Lo que nos mantiene orientados, alertas y sin
shock es nuestra historia (...) Un periodo de crisis
como en el que estamos es buen momento (...) para
colocarnos en la larga historia de la lucha humana
'La doctrina del shock', Naomi Klein
Ha comenzado el nuevo curso escolar. Con normalidad, dicen desde el Ministerio y las consejerías de Educación. Con esa “normalidad” con la que en comunidades como Madrid nos han impuesto realizar nuestro trabajo en unas aulas abarrotadas de alumnado. Ello supone ratios muy altas de alumnos por clase que llegan a casi 40 en bachillerato o a la barbaridad de 28 niños y niñas de tres años en aulas de infantil. El anuncio del Ministerio de Educación de que se iba a reducir la ratio de alumnado era simple propaganda electoral. Por si alguien no lo sabe, hay a nivel estatal un millón más de alumnos y 32.000 profesores menos en la educación pública.
La “normalidad” para el gobierno y el PP son muchas más cosas. Por ejemplo, que no se están garantizando plazas públicas para toda la demanda existente e impedir así que muchos alumnos abandonen los centros concertados. Por eso se niegan a realizar nuevas construcciones escolares y a la apertura de nuevos grupos en los centros públicos. Miles de jóvenes se quedan sin poder estudiar ciclos de formación profesional por la reducida oferta que hay y tienen que intentar cursar bachillerato sin ganas o apuntarse a ofertas privadas, naturalmente pagando.
Se sigue sin sustituir durante quince días a los docentes que se casen, se ponga enfermos, sean operados o tengan algún tipo de licencia. Con ello, se está negando a diario el derecho a su educación a cientos de alumnos. Se está abandonando buena parte de la atención a la diversidad y al alumnado con necesidades educativas especiales al contratarse menos profesionales dedicados a aquellos que necesitan más dedicación por una cuestión de equidad social.
Faltan profesores pero se siguen convocando una burla de oposiciones sin plazas y no se repone siquiera al profesorado que se jubila. Se continúa robando el derecho a las vacaciones al profesorado interino. Se llegan a realizar contratos por días para corregir exámenes de septiembre. Se contratan a profesores y profesoras por un tercio o media jornada, que no da para pagar el alquiler del piso, bajo la amenaza de decaer de las listas si no lo aceptan. Esta escasez de profesorado impide desdobles para mejorar la calidad educativa.
La administración educativa ha nombrado tarde al profesorado desplazado, en expectativa e interinos que, en muchos casos, no han podido llegar a tiempo a los claustros y a las reuniones de departamento para elegir sus horarios. Al profesorado de dibujo y música se le ha situado en la plena incertidumbre sobre su futuro por el menosprecio que hace la LOMCE a las enseñanzas artísticas y se le obliga a compartir centros y a dar asignaturas que no son las suyas.
Parece que la administración educativa considera muy normal el caos que produce una ley impuesta sin ningún consenso. Y la descarada desviación de recursos públicos hacia la red concertada -que viene realizando el PP- mientras han aumentado las listas de espera en los centros públicos de infantil, primaria, bachillerato y el cierre de matrícula en muchos ciclos de grado medio de formación profesional por insuficiente oferta pública.
A los problemas por los recortes se han sumado las consecuencias buscadas por la LOMCE. Un cambio de libros de texto con un elevado coste para las familias modestas y un mayor negocio de las editoriales, que a veces se paga con la manipulación histórica, la propaganda partidaria y la apología de políticos impresentables. Una ley que el PP se atreve a calificar de “mejora de la calidad” está produciendo un incremento del alumnado que se matricula en la asignatura de Religión en bachillerato al haberla convertido en evaluable y contar para el cálculo de la nota media. Se elige Religión para subir la media en vez de otras de contenido científico como Dibujo Técnico, Anatomía o Francés. Podemos entender cómo concibe la calidad la derecha si tenemos en cuenta que el currículo de dicha asignatura incide en el creacionismo y plantea disparates como que el alumnado de Bachillerato “reconozca con asombro y se esfuerce por comprender el origen divino del cosmos,” en contra de los modelos científicos explicados en el resto de los contenidos curriculares. O que los estudiantes deben “conocer y aceptar con respeto los momentos históricos de conflicto entre la ciencia y la fe, sabiendo dar razones justificadas de la actuación de la Iglesia”.
Lo que está sucediendo en la educación pública es la aplicación de la doctrina del shock a través de las técnicas del electroshock para conseguir mecanismos de olvido y represión en la mente humana y la sociedad. Un tratamiento de choque tan brutal que busca evitar que se reaccione ante la avalancha de golpes. Efectivamente, reaccionas cuando te agreden una vez; si son dos o tres veces quizá también, pero cuando los golpes son tantos que aturden al agredido, se pierde toda capacidad de respuesta a los ataques. Cada recorte de un derecho, cada retroceso, es un golpe, una descarga eléctrica que encoge y paraliza, que dificulta la defensa por el miedo, la represión y por una manipulación que busca, incluso, culpabilizar. El tratamiento de choque continuado desarma y deja indefensos a los colectivos, incapaces de reaccionar por la conmoción que sufren. El capitalismo lo ha aplicado en múltiples ocasiones, con golpes de estado, invasiones, ataques al bienestar y los derechos. Aquí lo ha hecho el PP de Rajoy utilizando la crisis como excusa para el saqueo: cada viernes el Consejo de ministros aprobaba una nueva agresión, abría un nuevo frente, un tijeretazo a los derechos, un decreto-ley, una privatización de lo público, etc. Puro electroshocks al servicio del ajuste y del capitalismo del desastre.
La cuestión de fondo no es que nos hayan impuesto estos retrocesos (hemos parado muchos otros gracias a la lucha de la Marea Verde), sino si hemos interiorizado los recortes de derechos, la precariedad, la explotación, la sobrecarga física y emocional; incluso la culpabilización si las cosas no salen suficientemente bien. Todo está en el ambiente y enrarece mucho la tarea de educar. Lo extraordinario es que el profesorado de la pública mantengamos un nivel de compromiso que obtiene el aprobado del 86% de los ciudadanos. Espero que no nos acostumbremos nunca a este paisaje. Que nos convirtamos en resistentes al shock, que salgamos a la calle y a las urnas para cambiar las cosas, recuperar los derechos y asegurar una educación pública e inclusiva de calidad para combatir las desigualdades.