¿Y si la crisis no fuese de derechas ni de izquierdas?, se pregunta un alemán en Wall Street

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Nikolaus Piper. / nikoalus-piper.de

¿Cuántos libros llevamos ya sobre la crisis? Y es que esto empieza a parecer las obras completa de Agatha Christie: una fascinante reconstrucción de elegantísimos crímenes de guante blanco, por desgracia cuando el muerto ya no puede ser resucitado por muy excitante que sea descubrir al asesino. Encima a diferencia de los personajes de Agatha Christie la mayoría de sus lectores no acabamos de heredar una fortuna que nos permita vivir del victoriano cuento. Más bien nos sucede lo contrario.

Lo que en esencia nos ocurre -y nos subleva– es que, encima de cornudos, apaleados. Encima de tenernos que comer con patatas una recesión que todos y cada uno tenemos claro que no es culpa nuestra, a los postres van y te advierten: vacíe sus bolsillos, quítese todo lo metálico que lleva encima y deposítelo en esta bandeja. Adiós pensión, adiós edad de jubilación, adiós al despido no pasarán, ¿adiós Estado del Bienestar, como no sea de plastiquillo?

Resumiendo, que una cosa es la crisis, crisis, y otra la terrible duda de si esto es una crisis de derechas o de izquierdas. ¿Quién miente, por favor? ¿Los que hace nada decían que viva la madre que parió nuestro milagro económico y ahora claman que si seguimos así, en plan subvencionada panda de gandules, nos cargamos la competitividad y el euro? ¿O los que denuncian que este es el típico truco sucio de toda la vida, la típica envolvente de la patronal y el gran capital, siempre aprovechando momentos de pánico para devolvernos de una patada a lo más dulce de la Revolución Industrial?

Ya me imagino que muchos tienen perfectamente clara la respuesta a esta pregunta. Pues enhorabuena y hala, a disfrutar de las ideas claras. Para los que tengan dudas o no estén cerrados en banda a tenerlas: recomiendo la lectura de La Gran Recesión de Nikolaus Piper, que creo que apenas acaba de asomar la nariz en las librerías españolas de la mano de Destino. No es un volumen más de la serie negra  sobre la crisis sino, quizás, una de las aproximaciones más inteligentemente humanas que se han hecho al problema hasta ahora. Por ejemplo y como detalle curioso, la dedicatoria intelectual del libro, la típica cita culta que se pone en la primera página como declaración de principios y para impresionar, es de Bruce Springsteen: “My hands are rough from working on a dream”.

Portada del libro.

Más datos: Nikolaus Piper es un alemán en Wall Street. Es un periodista y escritor hamburgués especializado en información económica, corresponsal en Nueva York del Süddeutsche Zeitung. Precisamente en el prólogo del libro nos cuenta cómo nada más llegar a Manhattan y preguntar qué se cocía por ahí, de qué hablaba la gente, un experto en inversión de Connecticut pronunció una palabra que con el tiempo nos ha acabado sonando a todos como un escupitajo: subprime.

Lo bueno de Piper es que es una mente europea operando y analizando en el mismísimo epicentro del terremoto financiero norteamericano. Su visión es a la vez más inmediata y más amplia, menos encerrada por localismos o por paradigmas insalvables.

Ni siquiera por el paradigma de tener razón. Por ejemplo Piper cree, como mi personalmente muy admirado Nouriel Roubini, que para prevenir crisis sistémicas como ésta habría, entre otras cosas, que forzar a los enormes bancos a hacerse pedazos. A trocearse en entidades más pequeñas cuya caída no suponga un peligro para el sistema. Recuerdo haberle preguntado fascinada al Gran Roubini cuando le entrevisté: oiga, pero a usted, ¿se le ocurre algo para hacer políticamente viables sus protestas económicas? Y él como que me vino a decir, oiga, si usted tiene gobernantes malos o miedosos, a mí qué me cuenta.

Ya. Pero cuando algo no puede ser y además es imposible, por cargado de acierto que esté, conviene tener un plan B a mano. A ese humilde nivel de pragmatismo donde Roubini no desciende sí llega Piper, ofreciendo una alternativa real (por fin) a la falta de soluciones.

No voy a resumir aquí todo el libro porque no me pagan por ello y porque no acabaríamos nunca. Baste decir que por ejemplo en el caso de los bancos irrompibles Piper sugiere no ya endurecer su regulación sino convertir esta en un mecanismo mucho más fluido, en constante revisión y mutación. En algo que realmente impida que el sector bancario se “apalanque” demasiado, en el mal sentido y en el peor.

Puestos a elegir entre liberalismo rampante a la americana y la Numancia del Bienestar manquepierda, Piper vuelve a dar señales de un sorprendente sentido común: ¿y por qué no quedarse con lo mejor de los dos mundos? ¿Por qué va América a europeizarse un poco, para hacer frente a unos retos sociales crecientes que en breve serán mayúsculos, a la vez que americanizamos un poco Europa, para reaprender a competir?

