El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, suscitó el miércoles el rechazo de la mayoría de los estudiantes que asistían en el circo Price de Madrid al III Congreso de Mentes Brillates. El ser creativo. Wert fue el único cráneo privilegiado de los 27 sabios y divulgadores científicos que resultó abucheado. Aparte de propugnar que los estudiantes se paguen las herramientas informáticas de acceso a la información y el conocimiento, su intervención, fuera de programa, fue roma en un foro intitulado El ser creativo, en el que especialistas en educación, medicina, gastronomía, física, bioquímica, ética, economía y otras disciplinas expusieron “ideas para cambiar el mundo” ante más de mil asistentes y un número incalculable de seguidores en las redes sociales y las “neuronas espejo” instaladas en varios centros y universidades.
De primeras vale decir con Michael Brandt Shermer, fundador de la revista Skeptic, dedicada a investigar temas pseudocientíficos y sobrenaturales, que no debemos esperar ayuda exterior para mejorar el mundo. Y aunque la inteligencia artificial haya avanzado extraordinariamente y puede ayudarnos, siempre irá cinco años detrás del cerebro humano. ¿Y qué pasa con el cerebro propiamente dicho? ¿Somos más inteligentes o más tontos? “Cada vez somos mas inteligentes: el coeficiente intelectual avanza tres puntos por siglo”, dijo Brandt Shemer.
Pero no solo somos cerebro, sino boca, esófago, estómago…, somos lo que comemos. Sobre alimentación disertó en tono sencillo el mejor cocinero del mundo, Ferran Adrià, para quien “la voluntad política de enseñar alimentación desde la escuela, algo que no hace ningún país del mundo, nos daría unos resultados extraordinarios en materia de salud”. Adrià, que estuvo acompañado por el crítico gastronómico José Carlos Capel, la enóloga y viticultora Elena Adell y el bioquímico molecular José Miguel Mulet, criticó “la falta de estrategia de país para exportar productos de alimentación, con la ayuda y promoción de los grandes cocineros”, y expuso el ejemplo de Japón, capaz de exportar alimentación por 70.000 millones de euros al año.
Quizá la diferencia entre los japoneses y los españoles sea que ellos se lo creen y hacen “cocina con alma”, sin las filias y las fobias que, como manifestó Capel, explican el comportamiento en distintos países, de donde resulta que estamos marcados por ese “patronismo” al que aludió Brandt Shemer y somos lo que creemos. Sobre el sentido de la vida y las creencias, el cirujano especialista en el aparato digestivo, Mario Alonso Puig, realizó una brillante intervención en la que invitó al auditorio a no ver el mundo con gafas oscuras, abrir el paracaídas de nuestro cerebro y no ocultar la persona tras el personaje ni alimentar las “emociones aflictivas”. Esas emociones negativas terminan minando nuestra salud y, según el doctor Puig, de la era de la ansiedad se derivan bastantes enfermedades. Y si, por ejemplo, el colon sufre una dolencia, a ver quien es el guapo que le pide al cerebro que pase de ella y emplee toda su capacidad en imaginar, crear, resolver y demás funciones propias.
Contó el doctor Puig cómo descubrió el origen del dolor de estómago que desde hacía tres años afligía a su paciente Margarita y cuál fue su receta: “Sonría”. El origen del dolor no era otro que el jefe de la paciente, un tipo intragable, y la terapia de la sonrisa, aunque con gran esfuerzo de Margarita, funcionó tan bien que después de un tiempo ella volvió a la consulta, aunque sólo para darle las gracias y avisarle: “Doctor, prepárese, porque viene media oficina detrás”. La risa. Con razón la editora y pedagoga Elsa Punset afirmó que “la risa es fuente de cohesión social” y después de decir que “cuando somos niños nos reímos 300 veces al día y al llegar a adultos no pasamos de 17 veces”, se preguntó ¿qué nos pasa? Según la coordinadora y formadora del grupo de la Universidad Camilo José Cela que desarrolla un programa de aprendizaje social y emocional pionero en España, “nuestro problema es el miedo; tenemos un cerebro programado para sobrevivir y hemos de modificar el esquema con una programación orientada a las emociones positivas: divertirse, atreverse, tener metas, esforzarse (Dame)”, sigló Punset.
Fue entonces cuando el cronista aprovechó la pausa anunciada por el presentador y moderador Manuel Campo Vidal para salir al patio del estable circo Price, en la madrileña Ronda de Atocha, y vio al lado de una foto histórica de los payasos Tonetti un cartel con los rostros de la alcaldesa Botella y los empresarios Grueso y Bergareche, amenazando con un ERE que dejará sin empleo a la mayor parte de los trabajadores del establecimiento. Cómo pedir que te sirvan un café con sonrisa si ni siquiera el circo está ya para risas.
