Cassinello informó al jefe del CESID sobre la trama de Tejero antes del 23-F

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El general Andrés Casinello, en una imagen del pasado 2 de febrero, en un hotel de Madrid. / Luis Díez

Cuando se cumplen treinta años del golpe de Estado del 23-F, el general Andrés Cassinello asegura en una conversación con cuartopoder.es que informó personalmente al secretario general del CESID, Javier Calderón, de que el teniente coronel Antonio Tejero seguía conspirando. Cassinello conocía bien a Tejero desde la operación Galaxia que él mismo desarticuló como máximo responsable de los servicios de inteligencia con Adolfo Suárez. “Tal vez, en vez de decírselo a Calderón, tenía que haber ido a la policía, pero no lo hice”, reconoce.

Al general Cassinello no le gustan las entrevistas. A sus 84 años, en plena forma mental y física, prefiere dar su visión de la Transición por escrito. Por eso llega a la cafetería del hotel Princesa de Madrid, donde hemos quedado citados, con una carpeta verde con diez folios recién impresos que ha titulado La Transición. Aporta un gráfico con la evolución de los atentados de ETA que viene a demostrar la escasa actividad de los terroristas durante el franquismo, en contraste con los asesinatos casi diarios que cometieron en los años decisivos del tránsito hacia la democracia. “Se beneficiaron de la amnistía, salieron de las cárceles y, al día siguiente, volvieron a matar”, se lamenta.

Tras esos diez folios para una conferencia que nunca dio, el general ha incluido un artículo titulado Tristes recuerdos. Se trata de un alegato a favor de la reconciliación nacional. Lo escribió después de ver en la primera plana de La Voz de Almería, periódico de la ciudad de donde es natural, la foto de su padre, asesinado por las fuerzas republicanas el 31 de mayo de 1938, junto a la de Esperanza Magaña, fusilada en las tapias del cementerio de Almería el 14 de agosto de 1941 por los franquistas. En las páginas centrales del periódico, la interminable lista, por orden alfabético, de los 1.167 almerienses victimas de la guerra civil en la retaguardia republicana y en la represión que siguió a la victoria de unos y la derrota de otros.

La conversación se produce ante dos cafés y un vaso de agua, sin grabadora de por medio. Cuando se van a cumplir treinta años del 23-F vale preguntar ¿quién traicionó a Adolfo Suárez? El general contesta sin dudar: “Los suyos”. ¿Los de su partido, la UCD? “Hombre, claro”.

– ¿Parece increíble que los servicios secretos del CESID no sospecharan nada ni informaran al Presidente del movimiento golpista?

– Pues sí. Unos días antes entré en la cafetería de la dirección general de la Guardia Civil, en Guzmán el Bueno, y me encontré con Tejero, al que conocía de la operación Galaxia, con el capitán Abad. Al verme se quedaron pálidos. No tuve ninguna duda de que estaban conspirando y se lo dije al director, José Aramburu, quien no le dio importancia. Viendo su actitud me fui directamente a hablar con Javier Calderón, que era el secretario general del CESID. Él mismo ha reconocido este hecho.

– Pero no hizo nada.

– Bueno, lo que sabíamos es que los órganos de investigación también estaban en manos de la Guardia Civil. Tal vez me equivoqué y tenía que haber acudido a la policía, pero acudí a él porque era a quien mejor conocía.

– Si la operación Galaxia, que consistía en el cerco militar de Madrid y la toma del poder por los militares golpistas pudo ser detectada y cortada a tiempo, los preparativos del golpe del 23-F siguieron su curso sin que los servicios de inteligencia intervinieran para nada, ¿tal vez porque algunos altos responsables del CESID estaban complicados en los mismos? Me refiero al comandante José Luis Cortina Prieto, jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME) y a su segundo jefe, el capitán, Francisco García Almenta.

– Yo no lo sé. De Cortina sabemos que salió absuelto y de Almenta, no sé.

– Se ha dicho que Suárez se sintió traicionado por el nombramiento de Armada como segundo jefe del Ejército.

Bueno, cuando lo nombraron, Suárez estaba en Canarias.

– Pero el vicepresidente, el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado…

– Al pobre Gutiérrez Mellado le hicieron la vida amarga e imposible.

– Parece que a usted también.

