La huelga de los burócratas

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El Gobierno anuncia su decreto de reforma laboral, que con el tiempo se convertirá en proyecto de ley, y los sindicatos amenazan con su huelga general que, diferida a conveniencia, cobra ese aire burocrático que adquiere últimamente todo cuanto tocan los sindicatos.

No se me ocurre peor engendro que una huelga burocrática: es una paradoja, un imposible lógico, un oxímoron desquiciante. Nos la traen estos líderes sindicales que se ven con unos kilos de más, porque han pasado muchos meses sentados en la mesa de negociación. Ahora llega el momento de mostrar el músculo reivindicativo y reparan en que es demasiado tarde para la operación bikini.

¿Qué hacer?, se preguntan parafraseando a Lenin. Miran el calendario, que no se han molestado en controlar en ningún momento, y piensan: julio se nos echa encima, y bostezan. En agosto el país se para solo, una huelga sería redundante, y bostezan. Pues dejémoslo para septiembre, total... Y bostezan. La orden sale de los despachos sin prisa, siguiendo los cauces jerárquicos de los cubiles ministeriales, perdón, quise decir sindicales.

Para quienes crean que las huelgas siempre fueron un trámite burocrático, traigo el recuerdo de la huelga general de 1917, una de las más sonadas de la historia sindical española. Se convocó para el 13 de agosto y duró varios días, si bien es cierto que ya en las semanas anteriores las protestas obreras se sucedían a cientos por España a causa de la carestía de la vida y la bajada de los salarios. El saldo final -80 muertos y varios miles de detenidos- no deja lugar a la nostalgia pero, pese a los defectos y errores de aquel sindicalismo, no se le puede achacar  confusión respecto a su papel.

Hoy, por el contrario, los sindicatos mayoritarios no saben si legitimarse por el pacto o legitimarse mediante el conflicto. La diferencia es sustancial, pues la legitimación por el pacto se la da el poder, y la legitimación por el conflicto se la dan los trabajadores. El día 9 de junio por la tarde, los líderes sindicales estuvieron en la manifestación de los funcionarios. El 10 de junio por la mañana estaban en la mesa de negociación con el ministro de Trabajo. Cuando dentro de tres meses, bronceados y relajaditos, llamen a la puerta de los trabajadores, éstos preguntarán, con toda razón, si estamos a las setas de los de abajo o a los Rolex de los de arriba.

6 Comments
  1. mithra says

    Desde que Aznar les puso chofer los líderes sindicales se comportan como concubinas.

  2. IGNACIO says

    La pregunta es ¿Quién paga? Los sindicatos y las organizaciones patronales viven de las subvenciones públicas más que de las cuotas de sus afiliados. Y una parte monumental de sus dirigentes son liberados. Los fondos del INEM para formación ocupacional tienen en CEOE, UGT y CCOO sus grandes gestores, sin que esta formación está aportando productividad al sistema.
    El fracaso de la huelga de funcionarios se explica por unos sindicatos que durante tres años de crisis han dado cobertura al gobierno.
    Así, la huelga general es misión imposible, y el hastío del personal se concentrará en el voto.

  3. Eulalio says

    Me gustaría saber cómo ha evolucionado la afiliación sindical desde hace, por no poner mucho tiempo, una década.
    Ayer cuando vi la comparecencia pensé que estaba ante dos ministros portavoces, encantados de conocerse y tratando de vender la burra.
    Comparto sus ideas.
    Saludos

  4. SONROJANTE SINDICALISMO SIN CLASE says

    Como canta el Cabrero por Fandangos:

    Nos quieren confundir
    la derecha con la izquierda
    que se confunda el que quiera
    que yo sé bien distinguir
    una oveja de una fiera.

    Y el cambio de chaqueta:
    http://www.youtube.com/watch?v=rt8_tDubPLE&feature=related

  5. Blas says

    Un cojopost! Irene. Y, además, con memoria histórica de la buena…

  6. grunentahl says

    Buen análisis, Sra. Lozano. Suena a obituario, lo que no es de extrañar, porque habla usted de unas entidades muertas: sindicatos verticales, como los que tenían su sede en el Paseo del Prado. Sindicatos soviéticos.
    Me gustaría leer también su análisis sobre la reforma que necesita la ley electoral: no tanto por la cuestion de las proporciones que tanto preocupa a los pequeños partidos, como por la necesidad de unas listas abiertas, que dejen en manos del ciudadano elector la representación del candidato. No como ahora, que «si se mueve, no sale en la foto…»

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