa, en la parte referida a España (pgs. 66-69), ilustra perfectamente sobre las carencias del “razonamiento público” en el país. En ese informe se han seleccionado unos pocos datos de Eurostat sobre “riesgo de pobreza”, general y para menores de 18 años, para el periodo 2004-2012, todos ellos demoledores, sobre el estado de la equidad en España y sin sorpresas para quienes hayan seguido todas las series de tantos organismos coincidentes en señalar a España como el país de la UE líder en desigualdad. Por razones que poco interesan a lo que importa, tal vez relacionadas con el hecho de que se trata de una organización que depende de los obispos, inmediatamente se desencadenó una “balacera” a la mexicana. El ministro Montoro inició el tiroteo con descalificaciones a Cáritas, que no a Eurostat, fue seguido por Rubalcaba, que endosó al PP las causas del desastre de los niveles de desigualdad en España, sin fijarse en el detalle de los años contemplados, supongo, y a continuación vimos, como de costumbre, la réplica automática de las barricadas en las tertulias de los medios.  En una de estas tertulias, en la Sexta, que seguí, a pesar de los esfuerzos de un economista invitado por explicar el significado de indicadores de pobreza y exclusión social con el fin de poner un poco de orden, lo único en claro que saqué es que había dos bandos militarizados con ningún interés por analizar qué le pasa a un país que lleva años en un proceso de creación de desigualdad desconocido en la Unión Europea y con una tendencia imparable hacia el precipicio. De hecho, le preguntaron a alguien que hablaba como próximo a Cáritas, 'el padre Ángel', por los datos concretos del informe y demostró desconocerlos totalmente. Este martes, en una escenificación ya conocida, Rajoy, Rubalcaba, Soraya Sáenz de Santamaría y Soraya Rodríguez reprodujeron de nuevo el rifirrafe habitual. Pero esta vez utilizando como munición la mayor vergüenza que soporta el país: el liderazgo indiscutible de España en Europa en desigualdad entre ciudadanos.

Sí, líderes absolutos. Eurostat, en el ya citado informe de “calidad de vida, 2012” para los países de la UE, publicado hace unos días, sitúa a España como líder absoluto en desigualdad, teniendo en cuenta la diferencia de renta entre el 20% con más ingresos y el 20% con menos; la diferencia es de 7.2 veces más renta total de los más ricos con respecto a los más pobres, frente a la media europea de 4.7 o la de países como Alemania con 4.3, Francia con 4.5 o Italia 5.5. Incluso Reino Unido, al que se suele incluir entre los países más desiguales por su “modelo social anglosajón”, es mucho más igualitario, con una ratio de 5.5. Por otra parte, uno de los indicadores más utilizados, el índice de Gini, que mide el grado de desigualdad según la concentración de la renta, señala a España en 2012, según Eurostat, en el segundo lugar con un 35%, frente a una media para la UE de un 30% y lejos de Alemania, con u 28%, o Francia, con un 30%, por no hablar de los “socialdemócratas” países nórdicos. Se podría pensar que España ha llegado a este pódium hace poco, pero no, más bien, se trata de una larga carrera; en el primero de los indicadores, llevamos varios años en cabeza, destacados, y, en cuanto al índice de Gini, a la vez que en Europa se ha mantenido estable en un 30%, incluso con la crisis, en España ha pasado del 32% en 2008 a un 34,5% en 2011 y a un 35% en 2012. España se ha convertido en una máquina de creación de desigualdad con distintos gobiernos, así que el mal es muy serio, la avería es de motor; que dejen, pues, este asunto  fuera de los televisivos bombardeos entre trincheras, como el debate último en el Parlamento. Hagamos un debate útil y serio, que es lo que exige la gravedad de la situación y el respeto a los ciudadanos.

