Las fotografías de Marín: cristal eterno

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Primo Carnera. / L. R. MARIN

 El instante de una vida entera queda congelado en una fotografía; si es buena, entonces ya no es una simple biografía sino la historia entera de la humanidad lo que el fotógrafo atrapa en el aire, en la explosión del magnesio que permite el retrato. Decía Barthes que era de la muerte del modelo, antes vivo, de lo que la fotografía se alimenta. Es quizá una forma algo cruda de decirlo, pero no menos real.  

No puedo contemplar una fotografía antigua de un grupo escolar, por ejemplo, sin cavilar dónde estarán esos hombres que aquí son sólo niños. Qué habrá sido de sus vidas, cuántos de ellos habrán muerto. Hay rostros hermosos que miran a quien les observa con tal vivacidad, y hasta con cierto deje de invitación a la amistad, que casi no puede una creer que esos ojos estén ya secos, convertido ese punto del rostro ya sólo en oquedad oscura. Sí, el viejo Barthes tenía razón.La Fundación Pablo Iglesias y el Instituto Cervantes han colaborado para que las instantáneas de Luis Ramón Marín, un fotógrafo español que ha retratado el siglo XX, no se pierdan y puedan admirarse en una exposición itinerante que anda ahora por Praga. La familia guardaba el tesoro de negativos de cristal desde la muerte del fotógrafo.  

Marín fue muy amigo de otro gran fotoperiodista, Alfonso. Conocí a Alfonso, hace unos cuantos años, en su estudio de la Gran Vía madrileña, donde mantuvimos una conversación entusiasta e inolvidable para mí. En el recuerdo, Alfonso, embutido en un overol gris, me muestra placas de cristal como las ahora rescatadas de Marín, mientras me explicaba los detalles y el anecdotario genial de su labor diaria. Un raro sentimiento de estar viviendo en otro tiempo durante esos minutos que compartí en su estudio. Y, luego, como si el destino lo hubiera señalado con el dedo, su figura salió para siempre de esa instantánea de mi memoria. Aún quedo yo, ya veremos hasta cuándo.  

Pero Marín se fue mucho antes, en 1940. De los periódicos en los que publicó sus trabajos sobreviven La Vanguardia y ABC. Qué poder evocador el de estos nombres sacados del tiempo actual, devueltos al sepia de los albores del siglo XX, cuando los conoció Marín.  

De las fotos de la exposición, recogidas en un volumen de tapas rojas: Marín. Fotografías 1908-1940, he escogido ésta del boxeador de aire intelectual y gesto de actor de cine, a un paso entre lelo y duro, bello y bestia a la vez. Asoman unas flores en lo alto del escritorio donde se arremolinan papeles diversos y –hèlas- un frasco de linimento del tío de los bigotes, Sloan.  

Todas las imágenes tienen unos cuantos minutos de contemplación. La del banquete a Valle-Inclán en el hotel Palace, por ejemplo, en la que el autor de Sonata de Primavera posa con cierto aire pasmado junto a un Unamuno pensativo y un tanto ajeno al momento. Merece la pena observar los rostros de los personajes que pueblan el instante de ese día de 1922: ceñudos unos, pendientes de la cámara otros, mentecatos, pusilánimes, caraduras, inconscientes, jaraneros, indiferentes, aburridos y, en medio de tanta pajarita, algún camarero confundido entre la enjundia intelectual.  

La expresión de la joven que ayuda al traslado de un herido tras los disturbios de mayo de 1931 en Madrid. Una cara tan actual y tan bella. ¿A quién está acarreando? Por los zapatos, parece una mujer. ¿Quizás su madre y de ahí el dolor de su rostro?  

Sí, ya lo creo; Roland Barthes acertó en sus cosas sobre la fotografía: Y Susan Sontag, también. Y se entiende que muchos entreguen a ella sus días y su entusiasmo. Y se agradece que haya quien se esfuerce en rescatar del olvido joyas como éstas.  

Publio López Mondéjar, fotohistoriador y académico de la Real de San Fernando, me contó que calles enteras de pueblos españoles fueron empedradas con negativos fotográficos aprovechados para tan duro empleo. Su lucha, ahora, es fundar un centro de investigación de la fotografía, que sería como investigar la vida de nuestros antepasados sin nombre de general victorioso o de descubridora del radio. Las vidas de los que vivieron antes que nosotros y que solamente pueden hablarnos a través de esos pedazos de papel.  

3 Comments
  1. santiago says

    Bello.

  2. ehuelbes says

    Hermosos animales delante de esa catedral, Miguel. Gracias.

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