Hay buenas razones para ir a la “guerra” de Libia que no se daban en la guerra de Irak. Pero ninguna de ellas es moral ni es de fondo. El mundo está mejor sin Saddam y estaría mejor sin Gaddafi. Las violaciones de los derechos humanos son atroces en los dos casos (y en muchos más que por desgracia ni siquiera nos ocupan). El derecho de ambos pueblos a vivir en libertad, idénticamente urgente. La desidia internacional en hacerles caso, tan vergonzosa como de costumbre.
Hay buenas razones para ir a la “guerra” de Libia que no se daban en la guerra de Irak. Pero ninguna de ellas es esa “legalidad internacional” que en la práctica constituye un fantasma tan elusivo como “los mercados”. ¿Qué es legalidad internacional? Por supuesto es mucho mejor tener resoluciones de la ONU a favor que no tenerlas o que tenerlas en contra. Pero si algo demuestra la historia reciente es que estas resoluciones son de goma, que cada uno las usa y las interpreta (y por supuesto las incumple) según le conviene. Como para que se aprueben tienen que ser tan en verso y tan oscuras como la Biblia (o, ya puestos, la Constitución española), en la práctica valen para todo.
La resolución 1441 aprobada en su día sobre Irak advertía que Irak tendría que afrontar “graves consecuencias” a causa del continuo incumplimiento de sus compromisos. Pero, ¿qué son “graves consecuencias”? ¿No es eso un coladero monumental? Para unos significaba de todo menos la fuerza. Para otros significaba lo contrario, más cuando previamente se había aprobado “autorizar a los Estados miembros a emplear todos los medios necesarios para defender y ejecutar” resoluciones anteriores. De ahí el lío que se montó cuando George W. Bush decidió unilateralmente que no hacía falta más para invadir Irak, mientras Francia, Rusia, etc, afirmaban igual de unilateralmente que eso era imposible sin una segunda resolución. Que por supuesto ellos no pensaban permitir que se aprobara ni en pintura.
Que de aquellos polvos vienen muchos lodos lo confirma el hecho de que ahora todo el mundo se haya molestado en precisar una sola cosa en la resolución 1973 aplicada a Libia: que la invasión terrestre del país está EXCLUIDA. Que ONU escaldada del agua fría huye. Pero en el 2003 no estaba ni mucho menos tan claro.
Y no lo estaba porque por lo mismo que existe la legalidad internacional existe el fraude de ley internacional. La tangada diplomática. El uso sistemático de la norma para saltársela. A quien practique una ideología o un periodismo emocional, basado en buscar aquella “realidad” que mejor confirme nuestros prejuicios, le conviene reducir el tema al absurdo y ponerse a repartir carnets de buenos y malos. Lo que desde luego no le conviene es seguir leyendo este blog. Avisado queda el que continúe: de ahora en adelante salen cosas que pueden herir la sensibilidad tanto de los de izquierdas como de los de derechas. Más cuanto menos les guste pensar sin hipotecas.
Por ejemplo: si alguna guerra se explica de verdad por el petróleo, es mucho más probable que sea la de Libia, no la de Irak. Después de la guerra de Irak el precio del crudo más bien aumentó, como todo el mundo sabe (si lo ha querido saber). En cambio la que estaba cayendo en Libia sí que era un peligro para los intereses energéticos occidentales. No es extraño que Francia, que es la que tiene mayores intereses de este tipo en la región, haya liderado la patada de la ONU en el culo de Gadafi. Lo hace exactamente por las mismas razones que en 2003 se opuso a la patada en el culo de Saddam.
