Alba Rico: “Unidos Podemos está perdiendo la batalla de la visibilidad”

  • Entrevista con el ensayista, escritor, filósofo y colaborador de cuartopoder.es
  • Repaso por el momento que vive Unidos Podemos, por la actualidad política española, europea y de más allá

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Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) es ensayista, escritor, filósofo y una de las voces críticas desde la izquierda más relevantes del panorama intelectual estatal. Colaborador de cuartopoder.es desde hace años, hemos querido conocer su visión ante los cambios que se están dando en el panorama político español y también internacional. Desde su perspectiva marxista, nos habla de dónde está la izquierda actualmente ante el ascenso de la xenofobia y la extrema derecha. Desde hace años vive fuera de España, en Túnez, por ello, hemos querido conocer cómo ve desde la lejanía los conflictos políticos que se desarrollan aquí, como el catalán, o la perspectiva que se tiene desde África de las políticas migratorias europeas. El que fuera guionista de 'La bola de cristal', que vivió en sus propias carnes los intentos de control de RTVE del PSOE de Felipe González, habla del partido que ha regresado a la Moncloa.

— 'Dejar de pensar', el libro que escribiste con Carlos Fernández Liria, suponía una crítica feroz a cómo el PSOE traicionó en los 80 a la clase obrera. Cuando Zapatero llegó a Moncloa, en Ferraz jóvenes le gritaban aquello del "No nos falles". Les falló, y surgió el 15-M. Ahora vuelve un gobierno socialista a España, un gobierno que necesita de los apoyos de Unidos Podemos. ¿Qué consejo le darías a tus compañeros de Unidos Podemos para su relación con el PSOE y el Gobierno de Sánchez? ¿Qué peligros y aciertos pueden surgir de esta relación?

"Sánchez sólo hará lo que se le obligue a hacer"

— Se trata de abordar estos tres movimientos sucesivos o casi simultáneos. De entrada, todos nos hemos alegrado de la salida del Rajoy y del PP del gobierno; enseguida hemos reparado en el hecho de que quien lo sustituía era el PSOE, como restaurando el turnismo característico del 'Régimen del 78' con el que muchos queríamos acabar; y un minuto después comprendimos asimismo que esta vez el PSOE ha llegado al gobierno de manera irregular y en condiciones excepcionales que iluminan la erosión que ha sufrido el régimen en los últimos años. ¿Es Sánchez un sincero renovador del PSOE que va a hacer lo que no hizo Felipe González en 1982, con el mayor capital político de izquierdas de un partido europeo en los últimos 40 años? No lo creo.

Sánchez sólo hará lo que se le obligue a hacer. Lo que quiere hacer es obvio: utilizar el poder -que proporciona recursos y visibilidad- para asegurar la resurrección electoral del partido; en este sentido su gobierno es un gobierno de márketing electoralista que integra todas las políticas imaginables -de derechas y de izquierdas- tratando de atraer algunos millones de votos sueltos. ¿Tiene Unidos Podemos más fuerza para “obligar” al PSOE que la banca, el IBEX y los propios barones socialistas? Tiene la única ventaja de la dependencia parlamentaria del PSOE y, mientras dure el gobierno de Sánchez, tiene que intentar aprovechar esa ventaja en dos direcciones: para aprobar leyes progresistas y para intentar detener su declive electoral. Las dos cosas deberían ser inseparables, a condición de que Unidos Podemos siga el consejo de Íñigo Errejón y renuncie tanto a convertirse en una mera muleta parlamentaria del PSOE -lo que tantas veces hizo IU- como a marginarse en un izquierdismo negativo y regañón.

El desafío es objetivamente difícil, pues se trata de presionar sin romper, de apoyar sin ceder y de apropiarse públicamente las victorias. El vuelco inesperado que sufrió la política española tras la moción de censura ha dejado fuera de juego a C’s, que parecía destinado a suceder al PP, y ha debilitado a Unidos Podemos, ya erosionado por sus propios errores, y restaura en España el eje tradicional derecha/izquierda, en el que Unidos Podemos tiene todas las de perder. Las posibilidades de mantener abierta la crisis de régimen dependerán del calendario electoral, que el PSOE utilizará en su favor, y de la conservación de los “ayuntamientos del cambio”, único asidero real -con todas sus limitaciones- para un volteo potencial en las relaciones de fuerzas.

