Leo aquí al lado el fino post de la colega y sin embargo amiga Esther Jaén sobre la decisión de José Montilla de convocar las próximas elecciones catalanas teniendo gran cuidado de que no coincidan con la visita del Papa Benedicto XVI.
Nada que ver con Alfonso Guerra, quien en una reciente conferencia en la Universidad de Nueva York, entre otras batallitas de la Transición, rememoraba la siguiente: contó que en ciernes de las elecciones legislativas generales de 1982, aquellas que históricamente había de ganar el PSOE, la Conferencia Episcopal española se proponía traer al Papa –por aquel entonces Juan Pablo II- en plena campaña. Es de suponer que esperando que eso no ayudara precisamente a multiplicar los votos socialistas como los panes y los peces.
Hasta que él, Guerra en persona, les llamó. Y les aclaró: “Mirad que si haceis esto pero de todos modos ganamos nosotros...vamos a tomar nota”. Ante lo cual, recuerda él mismo, los obispos “se asustaron” y decidieron dejar la visita vaticana para más adelante, después de la llamada a las urnas.
Así las níveas plantas de Juan Pablo II hollaron una España que ya era oficialmente socialista. Insistía en recordar Guerra que en pleno tour papal él se vio un día atrapado con su coche en medio de una multitud enfervorecida que blandía insignias del Totus Tuus (Todos Tuyos). Él llegó a temerse lo peor si la marea fiel le reconocía y trataba de mantearle con coche y todo. Hasta que para su sorpresa constató que ya le habían reconocido; pero que lo que hacían era pasar con naturalidad de gritarle a Wojtyla “Totus Tuus” (Todos Tuyos, o casi) a batir palmas y aclamar con entusiasmo: “¡Al-fon-so! ¡Al-fon-so!”. Y concluía Guerra la feliz evocación con estas palabras: “Pues serán todos del Papa...¡pero me obedecen a mí!”
Muy propia del Guerra la conclusión.