Aunque en Europa cueste mucho creerlo, Estados Unidos se metió en Irak de relativa buena fe. Fue el resultado de un cóctel explosivo de factores, empezando por la orgía redentora y salvamundos de los neocon, concretamente del sector neocon que proviene de la izquierda americana anticomunista, los trotskos made in USA que aúnan la visión de su país como el Superman planetario con un peligroso tipo de idealismo. Sobre todo peligroso porque muchas veces les ha llevado a ver el mundo no como es sino como ellos quisieran que fuese. Les pasó en Vietnam y les pasó en el Irak de 2003, cuyas diferencias más relevantes con la Libia de hoy, para el caso que nos ocupa, son:
a) En Libia hay un movimiento rebelde organizado, una alternativa al régimen, que además se produce en un contexto regional de cambio
b) La continuidad numantina en estas circunstancias de Gadafi supone una amenaza para Occidente, porque puede conducir a un nivel de inestabilidad y de caos geoestratégicamente y económicamente desastrosos. Por menos de esto Washington (y París, y Londres, y Calahorra porque no se entrena…) han dejado caer dictadores examigos. Véase Trujillo en la República Dominicana, véase Pinochet en Chile cuando definitivamente se le fue la olla, etc.
Ni lo uno ni lo otro se daban en el Irak de Saddam Hussein. Este no sólo no suponía una amenaza directa para Estados Unidos (ya no disponía de las cacareadas armas de destrucción masiva, y sus vínculos con Al Qaeda eran bastante más débiles que los de la monarquía saudita, sin ir más lejos) sino que enfrente de Saddam Hussein no había nada. Nada de nada. Mentían como bellacos los disidentes del régimen que por su propio interés habían intoxicado a la CIA con historias de arsenales bioquímicos bajo la arena o asegurando que los marines serían recibidos con dulces y flores. La CIA compró sus burras para tapar que no tenía ni una gota de inteligencia directa aprovechable en el país que se había convertido en la obsesión de Bush hijo, quizás por razones tan freudianas como llegar a donde no llegó Bush padre en 1991. Pero Bush padre no llegó por una buena razón: sabía que Saddam Hussein era un contrapeso estupendo de Irán.
Con los datos que tenemos hoy en día parece razonable inferir que Bush hijo fue a la guerra no tanto por maldad como por precipitación e incompetencia. De él y de algunos de sus colaboradores. Pasado el 11-S todo el mundo en la Casa Blanca se desespera de que haya podido ocurrir una cosa así sin que nadie se oliera nada. Les entra el pánico a la burocracia, a la lentitud de reflejos y de decisión. Se impone la táctica de tirar por el camino de en medio, en lo nacional y en lo internacional.
No llegó a haber ni un briefing serio para tomar la catastrófica decisión de desbandar el ejército iraquí. Tampoco para ver qué hacían con la ONU. Aprobar resoluciones allí era la última de las preocupaciones del presidente, que no le habría dedicado al tema ni medio pensamiento de no pedírselo por favor sus aliados más necesitados de algún tipo de árnica, léase Tony Blair y José María Aznar. Bush estaba tan convencido de tener razón y de además tener derecho (creía con toda su alma que estaba defendiendo al pueblo americano de otro 11-S, o por lo menos vengándolo, o por lo menos mandando un mensaje a toda la inmundicia terrorista...), que le importaba exactamente un huevo que algún jefecillo europeo quisquilloso no le diera la razón.
Otro tanto le pasó a Aznar, otro que se metió en esto por idealismo. ¡En serio! Estaba convencido de que lo mejor que le podía pasar a España era salir de la órbita de París y Berlín, donde a su juicio se nos ninguneaba, y alinearse con Londres y Washington. Si a eso se le suma que el argumento era la guerra contra el terror, una obsesión para Aznar desde pequeñito, desde mucho antes de conocer a Bush y apuntarse a cursos de inglés, ¿cómo va a sorprendernos que hiciera lo que hizo, con su característica terquedad de mula? Como estaba convencidísimo de tener razón, saltó a la piscina sin ni mirar si había agua. Y toma castaña.
Por su parte el error de los otros seguramente fue no contemplar la posibilidad de que Bush pudiera tirarse en plancha así, y los demás seguirle así de ciegamente. Franceses, rusos y demás maniobraron en todo momento como si la guerra se pudiese parar en cualquier momento por razones pragmáticas (por ejemplo sus propios intereses empresariales en la zona), como si siempre se estuviera a tiempo. Cuando se quisieron dar cuenta de que la quiebra del consenso internacional no era una estrategia sino un hecho, ya era tarde. Ya ardían Bagdad y Troya.