— Hablábamos de la traición del PSOE a la clase obrera en los 80. ¿Qué queda de la clase obrera? Hemos leído, durante los últimos meses, en artículos y libros, distintas posiciones acerca de si la nueva izquierda se ha alejado de la clase obrera, de los barrios populares, para centrarse en debates intelectuales que no llegan a grandes capas de la población. ¿Qué opinas de esto?

"Si existiera la 'clase obrera', no se reconocería en ese rótulo"

— Incluso si existiera la “clase obrera”, no se reconocería en ese rótulo y por lo tanto sería políticamente inútil usarlo. Si existe, es la “clase obrera” la que se ha alejado de la “clase obrera” y no va a agradecer que la obligen a empujones a ser ella misma. En todo caso, no existe, o no existe tal y como la concibe la izquierda residual del siglo XX y no existe, de eso no hay duda, políticamente. La única clase social realmente existente -o políticamente decisiva- es ésa imaginaria compuesta de consumidores semicumplidos o fallidos que se siente amenazada, en términos simbólicos y materiales, por la crisis “en racimo” (institucional, económica y cultural). Es ese el voto que se disputan los destropopulismos en Europa; es ése el voto que tienen que disputar las izquierdas, les guste o no.

Para dar esta batalla hay que tomarse muy en serio a esa “clase” y ello implica, desde luego, tomarse muy en serio sus “inseguridades” y, por lo tanto, abordar su fragilidad económica (de clase trabajadora) sin olvidar sus temores simbólicos. En esta batalla, la invocación de la “clase obrera” es inútil y contraproducente. Al mismo tiempo no está de más recordar con César Rendueles que, en todo caso, esa batalla nunca se ganará del todo si se olvida a la clase social políticamente no decisiva: la verdaderamente subalterna, la de los excluidos del sistema.

Me explico. El abstencionismo endémico en España no es -o sólo muy parcialmente- de izquierdas. Los abstencionistas de izquierdas pueden decidir en coyunturas concretas -después del 11-M, por ejemplo- una contienda electoral, pero son una minoría. La mayor parte de los abstencionistas forman parte más bien de ese margen de exclusión económica, política y social abandonado a su suerte desde el franquismo y que se perpetúa extramuros de las instituciones. Ni la vieja ni la nueva izquierda se ocupa de ese sector de la población, que no se siente interpelada ni por los programas de los partidos ni por las políticas de los gobiernos. Hay varios motivos para ocuparse de los socialmente excluidos: uno es la justicia; otro la certeza de que, si no nos ocupamos de ellos, el día que voten lo harán contra la izquierda.

— Vives en Túnez, pero mantienes una estrecha relación política e intelectual con España. ¿Cómo se ve, desde fuera, un debate como la exhumación de los restos del dictador Franco del Valle de los Caídos?

"A mis alumnos les resulta extravagante la transición española"

— Aunque viajo más de lo que me gustaría, mi casa está, en efecto, en Túnez. Hasta donde yo sé, la prensa tunecina se ha hecho poco eco de la noticia y sólo a través de notas de la agencia AFP. En cuanto a mis amigos y ex-alumnos -militantes o no-, les resulta incomprensible y hasta extravagante la transición española, que, por cierto, se ha propuesto numerosas veces como modelo para Túnez. No entienden ese proceso de extinción incompleta del franquismo en el interior de la democracia; no entienden la existencia de la Corona; no entienden que haya todavía muertos en las cunetas; no entienden que no haya habido juicios ni condenas políticas ni, desde luego, que Franco siga enterrado en la tumba que construyeron para él miles de prisioneros de la Guerra Civil. Desde lejos, España les parece una democracia cumplida y consolidada; desde lejos, por eso mismo, estas anomalías enquistadas en su interior les parecen disparatadas y casi surrealistas.

— ¿Cómo se ve, también desde allí, el endurecimiento de las políticas migratorias de Europa y España? ¿Cómo lo viven los tunecinos y tunecinas?

