Urquijo contra Urkixo

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Íñigo Corral *

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El alcalde de Llodio, Natxo Urkixo, conversa con unos vecinos en una foto de archivo. / Efe

La diferencia que hay en Euskadi entre que en un DNI figure escrito el apellido Urquijo con 'q', o sea, por decirlo de alguna manera castellanizado, y Urkixo con 'x' y 'k', por definirlo de otra, euskerizado, es por lo visto la misma que separa de tener como símbolo identitario la bandera española o la ikurriña. O la misma que distingue a los que pitan cuando suena al himno de España de los que lo aplauden. O la misma de preferir hablar siempre en castellano porque se rehúsa a aprender euskera. O, si se quiere, idéntica de la que le hace sentirse a uno español y vasco (o vasco y español), de sentirse sólo vasco aún habiendo nacido en el mismo pueblo y en la misma época aunque, claro está, en ambientes familiares muy distintos. Como en política, hay una tercera vía: Urkijo. De momento es mejor dejarla aparcada. La historia no es imaginaria. Al contrario, es real. Los personajes son el delegado del Gobierno en el País Vasco, Carlos Urquijo, y el actual alcalde de Llodio (Alava), Natxo Urkixo, ambos enfrentados porque en la fachada del consistorio de su pueblo ondee (o no) la bandera rojigualda.

El asunto se tuvo que resolver en los juzgados. El pasado lunes el magistrado de lo Contencioso-Administrativo número 3 de Vitoria, Daniel Sancho Jaraiz, dictó un auto en el que acordaba imponer una multa “coercitiva” de 1.500 euros al alcalde de Llodio (o Laudio) “por considerarle responsable reiterado [del incumplimiento de colocar la bandera en la fachada del edificio] al haber sido previamente apercibido”. El juez iba muy en serio al advertirle a Urkixo de que si proseguía en su empeño de no colocar la bandera española le iba a imponer la misma multa todos los meses “hasta que se constante la total ejecución de la sentencia”.

El magistrado daba así respuesta al recurso que interpuso el Delegado del Gobierno en el País Vasco a través de la Abogacía del Estado contra un acuerdo adoptado por el ayuntamiento de Llodio en 2007  en el que se rechazaba la moción sobre el cumplimiento de la ley relativa al uso de banderas, que insta colocar  la bandera española de forma permanente en el exterior del edificio del ayuntamiento “y en un lugar preferente en el Salón de Plenos del mismo”.

La coincidencia del apellido Urkijo –por optar por la tercera vía– en Llodio no es rara. Siendo el apellido 3.935 más común en España, en el pueblo que vio nacer entre otros al exlehendakari Juan José Ibarretxe son muchos los que llevan como primero o segundo el apellido del linaje fundado por Ospin de Urquijo, hijo del sexto conde de Ayala y quinto de Salcedo, y que el rey Amadeo I convirtió en marquesado el 13 de mayo de 1871 al financiero y político alavés Estanislao de Urquijo y Landaluce. Es tan popular en la comarca de Ayala (Alava) el apellido, que traducido al castellano significa lugar de abedules, que incluso hace tres años se celebró una comida en Llodio a la que acudieron alrededor de 200 personas unidas por la causa. La iniciativa consta de tres fases que culminará en 2017 para reunir en un sólo árbol genealógico la extensa rama familiar del apellido Urquijo-Urkijo-Urkixo.

Tal vez sea una buena ocasión para que Urquijo y Urkixo, que a pesar de lo que pudiera parecer no tienen lazos familiares,  compartan mesa y mantel y encuentren puntos de acuerdo, que seguro los habrá,  porque lo de sus desacuerdos es público y notorio. Por ejemplo, ambos han pasado de los 50 años  (el alcalde le gana por cuatro al Delegado), y a lo mejor con el paso del tiempo y el poso de mesura que da ir cumpliendo años se encuentran nuevas perspectivas. Ambos ya se conocen, pero desde hace poco tiempo. Y resulta raro que eso ocurra en un pueblo que cuando nacieron no pasaba de los 15.000 habitantes y donde las zonas de recreo para niños y jóvenes están bien delimitadas.

Pero no, nunca llegaron a hablar  Uno estudió con los frailes en el colegio de La Salle en Llodio  (Urkixo) y el otro en el colegio Vizcaya (seglar), muy cerca de Bilbao. Uno llegó muy joven a la política (Urquijo) y el otro llegó a ocupar el puesto de número uno en las listas de Bildu casi de rebote porque con las sucesivas ilegalizaciones de las distintas marcas blancas de HB cada vez quedaban menos personas 'no contaminadas' para figurar en las candidaturas y que pudieran superar los filtros de la Ley de Partidos.

Se conocieron en el Ayuntamiento. Coincidieron poco menos de seis meses uno como edil de Bildu y otro como representante del PP. Eran los tiempos duros, donde ser cargo electo del PP en el País Vasco era como una especie de acto de coraje cuyo valor adquiría una dimensión aún mayor en pueblos donde gobernaba la coalición abertzale y la representación de los 'populares' era algo anecdótico. El delegado ya no vive en Llodio pero va a menudo a visitar a sus familiares y suele participar en los actos festivos de San Roque en la segunda quincena de agosto donde siempre coincide con Urkixo.

Si se encuentran en un acto oficial no tienen inconveniente alguno en darse la mano en público. La cordialidad baja enteros cuando se ven por la calle de forma casual y poco frecuente. Un cruce rápido de miradas, un leve movimiento de cabeza y una tenue forma de saludarse sin mover casi los labios que va desde el “agur”, al “hasta luego” o al típico “aúpa”. Eso sí, si tienen las manos en los bolsillos, ninguno de los dos la saca para ofrecérsela al otro.

(*) Íñigo Corral es periodista.

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