SECUESTROS / Son de los casos más difíciles de investigar para los agentes

Más allá de Diana Quer: miles de desapariciones aún buscan una respuesta

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Marta del Castillo es una de las 4.164 personas desaparecidas en España. Diana Quer lo era hasta el pasado 31 de diciembre, cuando la policía encontró su cuerpo. Son dos de los ejemplos más mediáticos de un fenómeno mucho más amplio en el que la inmensa mayoría de los familiares de las víctimas lleva su dolor en la sombra. Pero por muchos años que pasen, no olvidan. La ONG SOS Desaparecidos eleva esta cifra hasta las 14.000 personas.

La diferencia de cifras se explica porque el Ministerio del Interior toma como referencia para extraer los datos del sistema Personas Desaparecidas y Restos Humanos (PDyRH) el año 2010. Esta organización, sin embargo, hace su cálculo contando las desapariciones que les llegan desde los años 80. Comenzaron su actividad en 2007 para dar difusión a los casos aprovechando las posibilidades de internet y de las redes sociales. Más de 10 años después, disponen también de otros servicios para las familias que se acercan desesperadas en busca de información. “Hay que tener en cuenta que las personas que solicitan ayuda están en una situación imprevista. Les desborda”, recuerda Montserrat Torruella, presidenta de la organización Inter-SOS, sobre el nerviosismo y la tensión que suponen las primeras horas.

Según el informe de Interior sobre personas desaparecidas, a fecha de 4 de enero de 2017 se habían incorporado al sistema 121.118 denuncias por desapariciones de personas, de las que permanecen activas 4.164, un 3,44%. Sólo 214 (un 5%) se consideran de alto riesgo, un baremo que abarca menores, desapariciones con indicios de secuestro, enfermos que necesiten medicación o víctimas de violencia de género, entre otras muchas circunstancias. No hay que esperar 24 horas para denunciar una desaparición. 

Francisco Jiménez, de SOS Desaparecidos, alude a una “hora de oro”, los primeros minutos de ausencia, donde hay que preguntar a los amigos, familiares o compañeros si conocen el paradero de su familiar, una regla que no hay que seguir en los casos de más riesgo, como el de niños o personas mayores con enfermedades. Después, hay que ir a la comisaría lo más rápido posible porque las primeras horas son cruciales. “En cuanto se tiene percepción de que no existe un lugar a donde acudir, hay que ir a la Policía.  Después, recomendamos poner carteles por la zona con una foto de carnet”, precisa Torruella.

Francisco Jiménez también aconseja a los familiares que llaman al teléfono de SOS Desaparecidos que no pongan su número de teléfono personal a la hora de difundir la fotografía y que, en su lugar, usen el 112 o el teléfono de la Policía para evitar bromas, llamadas de mediums o de gente que se quiera aprovechar de esta situación pidiendo dinero. Estas organizaciones siempre piden las denuncias antes de la intervención y asesoran a los familiares sobre los recursos que tienen a su alcance. También difunden las imágenes por las redes, aunque otras veces no es adecuado si se sospecha, por ejemplo, que puede ser un secuestro. Siempre que seguir la instrucciones de la Policía. “Las búsquedas también hay que hacerlas de una manera planificada”, explica Torruella. La colaboración ciudadana es fundamental.

A SOS Desaparecidos también le preocupa el aumento de persona mayores, muchas veces afectadas por enfermedades, que a veces pueden desorientarse y extraviarse: “Si en las primeras 48 horas no se localiza hay un alto índice de fallecimiento”, explica Jiménez, que atribuye este fenómeno no solo al aumento de la esperanza de vida sino también a la crisis, que ha hecho que muchas familias no puedan permitirse unos cuidados continuos. Torruella coincide con que hay que prestar más atención a este grupo de riesgo: “Tenemos cada vez más personas viviendo solas y cada vez tenemos menos posibilidad de atenderlos. Tenemos que pensar qué modelo social necesitamos”.

Desaparecidos "de primera, segunda y tercera"

“Ahora mismo las familias están muy cabreadas porque creen hay desapariciones de primera, segunda o de tercera”, reivindica Jiménez. No culpa a los medios de comunicación, ni a los agentes. Lo que plantea es una crítica constructiva: hacen falta más medios para que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado puedan indagar en los miles de casos pendientes. Por eso, SOS desaparecidos pide once medidas urgentes a implementar, entre las que se encuentra la creación en cada provincia de una unidad especialista en esta materia.  “Hay familias que solicitan que se rastree el teléfono móvil y les contestan que han visto muchas películas”, ejemplifica. Nadie sabe cuál es la fórmula que hace que unos casos se mediaticen más que otros, pero las organizaciones siempre aconsejan a las familias que muevan todos los recursos a su alcance.

“Las desapariciones son un problema social y solo son conscientes de verdad las familias”. Quien pronuncia esta frase es comisario honorario de la Policía Nacional, Ángel Galán, que se jubiló en 2013 y que ahora dirige el Instituto de Probática e Investigación Criminal IPIC, donde organiza cursos específicos. Durante varios años capitaneó la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) del mencionado cuerpo. Cuando llegó al cargo le dijeron que en un quinquenio habría unas “2.000 o 3.000 desapariciones inquietantes por algún tipo de hecho delictivo”, un número que le sorprendió por su enorme volumen y los pocos recursos que se dedicaban. Entonces, montó 10 equipos que pudieran moverse donde se les requería.

“Investigar una desaparición es lo más complicado que hay”, confiesa el veterano investigador. En este caso no hay un cuerpo con cicatrices o marcas que revelen información sobre lo sucedido. Tampoco hay una escena del crimen de donde los agentes puedan sacar datos. Muchas veces, solo existe una llamada avisando de que un padre, una madre o una hija no han vuelto a casa. A partir de ahí, el agente tiene que reconstruir con testimonios e indicios lo que ha ocurrido e ir descartando hipótesis y sospechosos.

En estos últimos años, parece que se avanza, aunque a paso lento. El Gobierno acaba de poner en marcha el Centro Nacional de Desaparecidos, pero es pronto para evaluar su impacto. Cuando las desapariciones no se resuelven, se mantienen abiertas hasta que aparece un nuevo indicio del que tirar para resolverlas. Mientras, familiares comienzan un camino personal en el que tienen que acostumbrarse a convivir con esta ausencia: “Se hacen miles de preguntas a las que no encuentran respuesta. Al final, aprendes a sobrevivir en esta situación”, concluye Jiménez con cierto tono de resignación.

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