El Boom y la influencia

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Cartel del 'Certamen del Boom', organizado por la Cátedra Vargas Llosa y Acción Cultural en siete ciudades españolas. / accióncultural.es

En Madrid y en siete ciudades más se está hablando del fenómeno literario hispano más popular del siglo XX, que vino a llamarse boom  y que agrupaba a escritores que provenían de diversos países americanos, cada uno con su dictadorcito, como diría Carlos Fuentes, uno de esos afamados protagonistas del susodicho boom.

La peripecia de esos escritores es digna de contarse desde diferentes puntos de vista. El más llamativo es que todos eligen España, donde, por cierto, también disfrutábamos de nuestro dictador propio, y más concretamente Barcelona, para  elevarse sobre una plataforma que les permitió ver el panorama mundial e irlo conquistando, literariamente hablando.

Así que tenemos un lugar, Barcelona. Ya sé que también estaba París, pero eso fue antes. Además, París está siempre; no cuenta en esta historia.

Luego, hay que buscar al hombre. ¿Quién catalizó esos elementos para que fueran uno y así, unidos, saltaran a la gloria? A pesar de la dictadura, en Barcelona había editoriales excelentes, que daban prestigiosos premios -Seix Barral, por ejemplo, y su Biblioteca Breve- que ganaron unos cuantos nombres del boom: Vargas, Fuentes y Cabrera Infante.

Para que una editorial fuera tan solvente hacía falta un caldo de cultivo que bullía sobradamente en la ciudad: escritores y críticos, editores y libreros, poetas y bebedores ilustres.

Pero íbamos a por el hombre. Casi nadie niega que sin la activa actuación como maestro de ceremonias de Carlos Fuentes, que ejerció de embajador universal, el boom no se habría producido, empezando por el nombre que se le ocurrió a él, por lo visto. Pero quizás no fuera una exageración decir que el otro hombre en cuestión fue Carmen Balcells, superagente literaria y, según uno de sus protegidos -García Márquez- Mamá Grande. Significativo. Fuentes encontró sin duda a una firme aliada en esta barcelonesa.

Barcelona era una fiesta en los setenta y eso sorprendió agradablemente a los jóvenes escritores que habían cruzado el Atlántico –menos Fuentes, que prefirió Estados Unidos- para ganarse la vida de formas diversas en diversos países europeos. Pero, una vez reconocidos como escritores –y aquí parece justo destacar el papel del tejido editorial barcelonés- coincidían largos periodos de tiempo en Barcelona.

La agencia Efe ha preguntado a varios escritores españoles sobre la influencia que el boom ha ejercido en su obra. Javier Marías ha negado influencia alguna en la suya y, además, ha añadido que cualquier influencia de una literatura tan peculiar habría sido nefasta, como se ve en algunos escritores. Qué maldad y qué verdad tan grandes.  Pero es que esa gripe –influenza, dicen en inglés-  no prendió tanto en los escritores como en los lectores.

Vargas Llosa ha aludido al componente político del movimiento que acabó separando a sus miembros, de ideologías encontradas. Algunas batallas se cuentan a este respecto. También se ha declarado de los pocos supervivientes del boom. Ley de vida: entre las desapariciones físicas y las otras desapariciones, el boom se desvanece. Desaparición física temprana fue la de Juan Rulfo, pero  ¿acaso ha dejado de existir Pedro Páramo? No, ni lo hará jamás. Sin embargo, a mí, al menos, se me hace más difícil decir lo mismo de José Lezama Lima cuyo Paradiso no me pude acabar, ni del propio Fuentes, hombre encantador pero escritor aburridísimo para esta pobre periodista.

El boom fue una gran noticia mundial y dio muchas alegrías, pero eso no se riñe con que en España se estaba escribiendo e innovando en la novela antes de que ellos llegaran, arrebatadores, a invadir mágicamente las librerías. Las cosas como son.

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