
Debo admitir que no soy fan de François Hollande. Hay algo en él que me… desmoviliza. Y que me deprime. Pero en este caso hay que quitarse el chapeau ante la naturalidad solemne con que Monsieur le President ha reconocido la complicidad de una parte no total pero tampoco insignificante de la sociedad francesa con los crímenes nazis contra los judíos. Ocurre esto en el 70 aniversario de la trágica redada de Vel d’Hiv, cuando 13.152 judíos fueron cazados para su deportación a los campos de exterminio, entre ellos 4.000 niños atrozmente separados de sus madres. Se dice pronto.
Hollande ha sido firme e inequívoco al llegar donde nunca osó Charles De Gaulle, jamás se dignó François Mitterrand y sólo Jacques Chirac se atrevió a abrir brecha: el reconocimiento puro y duro de que ni siquiera Francia, la gran Francia, es perfecta. Que tiene y ha tenido sus luces y sus sombras... horrendas algunas de ellas. Y que junto a la legendaria Resistencia francesa (tan legendaria ella que, para qué nos vamos a engañar, la totalidad de su miembros cabían, si no en un taxi, en unos cuantos autobuses medianejos) existió una vil mayoría acomodaticia que toleró, o por lo menos no combatió, que la ignominia de Vel d’Hiv se consumara sin necesidad de ensuciar las botas de ni un solo soldado alemán. “Fue un crimen cometido en Francia, por Francia”, ha admitido Hollande, entero.
Tampoco es que Monsieur le President descubra aquí la sopa de ajo. O así sea la de cebolla, más gabacha ella. Este reconocimiento de lo evidente 70 años después guarda algún paralelismo con la rauda admisión de la Iglesia Católica de haberse equivocado con Galileo… Es verdad que el Elíseo se muestra pelín más ágil que el Vaticano (no es difícil) en sus mea culpa, pero vamos, que si aquilatamos los tiempos vitales y políticos, no cabe duda de que se han asegurado de no reconocer nada de nada hasta que el más imberbe de los implicados en aquella atrocidad que ahora reconocen esté bien muerto y enterrado, como todos los del caso Dreyfuss. No vaya a ser.
Y sin embargo, sin embargo… el gesto de Hollande tiene no poco valor en este mundo de memorias históricas a medida y constante reinvención del pasado no ya de uno sino de todos. Hasta el punto que ya ni se trata muchas veces de salvar personalmente la cara (algo humanamente comprensible, así sea políticamente deleznable y moralmente asqueroso…), sino de negarse con tozudez a ver las cosas como son. Y a aprender algo. Y a crecer algo con lo aprendido. Sin ir más lejos, en España.
En nuestro país acaba de publicarse el Informe del Observatorio de Antisemitismo en España en 2011, iniciativa conjunta de la Federación de Comunidades Judías de España y del Movimiento contra la Intolerancia. ¿A ustedes les parece que haya tenido mucha resonancia? A mí tampoco.
Algunos detalles interesantes: el Observatorio de Antisemitismo recibió en 2011 el doble de denuncias que en 2010. Quizás por un mayor conocimiento de la población de la iniciativa, sugieren ellos mismos. O a avances como la creación de una fiscalía de delitos de odio en Málaga. Aunque no es optimismo todo lo que reluce. Los sitios de Internet con contenido antisemita se han multiplicado por 2,5 en un año. Se dice pronto. De cuatrocientos han pasado a un millar.
Casi siempre en tono menor, como quien perdona la vida o dice chorradas, como quien se lamenta de un supuesto y abusivo exceso de corrección política que penaliza cada pequeña tontería que se piensa o que se dice... Como si los chistes malos o los insultos de judíos tuvieran infinitamente menos importancia que los de mujeres, negros, catalanes, socialistas, etc…
¿Que aquí no ha habido un gobierno de Pétain o una redada de Vel d’Hiv? Sin duda. Pero sí hemos tenido Reyes Católicos y perros judíos a los que el Cid pedía dinero sin sentirse para nada obligado a devolvérselo y a día de hoy tenemos neonazis para dar y tomar y tenemos una opinión pública trágicamente disminuida en su independencia de criterio y en su sentido crítico cuando se trata de enjuiciar el conflicto entre israelíes y palestinos. Etc.
Que conste que mirar las cosas feas a la cara a veces es la mejor manera de descubrir su mayor belleza oculta. Decíamos antes que entre aquellos 13.152 judíos franceses destinados en 1942 a la deportación había 4.000 niños. De los adultos sobrevivieron escasamente 200. De los niños, casi la mitad. ¿Cómo y por qué? Pues por furtivas redes de salvamento que a pesar de todo en la más negra oscuridad se activaron. Músculos vivos y compasivos de la sociedad que el bótox nazi no había paralizado. Anónimos héroes de la verdadera Resistencia, la universal, la que en todo tiempo y lugar se levanta y se cuadra, aunque no siempre se note. Muy seguro tiene que estar François Hollande de esa Francia para atreverse a reconocer que existió y existe la otra.
De este lado de los Pirineos podríamos tomar ejemplo... sobre el antisemitismo, y sobre unos cuantos problemillas más.
Me parece un gento de mucho caracter y noblesa de parte del Presidente Fraces,Francois Hollande y su Primer Ministro Jean Mac Ayrault. Su precensia en los 70 años de la redada del velodromo de inverno, junto a los veteranos judíos.
Este hecho me enorgullese como Judío.Gracias.
Aquí, Anna, los que defienden la inmersión, la discriminación la insolidaridad entre los territorios, se consideran así mismos «pogres» (lo digo por el apoyo de ICV al pacto fiscal). Poca esperanza de autocrítica veo yo cuando una sociedad está tan segura de llevar razón. Mi aplauso para Hollande.
Un bon article. Gràcies!