A España y a todos los países de Europa que estamos ahora mismo en la cuerda floja del euro, Piper no se cansa de insistirnos: el peligro es real. No es una mera invención de la derecha. El sucesivo estallido de burbujas ha puesto de manifiesto debilidades estructurales serias que primero se escamotearon para no faltar a la cita de la moneda única, y luego se han barrido sistemáticamente bajo su alfombra. Hasta ahora.

La falta de una política fiscal común que acompañe a la moneda común es uno de los mayores peligros. Si el euro responde a una unidad real de acción es un arma formidable. Si no es una ratonera mortal, porque al dejarnos sin picaresca monetaria nos obliga a enfrentarnos a los problemas sin anestesia, a padecerlos económica y socialmente en carne viva. Se puede salir del euro (o este se puede romper) pero en ese caso el remedio es casi peor que la enfermedad. Al menor indicio de ello las mismas fuerzas especuladoras que ahora huelen la carroña se abalanzarían sobre nosotros y no dejarían ni un huesecillo para escarbarse los dientes.

Se puede desconfiar de Piper porque es alemán. Se puede preguntar uno si los ricos y listos de la UE quieren librarse de nosotros, el pelotón de los PIGS y de los torpes. Pero no parece que ese sea su ánimo cuando las recetas que da son:

  1. Solidez para pagar las deudas, cumplir las obligaciones y hacerse responsable. Cueste lo que cueste. En una economía tan interconectada simplemente ya no se puede ir por ahí sin inspirar confianza ni merecer crédito.
  2. Sobre la base de lo anterior, solidaridad. Que la potencia de Europa garantice que ningún miembro va a quedar atrás, que en casos de necesidad extrema y punzante los otros miembros se van a estirar lo que haga falta. Que esa solidaridad no sea un cheque en blanco sino una verdadera y responsable caja de resistencia.
  3. Crecimiento económico. Por supuesto que a las empresas les encanta despedir barato y gratis y eso hay que preverlo y combatirlo. Pero con un 20% de paro que es más del 40% entre la población más joven, ir a las barricadas y ya está, guarda cierta similitud con la táctica del avestruz: esconder la cabeza bajo la arena de los contratos de toda la vida para no ver cómo se hacen (o cómo no se hacen) los contratos nuevos. Teniendo en cuenta el envejecimiento acelerado de nuestra población y los costes sociales en ascenso, SI NO QUEREMOS TENER QUE PASAR CON MUCHO MENOS HAY QUE PONERSE LAS PILAS YA. Ah, y apostar, para variar, por el talento. Y el mérito.

Dicho todo ello sin ánimo de ser de derechas (ni de izquierdas), sólo por haberle visto muy de cerca las orejas al lobo.

4 Comments
  1. enante52 says

    Muy interesante. Hay que dar paso a voces nuevas en el ámbito económico. Yo recomiendo el libro de Juan Torres: ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?, editado por ATTAC. Además de analizar la crisis económica cita a múltiples autores que ya la previeron pero que fueron (y siguen) silenciados por no ajustarse a los dogmas imperante.

  2. Luismi says

    No quiero ser desagradable, pero no me fío demasiado de los periodistas metidos a analistas económicos. Suelen tener poca idea de economía y demasiada ideología.

    Para entender qué ha pasado, por qué y posibles soluciones yo recomendaría leer, para empezar, el libro de Joseph Stiglitz «Caída Libre» («Freefall»). Un saludo a todos.

  3. aguila says

    Senores, en el mundo de las altas finanzas las ambiciones desmedidas son el motor que mueve los mercados , por eso es importante tener un sistema reglamentario que minimice la corrupcion y permita el «fair play». Toda la debacle ocurrida fue como consecuencia de dejar que el propio mercado se auto- regule porque existia la creencia que el mercado hacia sus propias correcciones. Con esa mentalidad el presidente Hoover a finales de los anos 20 llevo a la nacion americana a la depresion economica. La burbuja inmobiliaria producto de la sobrevaloracion de los bienes raices, que necesitaba un financiamiento relajado, de compradores que no podian afrontar la deuda hipotecaria. A su vez, se crearon valores para financiar esa hipotecas (mortgage backed securities) donde se ofrecian para los inversionistas. Al empezar la morosidad todo tuvo un efecto domino y llego al punto de otra depresion economica. Pero en el interin las empresas de valores y de hipoteca ganaron cantidades obscenas de dinero. Y todo eso como se dice en el idioma ingles, producto del «greed’, o sea la codicia desmedida humana. En cuanto al estado de beneficencia europeo el mambo llego a su fin, no tan solo por la situacion financiera, sino por la demografia, si se envejece la sociedad, el estado no va a recibir los recursos economicos de una fuerza trabajadora joven que sostenga a los jubilados. Como he senalado anteriormente, el tiempo de los gurus termino y nadie puede predecir ni tan siquiera el futuro inmediato.

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