`Welcome to America´, apestados de Bush (y II)

1
George Packer. / NEWYORKER.COM

...Bueno, lo de no dejar entrar gente en América porque no les gusta su cara parece que ha pasado –de momento- a la historia. La ACLU y el PEN americano se han marcado un tanto en persona al conseguir que Hillary Clinton en persona levantara el veto contra Tariq Ramadan. Su aparición en el Cooper Union el 8 de abril era su primer acto público en Estados Unidos desde que la Administración Bush lo declaró persona non grata en América. De ahí el inmenso, comprensible morbo.

Qué orgullosos de estar ahí y qué contentísimos estábamos todos. Por poco no me pongo velo. A tanto no llegué pero, en un supremo esfuerzo multicultural, me abstuve de protestar cuando la periodista sentada al lado mío, una asiática, se descalzó y casi me planta el dedo gordo en la cara. Le olían los pies pero no me pareció el momento de llamar al orden a nadie. ¡Libertad de culto y de lo que sea ante todo!

Más lejos todavía que yo llegó una de las ponentes de la mesa, Joan Wallach Scott, notoria autora feminista –o por lo menos eso decía la presentación- que llevó su afán conciliador al extremo de no querer entrar en el fondo de la cuestión de la opresión de la mujer en el Islam “por no hacer el juego a los que usan el problema de la mujer para encubrir otras opresiones económicas, coloniales, etc.”. Con feministas así da gusto, oyes.

En la mesa exquisitamente paritaria se sentaba también Dalia Mogahed, considerada la mayor asesora de Obama en temas islámicos. Dedicó el grueso de su intervención a explicar que los musulmanes norteamericanos no son unos muertos de hambre como los europeos y que eso explica muchas cosas. Ah.

Hay que decir que el nivel del debate subía mucho cuando tomaba la palabra Tariq Ramadan, una presencia sutil, inteligente y sin duda fascinante. Alternó las verdades como puños con incontables alusiones a lo mucho que ha sufrido esperando a que le dejen entrar en Estados Unidos, dando clases en Oxford y haciéndose cada vez más famoso. ¿Nos estaba perdonando un poco la vida a todos? Quizá.

Hasta que de repente metió baza la cuarta esquina del debate: George Packer, una de las plumas más lúcidas de América, autor de la celebrada The Assassins’Gate:America in Iraq y de una obra de teatro donde entre otras vergüenzas denunciaba el abandono por Estados Unidos de los civiles iraquíes que apoyaron la causa americana.

Packer empezó con unas palabras inolvidables que galvanizaron a todo el mundo en la sala: “Welcome to America”. Acto seguido proclamó su convicción de encontrarse ante un intelectual serio, “sin agenda oculta”. Y sin más le preguntó qué opinaba del apoyo dado por su abuelo, el fundador de los Hermanos Musulmanes, al Gran Mufti de Jerusalén, notorio colaborador de los nazis.

Cuando el otro le salió por peteneras le precisó: “No le estoy pidiendo a usted que repudie a su abuelo, sólo que me explique cómo concilia su actual discurso con no pronunciarse jamás sobre estos asuntos”. Y como Tariq Ramadan alegara que la Historia es muy larga y da muchas vueltas y hay que ponerlo todo en su contexto, Packer, muy serena y educadamente, le calzó: “Sinceramente no veo cómo contextualizar en positivo una alianza de larga duración con un colaborador y propagandista de los nazis”. Lo cual arrancó el primer aplauso que no era acríticamente para Ramadan, dijera lo que dijera.

Y siguieron los dos debatiendo un largo rato a partir de ahí. Hay que decir que para quien esto firma las palabras de Packer abrieron una brecha tan reveladora como paradójica. Hasta entonces Tariq Ramadan me había parecido un tanto sobradamente irritante, demasiado niquelado para mi gusto. Como si una pátina falsa abrillantara su discurso. No me fiaba de él.

Cuando Packer lo acorraló vi por primera vez a un hombre perplejo... y fiable. Un individuo luchando por cuadrar su decencia con su pertenencia a un colectivo del que no siempre se puede presumir. Y pensé: igualito que un comunista cuando se le piden cuentas de Stalin, o a un católico de los abusos sexuales en las diócesis. Y me empecé a tomar en serio al Lutero islámico.

Y a Packer. Y a su brillante demostración de lo estúpido que es parar a alguien en la frontera por lo que dice. Diga lo que diga.

Es mucho mejor dejarle entrar, sentarle en una silla y sacar la lengua o la pluma, siempre más fuertes que la espada.

Welcome to America.

1 Comment
  1. jonathan says

    Me gusta saber más de Ramadan, un tipo «demasiado niquelado», como bien dices. Rascar de verdad en la memoria de las gentes suele ser conflictivo. Hay malos tragos para todas las partes; ya lo vemos en España.

Leave A Reply