Matar a Osama Bin Laden dos veces: el lobby militar-periodístico-hollywoodiense arropa a Obama

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Robert Schmidle. / newamerica.net

¿Se acuerdan ustedes de que hace relativamente poco The New Yorker publicó un asombroso reportaje contando con pelos y señales la última noche en la tierra de Osama Bin Laden? El autor era Nicholas Schmidle, un periodista ya de antes muy experimentado y respetado, pero que desde entonces ha subido directamente a los altares de la profesión. Lo suyo no era un reportaje, era una obra maestra: muy informativo, muy bien escrito, muy emocionante, etc. Pocas películas de Indiana Jones están a la altura.

Lo único que se le podría reprochar era la descarada ausencia de todo sentido crítico hacia los implicados en la operación. Del presidente Barack Obama hasta el perro de los SEAL todos salían inmaculados de la historia, que por ejemplo narra en detalle cómo uno de los agentes especiales, al ver que se le echaban encima dos viudas de Bin Laden, sin dudarlo un segundo las abrazó. A las dos de golpe. No porque fuera mormón ni porque el velo le diera morbo sino por temor a que las mujeres llevasen explosivos pegados al cuerpo. Para comerse él toda la explosión; de ser ciertas sus sospechas, habría palmado en el acto. Salvando la vida, eso sí, a los dos compañeros que le seguían desde la planta baja de la fortaleza de Abbottabad.

Todo lo que cuenta Nicholas Schmidle es tan admirable que hasta que a los americanos se les cayera un helicóptero al suelo lo dan por bien empleado: así no habrá dudas de que de verdad entraron allí, de que la entera operación no es un bulo ni es un cuento, afirma una de las fuentes del periodista. Estas están lo suficientemente bien situadas como para saber, por ejemplo, que Obama regaló una cinta métrica al jefe de los SEAL. Era el colofón irónico a su propio comentario el día de autos, cuando desde la Situation Room de la Casa Blanca observó que para verificar la altura de Bin Laden (una de sus más claras señas de identidad) uno de los SEAL que medía lo mismo tuvo que tumbarse cuan largo era al lado del cadáver. “¿Nos dejamos allí un helicóptero que vale 60.000 dólares, y no podíamos comprar una cinta métrica?”, parece que preguntó con sorna el presidente.

En fin, que tan bonito y tan redondo le quedó todo a Nicholas Schmidle que no faltó quien comparara su trabajo con algunos documentales y películas que en los años 40 filmara el maestro John Ford para la Office of Strategic Services (OSS), antesala de la CIA que llevó el peso del espionaje y la propaganda americana durante la Segunda Guerra Mundial. La propaganda no deja de serlo porque esté bien hecha y cuente cosas interesantes, así sean los juicios de Nuremberg o la muerte de Bin Laden.

Nicholas Schmidle. / newamerica.net

El caso es que ha aparecido una nueva conexión entre Nicholas Schmidle y la cúpula militar de Estados Unidos. Resulta que este brillante periodista es hijo de Robert Schmidle, general de Operaciones Especiales y comandante adjunto del U.S. Cyber Command, el gran paraguas bajo el cual se intenta aglutinar toda la ciberdefensa (y algún que otro ciberataque) de Estados Unidos.

Sin quitarle ni un ápice de interés al trabajo de Schmidle, sin duda sus conexiones familiares explican tanto sus privilegiadas fuentes como el tono mayor y admirativo sin reservas de su escrito, digno, en efecto, de una película de John Ford. Hasta el tempo parece calculado al milímetro: el reportaje apareció en un momento en que, aparentemente disipado el subidón de gloria de la caída de Bin Laden, la popularidad de Obama estaba bajo mínimos. Y es que la crisis no perdona.

Por ahora parece que se van cumpliendo los designios de que ni servir la cabeza de Bin Laden en bandeja de plata, ni resucitar a todas las víctimas del 11-S así estuviera en su mano, salvará a Obama del revolcón electoral si no da muestras de que controla (un poco por lo menos) la situación económica. Recuperación o muerte.

Ahora, desde luego no será porque el lobby militar-periodístico no haga todo lo posible por arropar al comandante en jefe, por cerrar filas con él y por echarle una mano épica. ¿Para cuándo una película de Steven Spielberg? Bueno, de Spielberg no pero sí de Kathryn Bigelow, la oscarizada directora de The hurt locker. Su nueva película va sobre la larga caza de Bin Laden y casualmente se estrenará un mes antes de las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre de 2012. Bigelow ya ha tenido que salir al paso de rumores de haber recibido de la Casa Blanca acceso preferencial a material top secret a cambio de presentar a Obama bajo la luz más favorable posible ante los electores. "Es absurdo", se defiende la cineasta de las sospechas tanto de columnistas de The New York Times como de miembros del Congreso.

¿Aún será Bin Laden quién gane las elecciones USA después de muerto?

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