El cambio de gobierno, en la ‘rentrée’ o en Navidad

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No estoy muy seguro de que José Luís Rodríguez Zapatero haya retrasado sus planes de remodelación del Gobierno. Me confirman que el lunes de la semana pasada, en una reunión de esas que acostumbra a celebrar con el núcleo duro de su Gabinete (a las que incorpora puntualmente ministros no habituales en función de lo que vaya a debatir), el presidente dejó bien sentado que no va a efectuar un cambio de Gobierno ni inmediatamente antes ni inmediatamente después del debate sobre el Estado de la Nación como habían augurado algunos de sus barones territoriales. Sin embargo, no creo que sean las filtraciones ni su malestar los que hayan parado la crisis. Pienso que, más bien, consideró que las cosas se estaban saliendo de madre e hizo algo que bien sabe que no debe hacerse porque no se puede gobernar estando pendiente permanentemente de las especulaciones interesadas de la oposición y de las opiniones, fundamentadas o no, de los medios de comunicación.

Eso de “a mí no me hace nadie una crisis de Gobierno” Zapatero lo lleva en la médula. Y, desde luego, se había llegado a un punto en que cualquier opositor o periodista ilustre le decía lo que tenía que hacer. Y hasta cuando.
La polémica amenazaba con comerse hasta el debate del Estado de la Nación, al que Zapatero atribuye, con razón, una importancia decisiva, sobre todo teniendo la perspectiva de una rentrée política marcada por la huelga general. Sabe que, digan lo que digan sus propagandistas (que dicen obviamente que no), el debate va a ser una moción de confianza encubierta cuando, una semana después de los discursos, se voten las resoluciones. En ese punto, el presidente deberá demostrar que cuenta con el PNV –y a ser posible con CiU–para llevar a cabo en el Parlamento los ajustes que va a seguir proponiendo para combatir la crisis económica. Si se evidencia su soledad, el desgaste puede ser irreparable por más siestas que traiga el verano.

En política, además, no se puede reconocer que lo que ha llevado al desahucio al Gabinete ha sido una mala gestión. Sobre todo cuando, como Zapatero, se cree que no lo ha sido. El presidente piensa que lo que han estado haciendo los ministros, sobre todo los económicos, es porque no tenían más remedio que hacerlo. Como él con los ajustes y esa filosofía de que lo que ha cambiado es la realidad, no él.

Para modificar el Gobierno, el presidente tiene que exponer una razón de peso. Por ejemplo, que hace falta un nuevo equipo para la nueva política de ajustes y reformas que ya ha iniciado, que desarrollará en el debate del Estado de la Nación y que culminará con los nuevos Presupuestos.

Esa estrategia le obliga a esperar, en teoría, a dos fechas posibles. La primera, la rentrée. Si tuviera garantizado el apoyo del PNV a los Presupuestos antes de empezar su discusión, algo que no se puede descartar, podría modificar el Ejecutivo la última semana de agosto y convocar a los nuevos ministros para el Consejo del 28 de agosto, viernes. Sin duda, ese cambio le permitiría recuperar la iniciativa política y volver a disputar la agenda al PP. Y, por otro lado, le dejaría disponibles a los ministros que quisiera enviar como candidatos a comunidades autónomas o a alcaldías para que fueran proclamados en octubre, que es cuando acaba el plazo que se abre en el Comité Federal del próximo 17 de julio.

Vaya por delante que, haciendo recuento, la única ministra que está en el candelero es Trinidad Jiménez, bien para la Comunidad, bien para el Ayuntamiento. Pero hay quien comenta que Zapatero está contento con su gestión ministerial y no quiere desnudar a un santo para vestir a otro, sobre todo si el último corre el riesgo de perder.

De modo que nos quedan las Navidades. Y ahí ya si que se canta el “rien ne va plus”. Si no se superan los Presupuestos, habrá adelanto electoral. Pero, si se superan, como piensa hasta el PP, Zapatero podría aprovechar las vacaciones navideñas para nombrar un nuevo Gabinete, singularmente político, como le reclaman todos los barones, con el que afrontar las elecciones municipales y autonómicas y municipales de mayo desde cierta “frescura” política, tratando de hacer olvidar en unos meses a los ministros agostados que, para entonces, tendrán abrasadas las pestañas.

En esa hipótesis, también contaría mucho el hecho de que si no se pueden aprobar o prorrogar los Presupuestos para el 2012, siempre se podrían celebrar las generales el 2011 en la fecha mítica del 28 de octubre o antes de que acabe el año. En los usos parlamentarios, el adelanto de dos meses no se considera un recorte de la legislatura.

1 Comment
  1. Alcatufo says

    Es extraño, pero no veo en el artículo ninguna referencia a los planes de los Excelentísimos Caudillos señores Strauss-Kahn y Trichet, por boca de los cuales se expresa el portavoz del gobierno, señor Zapatero.

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