‘Mustang’: el infierno femenino a sólo cuatro horas en avión

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Cartel de la película. / Cohen Media Group

Alrededor del 40 % de las mujeres turcas son sometidas a violencia de género por lo menos una vez en su vida y una media 22 mujeres son asesinadas cada mes en un país en el que han aumentado, en los últimos años, los asesinatos de mujeres por parte de sus maridos.

A pesar de una ley de violencia de género del Ministerio de Familia, de las órdenes de alejamiento y de la creación incluso de refugios para mujeres, han aumentado los asesinatos de forma alarmante. 
Hay organizaciones feministas que denuncian que esta violencia cobarde afecta a la mitad de la población y que el gobierno islamista de Erdogan no hace lo que debería hacer para paliarlo.

El “islamismo moderado” parece alejado de los países de mayoría musulmana que todavía viven en el medievo, pero no se lleva demasiado bien con la libertad de prensa o creativa, los gays o las mujeres. Nuestro cómodo pero carísimo aliado turco (el que nos ayuda a “externalizar”, a golpe de talonario, el problema de los refugiados) es cada día más un sultanato donde se vigila y atosiga a guionistas, directores y productores de cine.

Mustang tiene la suerte de ser una coproducción entre Francia, Alemania y Turquía. Está dirigida con estilo y agallas por Deniz Gamze Ergüven, realizadora turca que vive en París desde su adolescencia. Ergüven ha conseguido, en su ópera prima, un film de denuncia poderoso pero también una película llena de color, de sensualidad, de vida.

La película, con un buen guión, funciona como delación a una brutal cultura machista y emociona como cine, como narración. Y le ha ido francamente bien: ha sido nominada a Mejor película de habla no inglesa en los Oscar y en los Globos de Oro, ha ganado 4 Premios César, el Goya a la Mejor película europea y logró una de las más prolongadas ovaciones en la Seminci vallisoletana. Todo merecido.

Una de las primeras, y bellas, imágenes que vemos en Mustang es la de cinco hermanas de entre 12 y 16 años jugando con chicos de su edad en el mar. Gritan, juguetean, coquetean, se divierten. Todo normal. Cuando llegan a casa, una a una son azotadas por una mujer. Durante unos segundos no entiendes nada, hasta que empiezas a asimilar. Lo que las chicas acaban de hacer, algo tan humano y bello para nosotros, resulta allí inmoral y escandaloso.

Las cinco son huérfanas y han sido trasladadas al norte de Turquía. Enseguida vamos descubriendo lo que significa ser mujer allí: paridora, esclava sexual, cocinera, sirvienta y madre. Poco más.
 Su tío, un hombre mezquino y bestial, es el encargado de privarlas de toda libertad (fuera ordenadores, teléfonos, peines, ropas coloristas, maquillaje...) y de todo contacto con muchachos de su edad. Su abuela, ignorante, enredadora y machista, es la encargada de buscarles un partido, un marido al que no conocen de nada, al que “aprenderán a amar”. Las muchachas, claro, aprenderán a hacer el amor “por detrás” para no perder la virginidad, a rasgar ropas nada femeninas, a lucir pierna, a escapar de la finca, a conocer a otras gentes...

La película, narrada por la más joven, la de 12 años, es luminosa y tiene hasta divertidos momentos de humor, pero cada minuto que pasa te vas dando cuenta de que la situación de la mujer en Turquía no tiene ni puñetera gracia. Mustang se vuelve entonces oscura y angustiante, claustrofóbica, como la casa en la que son encerradas las chicas. Y no te suelta hasta el final.

Una de las escenas más tristes de la película (y tiene unas cuantas) tiene que ver con un viejo y repugnante ritual: el día de la boda, una pareja hace el amor y el marido debe mostrar las sábanas manchadas de sangre a sus familiares. Trístemente, son las mujeres de la familia las que más las reclaman. Pero nada, ni rastro de sangre, así que no se les ocurre otra cosa a esta panda de trogloditas que ir a un hospital para que un médico certifique la virginidad de la muchacha.

Películas como Mustang son necesarias para coger un poco de perspectiva y no perder el foco. Esto está pasando hoy y a sólo cuatro horas en avión desde España. Mientras aquí algunos pierden el tiempo poniendo faldas a los iconos de los semáforos, un supuesto amigo y aliado de la moderna Europa pisotea a la mujer sin problemas. Muy cerca de casa, un país entero corre el peligro de regresar a la edad media.

Mustang, que es una especie de extraña mezcla entre Las vírgenes suicidas, de Sofía Coppola, y La casa de Bernarda Alba, de Lorca, cautiva, seduce y emociona, pero a la vez te pone de muy mala hostia. Por los cobardes, por el abuso de poder, por la ignorancia, la maldad y la ruindad disfrazada de religión. Por los hombres y también por las mujeres machistas.

acontrafilms (YouTube)
3 Comments
  1. Marydimondo says

    Al Autor: Muy bien el articulo. Lo único que no comparto es que por falta de libertades y respeto para las mujeres en otros países y/o culturas, tengas que hacer esta alusión: ·Mientras aquí algunos pierden el tiempo poniendo faldas a los iconos de los semáforos…». Puede que esta iniciativa te resulte una tontería, pero da idea de lo que nos queda por aprender sobre equidad e igualdad a los que «gozamos de las libertades» gracias a toda la controversia que lleva marcando estos días.

  2. m.a. says

    Es q tiene toda la razón. Lo d los semáforos, como suele decirse, pa mear y no echar gota!
    Iniciativa tonta no, tontisima. Vamos no me compares!

  3. IVÁN REGUERA says

    ¿»Lo que nos queda por aprender sobre equidad e igualdad», Marydimondo? ¿En serio que esa cretinez de la falda (toque reduccionista y ya de por sí machista, por cierto) en los semáforos te parece una «iniciativa» normal?

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