— Esta es una cuestión de creciente actualidad y preocupación porque, tras un reflujo entre 2011 y 2016, los propios tunecinos empiezan a morir de nuevo en el mar, tratando de cruzar a Italia. Basta pensar, por ejemplo, en el naufragio del pasado 4 de junio en las costas de Sfax. Los acuerdos con los gobiernos italiano y francés prolongan en este sentido las viejas políticas de la dictadura y están encaminados a reprimir en origen los desplazamientos, al tiempo que consagran las políticas económicas neoliberales que alimentan los movimientos migratorios.

La sociedad civil tunecina, más articulada que en otros países del mundo árabe, es muy sensible a esta cuestión y trabaja con organizaciones europeas para combinar las protestas en Túnez con la protección y salvación de migrantes en el mar. Sentaron muy mal a todos los niveles -incluso de gobierno- las declaraciones de Salvini el pasado mes de junio: “Túnez a menudo exporta delincuentes”. A estas, siguieron otras enseguida recordando que “Túnez es el país con el que funciona mejor el acuerdo de readmisión”, es decir, de expulsión.

— El auge de la extrema derecha en Europa y otras partes del mundo. ¿Dónde está la izquierda, el pensamiento marxista? ¿Es incapaz de conectar con las sociedades actuales? ¿Por qué?

"Cuando jóvenes árabes y españoles despertaron, no había ninguna izquierda allí"

— Creo que tanto las revoluciones árabes como el 15M en España denunciaron, con su sola existencia, el problema: un discurso retórico y elitista y unas organizaciones envejecidas y autorreferenciales, cargadas de “razón” y desprovistas de “mundo”.

Cuando los jóvenes “árabes” y los jóvenes españoles despertaron, no había ninguna izquierda allí; había, sí, un dinosaurio que entorpecía su camino. Como te decía antes, o la izquierda disputa el discurso de la seguridad -material y simbólica- al destropopulismo o quedará trágicamente fuera de juego en la batalla realmente existente, la única en juego, entre la revolución neoliberal capitalista y el conservadurismo anti-elitista identitario. Si no se interviene en esa batalla, el vencedor será alguna variante de autoritarismo y desdemocratización radical.

— Después de años de las primaveras árabes, que supusieron un hito de esperanza para gran parte del mundo... ¿Qué queda de aquello? ¿Cómo ves Túnez con respecto a lo que pudo ser?

"La situación en Túnez es muy precaria y peligrosa"

— Aquí, como en el caso de España, conviene ver Túnez desde fuera, celebrar su excepción y apoyar su frágiles procesos de democratización. Ahora bien, desde dentro la situación es muy precaria y peligrosa. Túnez ha accedido a una democracia limitada en un contexto geopolítico adverso y en el marco de una desdemocratización general. Túnez accede a la democracia cuando la democracia retrocede en la Europa de la que depende para asentarse.

A los rápidos avances de los dos primeros años -limitados ya por las presiones internas y externas- han seguido muchos retrocesos: en la paralización de la justicia transicional, en la aplicación de leyes de excepción que alejan cada día más la entrada en vigor de la única constitución realmente democrática del “mundo árabe”, en la rehabilitación de las élites del antiguo régimen, en la represión de los jóvenes, y todo ello en medio de una debacle económica que alimenta nostalgias alucinadas de la dictadura de Ben Ali. En resumen: Túnez, como excepción “democrática”, se parece cada vez más a un país europeo o, lo que es lo mismo, se desdemocratiza muy deprisa, sobre los dos ejes del neoliberalismo económico y de la lucha liberticida contra el terrorismo, real o imaginario.

— ¿Y la región? ¿Qué previsiones das sobre la estabilidad de Oriente Próximo y Medio?

"El yihadismo adopta formas completamente nihilistas"

— No soy muy optimista. Se ha restablecido el ordén triamés (o trillizo) con el que quisieron acabar las intifadas de 2011: dictaduras/ yihadismo /intervenciones extranjeras, con la diferencia de que las dictaduras ya no obedecen a ningún patrón hegemónico (tienen sus propias agendas), el yihadismo adopta formas completamente nihilistas arreligiosas y las intervenciones extranjeras son multipolares y caleidoscópicas.