La diferencia ahora es que unos conocen más a los otros y han evitado meterse en las ratoneras de la última vez. Pero las miserias de fondo no dejan de ser las mismas. Sin duda es una buena noticia, o por lo menos una noticia reconfortante, descubrir que el Consejo de Seguridad de la ONU todavía es capaz de aprobar una resolución para intervenir contra un tirano sanguinario y en defensa de la población civil. Por desgracia una tiene muchas dudas de que realmente se esté dispuesto a llegar hasta el final. Si Gadafi entiende que está acabado todo saldrá bien (cientos de miles de refugiados y muertos más o menos), pero, ¿qué pasa si no lo quiere entender, si, como Saddam, elige morir con las botas puestas? ¿Sea porque está loco o porque también este piensa que Occidente no se atreverá a entrar?
Lo más triste de todo es que, si Gadafi piensa esto, en parte lo puede pensar sólo dándole a la hemeroteca y comprobando cuán frívolos llegaron a ser en su día muchos argumentos del “no a la guerra”. Tan frívolos y tan irreflexivos (lo que diga mi señorito va a misa; lo que diga el de enfrente, va al paredón), que, ¿por qué no le iban a valer a él? La conclusión desesperante es que en la práctica se va a las guerras, o no se va, mayormente por tonterías. En nuestro caso ya ni siquiera es por interés, pues hace rato que nos da igual. Como a los demás les da igual lo que diga o haga España.
¿Quién va a contar con nosotros para nada, después de ver que Aznar vendía humo, es decir, una foto de las Azores que la opinión pública española no aprobaba ni soportaba, es decir, que no era posible? ¿Y después de ver a Zapatero retirando las tropas no ya de Irak sino de Kosovo sin avisar, por lo cual ya se llevó en su día un buen tirón de orejas de Joe Biden?
Entre el uno y el otro han dejado meridianamente claro al mundo que en España no hay política exterior, sólo marrón interior. Con lo cual da igual que nos peleemos así, da igual el sí o el no a la guerra, da igual si es para descabalgar al PP o para chinchar a Zapatero. Da igual porque nadie nos oye. Hacemos el ridículo en pleno desierto.
La guerra es la paz
Lema acorde con el Ministerio de la Paz, que sustituye al Ministerio de la Guerra o el Ministerio de la Verdad, se encargan de escribir la historia. La literatura política de aquellos años quedaba anticuada, absolutamente inservible. Documentos e informes de todas clases, tenían que ser rectificados .
Los minutos de odio de la novela de Orwell tienen como claro fin conseguir que la población se identifique con la doctrina del
Partido y comparta el odio hacia el enemigo que, como podemos observar en el libro, cambia según discurre la guerra, con lo
que la población tiene que cambiar el destinatario de su odio, pese a que en los ciudadanos no hay conciencia real de ese
cambio (Orwell, 1995: 180-182).
Los programas de los Dos Minutos de Odio variaban cada día, pero en ninguno de ellos dejaba de ser Goldstein el
protagonista. Era el traidor por excelencia, el que antes y más que nadie había manchado la pureza del Partido. […] Él era un
objeto de odio más constante que Eurasia o que Asia Oriental, ya que cuando Oceanía estaba en guerra con alguna de estas
potencias, solía hallarse en paz con la otra. […] A los treinta segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza,
un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecían recorrer a todos los presentes. (Orwell, 1995: 19-21)
Primero lo de Irak me toco personalmente en la Guerra del Golfo cuando fui parte de una movilizacion donde jovenes tuvieron que ir a esa Guerra con el temor del uso de armas quimicas que Hussein uso contra los kurdos y contra iraníes. Asi que el riesgo era real, gracias a Dios no hubo guerra química. Con relación al hijo de p. de Hussein bien muerto esta y se lo merecía y la muerte de su estirpe, de sus hijos varones. En cuanto Bush hijo es sabido que quería ser mejor que su padre y eso fue parte de intervenir en Irak. Me opuse como ciudadano para la invasión de Irak porque no quería una guerra de desgaste donde vinieran tantos jóvenes o muertos o mutilados, aunque me alegre que el hijo de p. su cabeza rodara decapitada. En cuanto a Europa entera es un chiste porque no tienen la determinación de enfrentar a todos esos personajes, ratas del desierto. Bastante que le rieron las gracias a Hussein y a Gadafi con su tienda de campana en todos los países europeos que visito.Espana pues ha lucido con este gobierno como uno timorato y nadie lo toma en cuenta pero Europa esta en el mismo plano excepto el Reino Unido. Creo que ante la sumisión a esos tiranos y sus regímenes es preferible la confrontación, ya que por cada hijo de p. que se envie al infierno el mundo será uno mas sano.
