Para hacer bien una encuesta

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Existen dos tipos de encuestas, las que hacemos a nuestros amigos y familia, y las que publican los periódicos. ¿De cuáles me fío yo más? Por supuesto, de las primeras.

Para hacerlas bien es importante: a) no dejarse llevar por los prejuicios, cosa que sí suelen hacer los grandes medios de comunicación; b) no tener una pretensión científica, como la de las casas de apuestas –perdón, quise decir de encuestas-; c) cocinar los datos recolectados sólo con el aroma de nuestro olfato; y d) no tomar una gran muestra de gente, sino unas cuantas personas a las que conozcamos bien y consideremos representativas del votante tipo de distintos partidos. Por supuesto, los resultados de este trabajo nunca ofrecerán esos decimales tan presuntuosos de los institutos demoscópicos. Pero, observando la evolución de los encuestados y las motivaciones que esgrimen acerca de su voto, se puede hacer un retrato fiel de la tendencia general.

Da la impresión de que esta vez el votante del PP lo tiene clarísimo. Junto a eso, no obstante, hay otro hecho significativo que no aparece en las encuestas publicadas. Percibo en mucha gente una indecisión muy distinta de la de ocasiones anteriores. No es la actitud del despreocupado que aún no ha pensado en el asunto o no le dedica mucha atención. No es ese tipo de gente que planea pasar el día de las elecciones en el campo y ve como un engorro que los colegios electorales cierren a las ocho. Es justamente lo contrario: gente que contempla el futuro con gran incertidumbre y concede a la próxima legislatura una importancia extraordinaria. Son personas convencidas de que nos estamos jugando muchas cosas en este crítico momento y que está reflexionando, quizá con mayor rigor que nunca, sobre su voto.

Lo sorprendente no es encontrarse gente así: los tiempos que vivimos justifican tomarnos la decisión muy en serio. Lo extraño es que en las encuestas de los medios no hay indecisos, justo cuando a una le parece que su relevancia es mayor de lo habitual. Tomemos la encuesta de El Mundo del pasado domingo o la de La Razón de ayer. Según los datos de ambos, el cien por cien del censo ha decidido ya el sentido de su voto. No aparece ni un solo ciudadano que dude, que no esté seguro, que le esté dando vueltas. Esto resulta irreal desde cualquier punto de vista. Podría ser que los institutos demoscópicos hubieran repartido los votos de los indecisos guardando la proporción de los ya decididos, pero eso encerraría una clara distorsión, pues los cambios se producen justamente porque hay gente que duda y al final actúa de manera diferente, no por los que votan como siempre. Me asombra el contraste entre la duda y la volatilidad del voto que veo en los bares y la contundente victoria del PP que reflejan las encuestas. Con esto no aventuro una conclusión, sino más bien un trabalenguas: ¿no será que algunas eminencias sociológicas están decidiendo en sus despachos lo que aún no han decidido los indecisos?

5 Comments
  1. Carlota says

    Para escribir bien un artículo de opinión
    Lo primero, estar informado/a…

  2. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    Irónicamente se decía que en tiempos de Franco que, para que le salieran ‘maquilladas’ las encuestas sobre el ‘bienestar’ social de los españoles de la época, los encuestadores se situaban en las proximidades de los ministerios y en esos lugares preguntaban por los lugares de sus vacaciones; aquellas encuestas, los datos, eran divinos… Todos iban a lugares cuasi paradisiacos… En realidad, los lugares a los que realmente acudían eran centros creados para ellos, esto es, para los funcionarios.
    Jamás hacían unas encuentas imparciales… por llamarlo de alguna forma.
    La vida de los ciudadanos de entonces era la ‘repera’, de buena.

  3. Ricardo says

    A los mortales no nos interesan las dichosas encuestas. Los que se pirran por ellas son dos especimenes que se nutren de ellas, a saber: políticos y periodistas. Alrededor de las encuestan viven y comen multitud de especies relacionados con los anteriores: articulistas, portavoces, comentaristas, contertulios, etc. Que durante meses nos bombardearan con cosas que a nosotros nos importa un pimiento, porque lo único que queremos es votar y se acabó, no tenemos por que soportar durante meses una avalancha de estupideces partidistas de unos y otros. Una de las encuestas mas idiotas que he conocido fue aquella que decía que los votantes preferían a Trinidad sobre Tomás Gómez. Las encuestan son en realidad un lavado de cerebro al ciudadano.

    A mi no me han hecho jamás una encuesta, y seguiré así hasta la tumba. Lo primero es ajeno a mi voluntad, lo segundo ya procuraré yo cuando me requiera para alguna, decirles que se la metan donde les quepa. Si todos hiciéramos lo mismo, este sería un mundo más feliz.

    Señor le llamo para hacer una encuesta, ¿me permite? ….. señorita no tengo nada contra usted, solo hace su trabajo, pero dígale al partido o medio periodístico que pretende doblejoderme primero con las preguntas y mas tarde con sus análisis que se vayan al carajo, o a Salamanca. Clic.

  4. IGNACIO says

    Mi encuesta particular dice que el PP va a arrasar, que a Sagasta le sucede Cánovas, o viceversa, y que las cosas seguirán igual siendo diferentes. Pero eso sí, mi voto, lo que yo puedo decidir, no va a ir a ni a Cánovas ni a Sagasta.

  5. Jogorca says

    Pues algo de ello puede haber, Irene, pero a estas alturas nadie duda que el PP arrasará, evidentemente no por méritos propios sino por que cualquier gobierno que gestiona dificultades es castigado si o si. Como dice Ignacio, tampoco contarán con mi voto ninguno de los dos. En este caso después seguiremos igual, pero llegará el momento de las excusas de los nuevos gobernantes echando la culpa a la gestión de los anteriores, y los anteriores esperando el momento de volver de aquí a cuatro u ocho años, cuando el desgaste haga mella en el nuevo gobierno. ¡Asco de bipartidismo!

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