PRIMARIAS SOCIALISTAS / Perfil de la candidata a la secretaría general

Susana Díaz, la dama de hierro

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Foto: PSOE (Flickr)

Lo que para sus adeptos es una virtud se convierte en un defecto para sus detractores: Susana Díaz ha vivido buena parte de sus 42 años por y para el PSOE. Aprendió antes que nada las artes de la política y su primera cotización a la Seguridad Social llegó con su primer cargo público, como concejal en el Ayuntamiento de Sevilla. No era su primer empleo, según ella misma explica: se ganó la vida vendiendo cosméticos de puerta en puerta, aunque no conste en ningún organismo oficial.

Con apenas 20 años, después de haber pasado por las Juventudes Socialistas, consiguió un acta de concejal en el Ayuntamiento de Sevilla. Entonces ya apuntaba maneras aquella hija de fontanero y ama de casa. Se casó de blanco y por la Iglesia, en el popular barrio sevillano de Triana, con su actual esposo, José María Moriche, al que, con mucha guasa, apodan "el tieso" quienes sacan punta a la declaración de la presidenta de la Junta de Andalucía en el Parlamento, ante una diputada del PP, que pretendía imputar un supuesto enriquecimiento ilícito del marido de Díaz a cuenta de los cursos de formación. "Qué quiere que le diga... Me he casado con un ´tieso´ (forma coloquial de expresar la cuasi indigencia económica)".

Conoce al dedillo la organización socialista. No en vano fue monaguillo antes que fraile y secretaria de Organización de Juventudes Socialistas y del propio PSOE de Sevilla antes de serlo en el PSOE-A, la federación con mayor número de militancia en toda España. Fue el expresidente de la Junta José Antonio Griñán, quien depositó en ella toda su confianza y la llevó al Gobierno, además de darle grandes cuotas de poder orgánico dentro de la organización socialista. Años después, a Díaz no le temblaría el pulso a la hora de pedir a su mentor que dejase su acta de senador, cuando el caso de los EREs le tocaba de lleno y se convertía en investigado". La cabeza de Griñán y la del también expresidente andaluz Manuel Chaves fueron el precio a pagar por el apoyo de C´s a su investidura. Pero Susana Díaz tenía claro que no quería tratos con Podemos, ya que considera al partido que lidera Pablo Iglesias una amenaza para el PSOE.

Fue Díaz quién aupó a Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE, impulsando el apoyo masivo de la militancia andaluza. Su territorio sigue siendo el más numeroso y su ascendente en esa militancia puede ser decisivo para que consiga o no alzarse con la secretaría general del PSOE. La mera presentación de la candidatura indica el reconocimiento de un error: su apoyo a Pedro Sánchez para evitar que Eduardo Madina fuese secretario general del PSOE. Mañana domingo, Susana Díaz tratará de enmendarlo, convirtiéndose en la nueva líder socialista.

Tiene las bendiciones de Felipe González, Alfonso Guerra, José Luis Rodríguez Zapatero y de la mayoría de los notables de la organización y cuenta con el apoyo mayoritario de la mayoría de los militantes andaluces. Pero ni ella ni su entorno las tienen todas consigo. Por eso y porque conoce a la perfección el día a día de su partido se ha puesto manos a la obra para pedir el voto a la militancia, llamando personalmente a buen número de secretarios de agrupaciones; poniéndose a dieta para mejorar su imagen ante las cámaras de televisión y redoblando tiempo y esfuerzos.

De los tres candidatos que mañana competirán en las urnas, Susana Díaz es la que más se juega: perder las primarias la deja en muy mala posición en su propio territorio. Una derrota podría abrir la veda para la caza de una pieza que casi nadie en su sano juicio en el PSOE podría imaginar que podría cobrarse hace apenas unos meses. Ella y los suyos se muestran convencidos de que ganarán, aunque no será por amplio margen. Ya no hay paseos militares en el PSOE. Sin embargo, incluso la victoria es difícil de gestionar para la andaluza. Dice que quiere "coser" un PSOE hecho jirones desde el fatídico Comité Federal del 1 de octubre, en el que, por primera vez, aquellos que llevan años compartiendo con ella militancia y hasta confidencias, la vieron llorar porque su partido estaba hecho añicos. El reto, si consigue hacerse con la victoria, será volver a unirlo, integrar al mayor número de militantes en el nuevo PSOE.

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