Anna muy buen articulo,la pasión de mi anterior comentario es como consecuencia de tanta tonteria llenos de estribillos de muchos que no conocen a los Estados Unidos, que a pesar de sus defectos como colectivo humano, tiene los pantalones de enfrentar a tiranos y le salvo la vida a Europa en dos guerras mundiales. Soldados jóvenes y de clase humilde que en su gran mayoría desconocian la geografía o los problemas políticos pero derramaron su sangre para que Europa fuera libre.
Algo que no se comenta mucho es el alzamiento iraquí en 1992. Si en ese momento se hubiese hecho lo que ahora en Libia (al menos apoyar a esos rebeldes) nos hubiésemos ahorrado muchos problemas.
Reconozco que no había leído antes un artículo suyo. Pues nada, un lector más.
Estupendo articulo,solo apuntar que si que existia una oposición en Iraq,los kurdos,tenian sus zonas libres de Sadam,gracias al apoyo de la aviación aliada.
La misma resolución si la aceptan todos es justa,si la veta china es injusta,que curiosa es esta legalidad internacional
Todos sabemos que en todo esto de la «realpolitick» internacional es un juego de intereses, hipocresias y cinismo. La verdadera justificación no fue que Husein fuese un dictador, que lo era, apoyado en el pasado por los mismos países que ahora le atacaba, sino por pura estrategia económica-energética-geopolítica. Pero la intervención en Irak chirriaba más de la cuenta.
También la intervención en Libia chirrría, aunque esté justificada con una resolución de la ONU, los mismos que durante años han hecho negocios o le han reido las gracias el sátrapa friki, de dudosa salud mental y comportamiento erróneo.
Pero lo que más chirría ahora es el movimiento del NO A LA GUERRA. Resulta petético que salgan ahora a la calle, lo mismo que resulta patético que muchos de ellos, a estas alturas de la Historia, aún siguen pidiendo un advenimiento de la URSS.
Yo también estoy en contra de la guerra. Pero tembién pienso que si se fuese estado por la no intervención en los años 40, hoy el mundo estaría dominado por el fascismo y el nazismo. Ya me hubiera gustado que hubieran intervenido para salvar nuestra República. También yo tengo derecho a tener mis contradicciones.
Creo que has escrito un artículo fantástico. Muy apegado a la realidad y con mucho criterio. Tocas varios puntos que darían para una tésis. Sigue así.
Saludos.
Excelente articulo, solo discrepo en un detalle, el supuesto idealismo de Aznar para ir a la guerra. Como comentas luego, Aznar queria salirse del Eje Paris-Berlin donde se nos ninguneaba. Ese es el problema de fondo. Aznar consideraba que se le ninguneaba a el y de ahi, esa obsesion por aliarse con EEUU e Inglaterra, quien por motivos oportunisticos, le daban coba. Si el precio era una guerra, bienvenida fuera aunque nos dejara 200 muertos en casa. Esto no es idealismo, es complejo de inferioridad y arrogancia que hemos pagado con sangre. En mi opinion, Aznar es responsable moral por la muerte de 200 personas en el 11-M.