
Con la inauguración de la exposición sobre la figura de Cela, que acaba de abrirse en el Instituto Cervantes y que han presidido los Reyes de España –Don Felipe se atrevió a asegurar “que hoy disfrutaríamos mucho de su análisis de la realidad”, refiriéndose a la penetración psicológica de que hacía gala don Camilo,– se dan por finalizados los actos, diversos, el más importante el que tuvo lugar en la Biblioteca Nacional, en torno al centenario del nacimiento de Cela y cuyo protagonismo ha sido para Camilo José Cela Conde, hijo del escritor y principal valedor de la memoria de su padre, y de su madre Charo, en especial confrontación con Marina Castaño, viuda del escritor, y que ha visto como la Fundación Cela de Iria Flavia ha tenido que cerrar por múltiples problemas, entre los que pueden hallarse cierto despilfarro de los presupuestos de la propia Fundación.
Camilo José Cela Conde preside otra, la Fundación Charo y Camilo José Cela, mucho más modesta pero más efectiva. De hecho los homenajes habidos a su padre han sido promovidos por él y siempre ha actuado de comisario de las distintas muestras, como ésta a la que ahora nos referimos. El acto inaugural tuvo un carácter institucional muy marcado. Después del Rey, pronunciaron discursos Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes, que destacó la calidad del español utilizado por Cela y recalcó que su obra, inmensa, le había deformado el dedo índice por escribir a mano. Y que ese legado tan grande en el fondo era un rendido viaje en busca del alma de su país, que era España. Por su parte, Darío Villanueva, presidente de la RAE, después de la proyección de un documental sobre el escritor, dio paso a la lección magistral.
Esto va para el miércoles, día de la inauguración. El jueves y hasta el 23 de octubre, el visitante podrá disfrutar de la exposición a plena disposición. Una exposición que no resulta tan impresionante como la de la Biblioteca Nacional, pero que contiene algunos objetos curiosos y dignos de ser contemplados por los gustosos del escritor.

Así, se nos exhibe una pluma tripuda, verde, deformada, que fue con la que Cela escribió La familia de Pascual Duarte (1942), que fue su primera obra narrativa. Inmediatamente, va de plumas, la Mont Blanc que empleó para escribir La colmena. Estamos ya en 1951, y don Camilo debía de tener más dinero. Parece ser que Cela siempre escribió a mano y que era Charo, su mujer, la que le llenaba las plumas de tinta, ya que el insigne escritor no sabía, en clara diferencia con Josep Pla, que solía bajar de Palafrugell a Barcelona con los bolsillos llenos de plumas que llenaba en la redacción de la revista Destino. Me lo contó Néstor Luján, haciéndose eco de la ancestral tacañería del ampurdanés, y que le sirvió, mientras duró el matrimonio, de ferviente secretaria, ya que pasaba los textos a máquina, corregía los mismos, los tachaba, los pulía.
Tamaña inmersión en lo cotidiano no es de extrañar ya que la exposición se titula El recuerdo más cercano. Gabinete bibliográfico de Camilo José Cela, donde, sobre todo, se ha dado importancia a los libros y manuscritos. Hay cartas, manuscritos, fotografías, dibujos, poemas, que dan a conocer muy bien la trayectoria literaria y vital de Cela entre los años 1941 y 1964. Entre los libros, el primer ejemplar de La familia de Pascual Duarte, dedicado a Charo, claro, amén de un ejemplar intonso y el manuscrito de la novela. Se exhibe, igualmente, un primer ejemplar de Pabellón de reposo, escrito en 1943, y también dedicado a su mujer. Otro libro, esta vez no de Cela, llama la atención del visitante: se trata de Dibujos y Litografías, de Joan Miró, del año 59, que contiene tres litografías con la firma del autor y dos pruebas de color. Es libro notable.
Sabido es que Cela era un tanto fetichista y que le gustaba coleccionar famosos como muertos a Jesse James. Por ejemplo, el manuscrito de Trozo de Piel, un poema que Pablo Picasso recitó en Cannes en 1960 y que Cela copió a vuelapluma. Ver para creer.
Ni que decir tiene que se exhiben números de Papeles de Son Armadans, la revista magnífica que creó, especialmente los números dedicados a Miró, Picasso y Gaudí, así como poemas suyos, entre los que destaca el nupcial, que escribe en el dorso de una fotografía en 1942 y que dedica a Charo, su mujer, aunque se casaran en realidad en 1944.
Y fotos, muchas fotos. Cuatro con Pablo Picasso, que fue un poco obsesión, y no sólo de él, otra con Miró, y con La Chunga, finalizando con una del día de su boda y otra hecha cuando cumplió 50 años. Del millar de cartas que posee la Fundación, se exhiben quince, muchas dirigidas a Charo, pero hay otras dirigidas a Pablo Picasso, ya digo, una obsesión, eso sí, trufadas de dibujos. Hay un autorretrato realizado a tinta, de 1964, y otros objetos, entre los que hay que destacar invitaciones, felicitaciones y demás objetos dignos de ser conservados por cierto espíritu fetichista, otra forma más de conjurar los espectros del tiempo.
Cierra la exposición la proyección del documental El recuerdo más cercano, que han realizado Camilo José Cela Conde, Carlos Agustín y Belén Tánago, y que tuve la oportunidad de ver esta primavera en la Casa del Lector. Incluye testimonios de 39 familiares en torno a don Camilo y es a veces hilarante, como la anécdota de la hermana de Camilo a quién éste metió un cable de la conducción de la luz pelado en la boca para probar si tenía corriente.
Don Camilo, genio y figura desde la infancia.