La hermana de Rajoy, al aparato

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María de las Mercedes Rajoy es –lo habrán adivinado- hermana de Mariano Rajoy y, como él, se hizo registradora de la propiedad. Debe de ser que la familia quiso aprovechar los libros de las oposiciones porque entre los Rajoy lo extraño es no ser registrador de la propiedad. Lo son Mariano, Mercedes y Enrique; el cuarto de los hermanos, Luis, es la oveja negra que se hizo notario. Pero no nos desviemos del tema.

De los cuatro hermanos, Mercedes es para el líder del PP uno de sus puntales familiares básicos. De su unión da prueba el hecho de que ambos vivan puerta con puerta en la misma urbanización de Aravaca (Madrid) o que Mariano haya tutelado personalmente la carrera política de su cuñado, Francisco José Millán, al que hizo eurodiputado primero y luego convirtió en miembro del Comité Ejecutivo Nacional del partido.

Afrentar a Rajoy es hacerlo también a su hermana, o eso fue lo que debió de interpretar Mercedes al día siguiente de la derrota electoral de 2008, un momento en el que todo el mundo, incluidos sus aliados mediáticos, daba por descontada la dimisión del presidente del PP. Si  la mañana de la resaca era ese dúo cómico de Losantos y Ramírez quienes pedían al gallego que hiciera mutis, que ya se encargarían  ellos de bendecir al sustituto –sustituta en este caso- , por la noche en Telemadrid el taoísta Sánchez Dragó ajustaba cuentas con Rajoy, que además se lo merecía por haberle dado esquinazo y no acudir a su programa de variedades místico-políticas.

Aquello sólo podía significar que Esperanza Aguirre dirigía la maniobra de acoso y derribo, algo que rebasaba el límite de lo que una registradora de la propiedad en ejercicio podía soportar. Cuentan en el entorno de la presidenta de Madrid que aquella misma noche sonó su teléfono. Era Mercedes Rajoy, quien entre lágrimas, encadenaba sus reproches. “¿Cómo has podido hacer esto a mi hermano?”, le preguntó con despecho.

Posiblemente, fue a partir de ese momento cuando Aguirre empezó a sospechar que el hombre al que todos daban por muerto podía no gozar de buena salud, pero, desde luego, no iba a dejarse enterrar tan fácilmente. Su familia había acudido al rescate. 

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