Ni Estados Unidos ni Rusia, potencias imperialistas, pueden meter en cintura a Arabia Saudí, a Turquía ni a Irán, que son, junto a Israel, los verdaderos dominadores de la región. Serán esos cuatro países, y Rusia más que Estados Unidos, los que, cuando el caos sea insostenible, acordarán algún tipo de “estabilidad”. Puede imaginarse qué tipo de “estabilidad” será y cuánto beneficiará a los pueblos de la zona.

— Este verano leíamos en El Confidencial un reportaje acerca de cómo 'La bola de cristal' sufrió censuras por la administración socialista de entonces. Este verano hemos visto cómo las principales cadenas de televisión han sido un elemento fundamental para hacer crecer el discurso xenófobo en España al pintar la inmigración como un peligro, para hacer crecer la tensión en las calles de Catalunya con respecto a los lazos amarillos, también cómo han polarizado a la sociedad en el debate sobre el Valle de los Caídos... ¿Hasta qué punto la televisión y la capacidad multiplicadora de las redes sociales impide a la izquierda, hoy, hacer llegar un discurso coherente a las mayorías de la población? ¿Cómo se puede combatir?

"Quien maneje televisión y redes tiene ventaja en construir hegemonía"

— Gorka Larrabeiti escribía sobre Italia que Berlusconi gobernó con la televisión y Salvini gobierna con las redes sociales. Estos dos medios -que generan efectos políticos y marcos de legitimidad muy diferentes- constituyen hoy la clave del poder en las sociedades europeas en proceso de des-democratización. El que maneje la televisión y maneje las redes tiene una clara ventaja en la construcción de hegemonía. Podemos lo entendió muy bien y empezó asaltando los platós y gestionando de manera innovadora las redes. Tanto la televisión como las redes son en sí mismas, por distintos motivos, incompatibles con la verdadera pedagogía; la televisión es propagandística y carismática; las redes son movilizadoras y deícticas: marcan objetos y personas al modo de los estigmas y las condecoraciones. Pero renunciar a disputar esos medios -para complacerse en ser “de izquierdas”- implica quedar fuera del juego político.

Mientras se exploran y extienden otras vías (buenos periódicos digitales, redes de información territoriales, marcos cercanos de expansión cultural, etc.) es necesario comparecer en medios en los que la aparición misma es distorsionante o corruptora. Es difícil ser reflexivo en televisión y es casi imposible ser coherente en las redes, pero se puede hacer mejor o peor y creo que, más allá de la saturación propia de los medios y del control mediático por parte de los antagonistas, Unidos Podemos está perdiendo la batalla de la visibilidad también por sus propios errores, tanto en la elección de mensajes y portavoces en la televisión, como en el señalamiento de objetos en las redes.

— Catalunya... ¿Qué opinión te merece lo ocurrido en los últimos meses? ¿Qué solución se puede aportar desde las izquierdas a este conflicto territorial?

"Mis amigos de la CUP se han desdemocratizado"

— Empecemos por lo más fácil: la solución, es decir, un referéndum de autodeterminación pactado con el Estado. ¿Estamos más cerca de esa solución hoy que hace un año? ¿Estamos hoy, con Sánchez, más cerca que hace dos meses? No lo creo. Lo que ha ocurrido en Catalunya en los últimos años es, a mi juicio, el resultado de dos enfrentamientos paralelos. Por un lado, el enfrentamiento entre dos de los pilares del 'Régimen del 78', el madrileño y el catalán, separados tras décadas de colaboración por sus respectivos atolladeros corruptos. En ese enfrentamiento la parte catalana, CIU y ERC, ha tenido de su parte el concepto de democracia y la movilización, espontánea, pacífica y sin precedentes, de millones de ciudadanos frustrados por el desprecio o la incomprensión de Madrid.

La parte española ha tenido de su parte la ley, la policía y finalmente una movilización sin precedentes de nacionalistas españoles resucitados de entre los muertos por la propaganda gubernamental y las torpezas mayúsculas del procés. Esas torpezas, por lo demás, han dejado malparado el concepto de democracia, patrimonio ya perdido de los independentistas, y han radicalizado (y esencializado) a un sector independentista poderoso pero no mayoritario y frenado además su crecimiento. De parte española, la ley y la policía se han usado de tal manera que se ha justificado a los independentistas y radicalizado a los nacionalistas españoles, con las consecuencias de todos conocidas. Si Sánchez y Torra lograran llegar a un mínimo acuerdo para desactivar esa escalada, con concesiones de ambos lados, todos sentiríamos un gran alivio.

