Las dos obsesiones de Zapatero

Esta vez, el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no ha logrado llevar a cabo su plan. Tal era el desplome de su imagen y su credibilidad, reflejado en las encuestas, que sus correligionarios, antes obsequiosos y aduladores y en los últimos meses convertidos en sus verdugos, que Zapatero no tuvo más remedio que atajar el descalzaperros organizado en su partido a cuenta de su lento deshojar la margarita.

El plan de Zapatero consistía en anunciar su decisión de no presentarse por tercera vez a las elecciones generales como candidato del PSOE después de los comicios del 22 de mayo. En el “secreto”, estaban el presidente del partido, Manuel Chaves,  el vicesecretario general, José Blanco y, más adelante, se incorporaron Alfredo Pérez Rubalcaba, firme candidato a sucederle y el presidente del Congreso, José Bono. Y, tal vez por acallar las airadas voces de los barones, pidiendo un anuncio ya, o para demostrar que formaban parte del núcleo más íntimo de poder en el PSOE y que estaban en el “secreto”, los planes de Zapatero fueron de boca en boca. Su marcha era un secreto a voces y los barones no estaban dispuestos a que el líder socialista les arrastrase en su caída. Por eso, conscientes de que se iba, pero en profundo desacuerdo con su decisión de no hacerlo público hasta después del 22-M, siguieron presionando hasta forzar el anuncio de ayer de Zapatero. Ya no creían en su magia, ni en su gran capacidad de gestionar los tiempos. Se había convertido en un lastre.

Zapatero tuvo que cambiar de planes y adelantar su anuncio, su “no seré candidato en 2012” al Comité Federal del PSOE de ayer. Si algo tuvo siempre presente era que ese anuncio no podía ni quería hacerlo sino ante el máximo órgano entre congresos de su formación. Siempre fue “hombre de partido” y llegó a comentar en privado que uno de los errores cometidos por  Felipe González, fue descuidar su faceta orgánica, para ocuparse  en exclusiva al gobierno.

Zapatero llegó ayer al Comité Federal e hizo lo que le pedían los barones: despejar la incógnita. Pero hecho esto, se hizo fuerte en el gobierno, al más puro estilo González. Con su anuncio, el presidente dejó el futuro del PSOE en manos de su militancia, que tendrán ocasión de elegir entre Rubalcaba, Carme Chacón y cualquier otro que consiga el número de avales necesarios para presentar su candidatura. Pero, al mismo tiempo, se aferró a las riendas del gobierno.

El presidente Zapatero planificó su anuncio, para sus correligionarios: un mensaje sencillo y claro para el PSOE. Pero lo hizo coincidir con el día de la publicación de una entrevista en diversos periódicos europeos. A Europa, a sus dirigentes de la UE, a los mandatarios europeos, a los mercados y a los organismos oficiales que evalúan periódicamente la salud de nuestra achacosa economía, les anunció que piensa seguir al frente del Ejecutivo, que va a ejecutar las reformas que tiene pendientes y dejó entrever que tiene una eventual mayoría parlamentaria, dispuesta a apoyarle en todas las reformas por venir desde ahora hasta las elecciones generales de marzo de 2012. Para hablar con su partido, bastó un discurso directo,  sin florituras, en el Comité Federal. Para llegar a los mercados y a la UE, se valió de los medios de comunicación: les avanzó su hoja de ruta y sus intenciones.

Previamente a todos estos anuncios, había aquilatado el apoyo de los empresarios de las principales empresas españolas y arrancado el compromiso de las fuerzas nacionalistas con representación en el Parlamento, de que no dejarán de apoyar las reformas económicas que tiene previsto traer a la Cámara antes de abandonar el gobierno.

Todos sus pasos, una vez alterados sus planes de guardar silencio hasta después de las elecciones del 22-M, estaban medidos, calculados y garantizados por numerosas conversaciones y compromisos con empresarios y fuerzas políticas.

Comenta Zapatero a los suyos que su única obsesión  es “sacar a España de la crisis”. Reconoce que actuó con demasiada lentitud para empezar a luchar contra ella, pero asegura que está entregado en cuerpo y alma a esa lucha. En el fondo, esa obsesión por sacar a España de la crisis, va acompañada de otra: convertirse en “un gran ex presidente”. Zapatero es consciente que, hoy por hoy, su imagen está abrasada, pero confía en que, con el tiempo, los ciudadanos y la historia le reconozcan su esfuerzo, su papel y su sacrificio, porque ese “voy a trabajar por sacar a España de la crisis, me cueste lo que me cueste”, le ha costado hasta ahora una caída en picado de su popularidad y la confianza que genera en el electorado. Y, pese a su marcha, puede costarle también muchos votos al PSOE el próximo 22-M. Pero Zapatero todavía cree que tiene margen para que la historia le reconozca su labor. Y en eso está y estará hasta  marzo de 2012.