El general guarda silencio. Acerca el vaso de agua a los labios y da un pequeño sorbo como si desease no recordar los malos momentos. Él dirigió los servicios de inteligencia del SECED tras el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, desde junio de 1976 hasta noviembre de 1977, y tendió puentes con los dirigentes de las principales fuerzas democráticas. Con sus gestiones y conocimientos sobre la realidad de los partidos políticos en la clandestinidad hizo posible el diálogo y el entendimiento. “Todos tenían el gesto fiero, pero era mentira; yo tenía a mi gente introducida y sabía realmente lo que ocurría en los partidos, cuántos eran y qué pensaban realmente”.

En este punto, el general cuenta que tenía a un agente, un guardia civil, infiltrado en un determinado partido en Murcia y ante una asamblea que iban a celebrar le ordenó que se hiciera notar. “Y lo hizo tan bien que le querían nombrar secretario general”. Otra anécdota de alguna de sus intervenciones como jefe de los servicios de inteligencia de la presidencia consistió en su intervención directa para pedir a Felipe González que hiciera el favor de llamar a Suárez.

Suárez estaba esperando que le llamara para verse y Felipe no le llamaba. Suárez, a su vez, tampoco le llamaba. Había una tensión entre ambos (como la que se produce en una pareja cuando se enfadan, podríamos decir) y me presenté en la sede clandestina del PSOE, en Cuatro Caminos, para decirle a Felipe que hiciera el favor de ceder y llamar a Adolfo”.

El general no puede disimular su simpatía y admiración por Suárez. “Vivimos momentos muy difíciles, el secuestro de Oriol y de Villaescusa, la matanza de Atocha… Teníamos la sensación de derrota. Y en aquellos momentos te vuelves, miras al jefe, qué piensa, qué hace… y ante el abatimiento general te encuentras a un hombre sereno”.

Cassinello destaca otra cualidad extraordinaria de Suárez: “Adolfo era muy cariñoso, muy cercano y podía poner de acuerdo a setenta”. Su calidad humana contribuyó de modo decisivo a la Transición y evitó el estancamiento y la involución, explica. Cuando decide legalizar al PCE, el famoso “Sábado Santo rojo”, 9 de abril de 1977, soporta la presión de la cúpula militar franquista y junto con Gutiérrez Mellado defiende a Cassinello de las iras los que querían someterle a un juicio de honor y expulsarle del Ejército por haberles remitido un documento informativo para persuadirles de que los comunistas no eran ni tan fuertes ni tan fieros. “Los trabajadores sólo querían mejoras sociales y salariales. Otra cosa eran los dirigentes. Pero todos apostaban por la reconciliación nacional”.

– Ya, pero a usted le querían expulsar.

– ¡A mí, que habían matado a mi abuelo…!

– Y entonces abandonó la dirección de los servicios de inteligencia.

– No, cumplí mi trabajo, que consistió en unificar los servicios de inteligencia civil y militar, y como el diseño del CESID establecía que el director tenía que ser un general, pasé a colaborar un tiempo con Manuel Gutiérrez Mellado como responsable de relaciones informativas y sociales de la Defensa. Después me integré en el Estado Mayor de la Guardia Civil y estuve con el general José Antonio Sáenz de Santamaría y con Marcelino Oreja de delegado en el País Vasco.

Cuando le pregunto si como coordinador de los servicios de información antiterrorista del CESID y la Guardia Civil era, como se ha dicho, la persona mejor informada de España, sonríe levemente y guarda silencio. De los episodios de la guerra sucia sólo habla para recordar que “no se hizo caso a los italianos fascistas ni a los de la Pide portuguesa en tiempos del general Valverde” (El director del SECED que nombró Carlos Arias Navarro en sustitución de José Ignacio San Martín).

– ¿Cómo vivió usted el 23-F?

– Yo estaba haciendo el curso de mando superior en el Centro de Estudios de la Defensa, estaba en clase y me llamó un sobrino desde Bilbao: “Oye, que unos tíos disfrazados de guardias civiles han entrado a tiros en el Congreso”. Salí rápidamente a mi puesto, en la segunda sección del Estado Mayor de la Guardia Civil. Aramburu estaba saliendo hacia el Congreso y me dijo: “Ponte en contacto con todas las comandancias y les dices que esto no es cosa de la Guardia Civil”. Las líneas telefónicas estaban colapsadas, todos los españoles estaban hablando por teléfono. Fue una tarea ardua, pero conecté comandancia por comandancia, sección por sección, repitiendo a todos lo mismo… Hubo cosas muy chuscas aquella noche. Valencia se resistía, no se ponían al teléfono. Cuando logré hablar dejé el recado a Quintiliano, el jefe, de que se atara los machos. Al poco me llama y me dice que “aquí no pasa nada”. ¿Cómo que no pasa nada, si los tanques están en la calle?, le contesté. Entonces me contesta: “Estás equivocado, Armada va a ser presidente del Gobierno”.