El sabio inglés William Kelvin solía decir que “lo que no se mide no se puede mejorar”. Sobre los niveles a los que ha llegado la desigualdad económica entre sectores sociales en España tenemos ya abundante información para medir. Llama la atención, teniendo en cuenta la envergadura de la avería, y muestra la pobreza del nivel de nuestro “razonamiento público” sobre equidad, que la reciente publicación de la “Encuesta Financiera para las Familias (EFF) 2011” del grupo de estudios del Banco de España dirigido por Olympia Bover, con un gran reconocimiento internacional, haya pasado desapercibido para la opinión pública española. En síntesis, este informe incide con mucho mayor detalle en la misma tendencia: la concentración de renta y riqueza, cada vez más acusada, en los grupos sociales más ricos.

Lo mismo que se comprueba en los informes de la OCDE, como el demoledor liderazgo de España en el crecimiento de desigualdad en los últimos años analizados, 2007-2010, o en los de la evolución de riesgo de pobreza y exclusión social de Eurostat, a los que se refiere el estudio de Cáritas, y otros que incorporan datos decisivos para entender el progresivo aumento de la desigualdad, como el que mide el empobrecimiento escandaloso de los colectivos de trabajadores españoles con menores salarios y empleos precarios (12% trabajadores en riesgo de pobreza).

Lo que nos dicen todos los datos es que, si la desigualdad crece en muchos países desarrollados, incluida la UE, en España nos enfrentamos a un fenómeno singular; aquí, la desigualdad se ha convertido en un caballo desbocado, y el mal no es coyuntural y no permite una fácil culpabilización. Estamos todos implicados y no ayuda hacer un debate simplista de ricos y pobres, como cuando se mezcla a empresarios como los de Inditex o Mercadona con los del “capitalismo de compadreo” que tan bien describen Matthias Kredler y Pijoan-Mas en este post. Cómo se reorienta esta fábrica de paro masivo y desigualdad en la que hemos convertido al país es el mayor proyecto colectivo en el que deberíamos estar todos metidos, porque la desigualdad no es sólo inmoral, que por supuesto, es un factor de ineficiencia para el funcionamiento de una economía sana. Como señala el Nobel Joseph Stiglitz, “El precio de la desigualdad”, la falta de equidad corrompe valores y, reduciendo las posibilidades de consumo de los de abajo, reduce el crecimiento.

Pero, para salir de este laberinto, no hay atajos, ni viajes a Lourdes buscando milagros. Si se analiza el largo proceso histórico que lleva a los países nórdicos, como Dinamarca, a un círculo virtuoso de crecimiento con equidad, se comprueba que las claves son una economía con un alto grado de flexibilidad combinada con excelentes políticas activas de empleo, que hace que a una gran rotación en los trabajos le acompañe una escasísima permanencia en el paro, una buena formación continua que permite mejorar constantemente los niveles retributivos, y, en fin, una sociedad cohesionada porque la equidad forma parte de su proyecto colectivo. Los sistemas fiscales son, claro, decisivos para reducir desigualdades, como demuestra ese 58% de gasto público en Dinamarca, al que no se puede llegar por arte de magia, pero, evidentemente, no son el único instrumento. Lo que no sirve para nada es ese tipo de debates en los que lo de menos son los niveles record de desigualdad que nos hemos ganado a pulso.

(*) Jesús Cuadrado es militante y exdiputado del PSOE.
3 Comments
  1. Regeneración says

    Entonces, ¿los políticos españoles han estado con polémicas sobre el informe de Cáritas, pero ni se lo han leido? ¿Y los tertulianos tampoco? Así nos va

  2. juanjo says

    Efectivamente. Señor Cuadrado quizá haya que hacer hincapié en que además todo esto está ocurriendo mientras contamos con 18 haciendas publicas regidas cada una por un «ministro».

    O dicho de otro modo, si con 17 Gobiernos Autónomos nos ha salido la cosa así (no nos engañemos, peor que a Grecia, Irlanda y a Portugal), ¿qué motivo puede haber para no hacer media vuelta?

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