Pero volvamos a los ponentes del centro de la pista. La presidenta de la centenaria institución educativa SEK, Nieves Segovia, describió las nuevas exigencias educativas de una juventud multimedia, mejor preparada y que trabaja en red, y reclamó de la sociedad y los poderes públicos mayor atención a la formación de los docentes. “Exigir una nota media de 8 en Veterinaria y de 5 en Educación es propio de una sociedad enferma”, señaló antes de reclamar entre efusivos aplausos “la dignificación” del profesorado.
Además de lo que creemos y comemos también somos según nos forman y nos exigen formarnos. Y hoy como ayer está claro que la educación parece dirigida a extirpar la creatividad. El famoso creativo publicitario Jeremy Baka recordó que “Picasso tardó cuatro años en pintar como Rafael y 42 en volver a hacerlo como un niño; sin la fuente y la fuerza de la creatividad sería imposible llegar a Marte”. Pero algo está pasando en España para que la Educación vaya a peor. “¿Qué hemos hecho para que los niños entren en el sistema educativo queriendo ser astronautas y salgan queriendo ser funcionarios?”, se preguntó Ricard Huguet, cuya institución Invenio ha formado a más de 250.000 personas a partir de la metodología de juegos Lego.
Con su pausada y elocuente exposición, Huguet denunció el desinterés del sistema educativo español en preguntar a los estudiantes qué quieren y necesitan, la injusticia de la “cultura del esfuerzo” en detrimento de “la motivación”, los índices de abandono escolar más elevados de Europa y los recortes presupuestarios más despiadados. Después de citar los ejemplos de Urugay, donde el presidente Tabaré Vázquez implantó las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para todos los alumnos, o de Brasil, donde el presidente Lula escolarizó a 40 millones de niños, preguntó “¿qué se puede hacer cuando la inversión educativa en España no llega al 4,9% del PIB?” Varias voces contestaron: “Dimitir”. Para entonces, el ministro Wert ya se había ido. “Lamento que no esté ya el ministro –añadió el ponente-- porque quería dar unos datos: por cada millón de euros en Educación se crean 18 puestos de trabajo, en Sanidad 13 y en la industria militar 8”.
Otras figuras de talla internacional –la pacifista nicaraguense Lyly Rojas, el economista Bernardo Kliksberg, el paleontólogo y experto en dinosaurios Jack Horner o el profesor y responsable de los primeros programas de desarrollo de la Sociedad de la Información, Borja Adsuara-- encandilaron a la audiencia con sus conocimientos. También lo hicieron la directora de transformación corporativa del BBVA Beatriz Lara, el ingeniero espacial de la NASA Jim Adams, la arquitecta y ecóloga Izaskun Chinchilla, el experto en robótica Dennos Hong o el divulgador científico Pere Estupinyà en sus respectivos 21 minutos de intervención. Después del riego de ideas, hallazgos y evidencias por aspersión quizá, como dejó dicho Antonio Machado, para cambiar el mundo lo mejor es cambiar de dioses, o quizá, según dijo Huguet, “basta con agacharnos y jugar con nuestro hijos”.
También hubo algunos aplausos al payaso no programado a un evento que costaba 95 euros la entrada
Decir que la escuela mata la creatividad es casi un tópico, especialmente después de la gran difusión de los vídeos de Ken Robinson sobre el tema, pero lo cierto es que en el mundo de lo académico no suele buscarse el cambio, sino que se dificulta o no se tolera. No se fomenta la búsqueda de respuestas nuevas, sino que se tiende a reproducir las soluciones que parecieron válidas en otro tiempo. Y con esta actitud de aferrarnos al pasado no estamos facilitando las innovaciones que nos demandará el futuro.
Se concibe el aprendizaje como una acumulación de informaciones, cuantas más mejor, que van ensamblándose con las anteriores. Pero así no puede surgir nada distinto de lo conocido, solo se refuerza o se retoca lo que ya se tiene. El verdadero aprendizaje supone una transformación. Para que afloren nuevas formas de hacer y de pensar, es preciso destruir y construir continuamente. Se necesita estar dispuesto a desprenderse de lo que no sirve aunque no estemos totalmente seguros de lo nuevo. Se requiere quedarse con la mente en blanco o con el culo al aire, convivir con situaciones precarias y con vacíos; porque unas y otros son necesarios para crear.
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