¿Qué habría pasado si no hubieran legalizado el PCE?

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El ministro de Justicia, Rafael Catalá. / Emilio Naranjo (Efe)
El ministro de Justicia, Rafael Catalá. / Emilio Naranjo (Efe)

“Que el Gobierno impugnara la primera consulta del 9-N tenía más sentido que haber impugnado la segunda, la consultita, consulteja o como lo quieras llamar. Con esto se arriesgan a dar alas a una tontería y a tener un problema que se podían ahorrar. Es como si Suárez no hubiera legalizado el PCE, que era la manera más inteligente de neutralizarlo, de acabar convirtiéndolo en un cero a la izquierda. Este ha sido un error cuyas posibles consecuencias estarán analizando los expertos de aquí a diez años”.

Las comillas significan que todo esto no se me ha ocurrido a mí sino a una personalidad catalana cuyo nombre no estoy autorizada a revelar (existen todavía en este mundo el off-the-record, la lealtad y la prudencia) pero que les aseguro que no tiene nada de 'indepe', ni de antisistema ni de arrauxada. No en el mal sentido, por lo menos.

La verdad es que esta segunda impugnación es la primera grieta o resquebrajadura que se abre en la fascinante imperturbabilidad 'rajoyana' ante este asunto, lo mismo que en su día ante el peligro de rescate europeo, lo mismo que el día que en Nueva York se cayeron las Torres…

Rajoy no ha hecho nada de nada con Cataluña, y eso, encerrando una lógica decepción para los que podían esperar de él rearme de la ilusión nacional y convivencial y liderazgo, tenía por lo menos la ventaja de dar poca o ninguna cancha al enemigo.

Ahora por primera vez se han puesto nerviosos, han torcido el gesto innecesariamente, se han inmutado algo. Han llevado al Tribunal Constitucional algo contra lo que el TC sólo podía reaccionar de una manera. Pero se podían ahorrar la reacción no chivándose, no forzando la tapa de la caja de Pandora. Salvando distancias, un error como lo de forzar el recurso contra el Estatut de la manera que se forzó. ¿Que el Estatut era inconstitucional? Seguro, vaya si lo era. Pero eso se pudo neutralizar de otra manera. Como Suárez neutralizó al PCE.

O si no, pues seguir manteniendo el tipo así sea con la tripa metida para adentro, como John Wayne.

Si no lo sabes o no lo quieres arreglar, no lo estropees. Y escucha a los que saben.

2 Comments
  1. ansafer says

    El debate en torno a Catalunya, desde los medios españoles, se ha centrado en si la uña del dedo lleva acrílico, si está bien recortada, etc.

    Se ha centrado en los aspectos legales si es o no contraria a la Constitución, etc. etc.

    Obviando a dónde apunta ese dedo; ese dedo, si se me permite la expresión, «a vista de dron» apunta, obedece a una hoja de ruta:

    1.- Para que una declaración de independencia tenga efecto es condición sine qua non el reconocimiento internacional; en este sentido llevan un año (calentando el ambiente) dándose a conocer al mundo… con soberano éxito, véanse las múltiples editoriales, y el sentido de las mismas, de Financial Times, Wall Street Journal, Le Figaro, BBC, Bloomberg, CNN, etc.

    2.- Para obviar el problema de una posible y más que probable polarización (¿crispación?) de la ciudadanía catalana, nada mejor que un enemigo «exterior» y en este sentido la estrategia de amago de cruzar ‘líneas rojas’ ha celado al «toro» español (léase Rajoy) que ha entrado en el trapo alimentando (y dando justificación) al victimismo catalán.

    3.- Al final, sea galgo, podenco o lebrel, sea en forma de referéndum (que jamás se planteó), consulta o participación ciudadana, las urnas estarán en la calle, en el marco de una ciudadanía (catalana) cohesionada (e indignada contra el gobierno de Madrid), que o mucho me equivoco o veremos cifras de participación altísimas… con la atenta mirada de todos los medios internacionales.

    4.- Si algún fiscal, algún juez, ordena retirar una sola urna será titular obviado en la prensa de Madrid, o en el peor de los casos celebrado como una vitoria… pírrica; titular a cinco columnas en la prensa catalana (vuélvase a leer el punto 2) y destacado, destacadísimo en la prensa internacional, erosionando (aún más) la imagen que de España se percibe en el mundo.

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