– Hubo cosas chuscas…

– Bueno, a un capitán de una compañía de operaciones se le ocurrió hacer un asalto a tiros de una torreta de televisión aquella noche… De pronto recibimos un mensaje cifrado diciendo que un convoy de Infantería de Marina cargado con munición y explosivos se dirigía a Madrid. Se les había ocurrido municionar precisamente aquella noche a las unidades que tenían en Madrid… Pasé la noche llamando y pulsando el sentir de las unidades y dejé constancia en una extensa carta a Aramburu de las respuestas y los incidentes. A la mañana siguiente me puse el uniforme y me fui a clase. Poco después me llama el director, Aramburu Topete, y me recibe con la carta en la mano. Dadas las circunstancias y la tarea que teníamos por delante, me di de baja en el curso, claro.

– Analizando detenidamente lo ocurrido, ¿qué no sabemos todavía del 23-F?

– La trama civil. Es ridículo creer que la trama civil fuera exclusivamente García Carrés.

– Ni siquiera conocemos las grabaciones de las conversaciones telefónicas que los jefes golpistas mantuvieron aquella noche desde el Congreso.

– Bueno, de eso puede saber algo Laína (en referencia al subsecretario de Interior, Francisco Laína, que actuó como presidente del Gobierno en funciones).

– ¿El golpe estaba bien preparado?

– No fue serio; a los diez metros de salir una unidad de la Acorazada Brunete, Juste los mandó hacía atrás y obedecieron inmediatamente. En la Brigada Paracaidista ocurrió otro tanto, en Aranjuez lo mismo… Torres Rojas viniendo de La Coruña a ponerse al frente de la sublevación… ¡Hombre! Pardo Zancada actuando por su cuenta… Sublevarse es muy difícil.

– Y más con un capitán general honrado y demócrata como Ignacio Quintana Lacacci en Madrid…

– Y al pobre, lo mató la ETA.

– ¿Cuál es su opinión sobre lo que está ocurriendo en ese mundo: el alto el fuego, el desmarque formal de Batasuna?

--Yo siempre digo lo mismo: la paz hay que buscarla siempre, no a todo precio, no a todo precio, claro, pero hay que buscarla siempre.

Llevamos dos horas hablando. Cassinello es buen conversador. Sobre la tardanza del rey Juan Carlos en salir la noche del 23-F a poner en su sitio a los militares da una justificación física: “La Zarzuela estaba rodeada por un escuadrón de caballería y de allí no podía salir nadie hasta que no se retiraron; por eso la cinta con el mensaje del Rey tardó tanto en llegar a Televisión en Prado del Rey”.

Pago los cafés (tres euros) y el general se pone su gorra verde de lana, se enfunda el abrigo y salimos. Ha dejado de llover. La atmósfera de Madrid está limpia y fresca. Pronto podremos disfrutar de la primavera, pero hubo un tiempo en el que la primavera democrática que con gran dedicación éste y otros hombres consiguieron estuvo a punto de ser frustrada.

6 Comments
  1. celine says

    ¡Qué tiempo tan feliz! ¿Recuerda la canción de Eurovisión, Luis Díez? El final de la historia no estuvo mal de todo. ¿Por qué seremos tan pesimistas los españoles?

  2. A Celine says

    No sé yo si fue feliz porque eramos más jóvenes e indocumentados, pero algunos lo desvivimos acojonados. No salió mal porque la gente eramos maravillosos y no íbamos a tolerar a unos espadones facciosos y porque los políticos supieron darse la mano aunque vinieran de caminos muy distintos, tuvieran diferentes metas y no se conocieran entre ellos. Sí, fue un tiempo duro y feliz, Celine.

  3. Zaratustra says

    Lección de historia: Echaron al gobernante odiado por los golpistas, como si los golpistas fueran saciables.

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