De entrada, ayudaría mucho poner en libertad a los independentistas encarcelados por una interpretación de la ley despojada de derecho. Pero me temo que a ninguno de los 'regímenes del 78', de uno y otro lado, les interesa de momento esta distensión. En cuanto al segundo enfrentamiento, tiene que ver con dos procesos de ruptura paralelos que, en el contexto español y catalán, se han anulado recíprocamente en lugar de reforzarse. Me refiero al enfrentamiento, dentro de la izquierda, entre los que creían que era posible la ruptura con el 'Régimen del 78' desde el Estado (Unidos Podemos y los comunes) y los que creían que esa ruptura sólo podía hacerse desde Catalunya (la CUP). Probablemente los dos análisis eran certeros e irrealistas, pero lo que sí parece evidente es que ese enfrentamiento ha alejado al mismo tiempo las dos rupturas (la del Estado y la de Catalunya).

Mis amigos de la CUP, con lógica desconfianza hacia la izquierda española pero olvidando el referente catalán de los comunes, se han convertido en leninistas fallidos y se han desdemocratizado y esencializado a toda prisa; y mis amigos de Unidos Podemos, desconfiando lógicamente de Mas y Puigdemont, pero muy ceñidos a la realidad electoral española, han hecho toda clase de piruetas para acabar en algunos casos justificando el 155. Por decirlo de algún modo (y presionados por un contexto que permitía poco margen de maniobra) la CUP se ha situado, a ojos de Unidos Podemos, del lado del régimen del 78 catalán y Unidos Podemos, a ojos de la CUP, del lado del régimen del 78 madrileño. Costará más trabajo suturar este segundo enfrentamiento que el primero. Y será más difícil, por tanto, romper el régimen que recomponerlo, y ello tanto en Madrid como en Catalunya.

— Frente al poder de la televisión, libros. ¿Qué libros, qué obras sobre política, filosofía u otros saberes recomendarías para entender el mundo actual?

"Tiempo: eso es lo que falta y lo que dan los libros"

— Frente al poder, sí, los libros. Los libros ya no tienen ningún poder, salvo el de sujetar algunas cabezas viejas. Pero habrá que intentar envejecer las cabezas. Me preguntas por títulos y saberes y así, de golpe, se me ocurren estos: los libros del paleontólogo Jay Gould, porque conviene recordar la pequeñez y dignidad del ser humano; los “Episodios Nacionales” de Galdós porque España sigue siendo hija de su siglo XIX; “La España vacía”, de Sergio del Molino, por el mismo motivo; todas las obras de Svetlana Alexievich, porque explica muy bien la tragedia de la Unión Soviética y del siglo XX; “Alfabeto” de la poeta danesa Inger Christensen, porque la poesía es el mejor diccionario; las novelas de Chimamanda Ngozi Adichie, de Hania Yanagyara, de Elena Ferrante, de Lucia Berlin, de Nell Leyshon, de Margaret Atwood, porque la gran narrativa está escrita hoy por mujeres; “El lugar de los poetas”, de Luis Alegre Zahonero, porque es necesario salvar el juicio para orientarse en el capitalismo; los libros de Carlos Fernández Liria, porque es más necesario que nunca combinar a Marx con Kant; los libros de Luciano Canfora y Dino Baldi sobre el mundo griego; “Culpables por la literatura”, el trabajoso libro de Germán Labrador sobre la cultura subterránea y leal de la transición; y “Atado y bien atado”, el comic de Rubén Uceda, porque cuenta de un modo limpio y compometido la transición española. Y en general cualquier cosa que parezca un libro y requiera tiempo de calidad para recorrer sus páginas. Tiempo: eso es lo que falta y lo que dan los libros.

2 Comments
  1. silencio semata says

    los sindicatos generan paro. lo demuestra el echo que donde mas sindicatos ahbia hace 75 años es donde mas paro hay hoy. la historia es cruda pero real

    se ka pasado de odiaR la puta mina añorar la puta mina

  2. LDMuras says

    ya es gracioso y lo dice en tunez y con el abrigo puesto

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