Nueva era y vieja política

  • "Es una ilusión pensar que puede haber respuesta solo en la tecnología, sin reorientar el modelo sanitario hacia la salud pública, la prevención y la atención a crónicos"
  • "De nuevo se han visto nuestras flaquezas en un sistema de salud pública al nivel de lo que necesita una sanidad pública desarrollada"
  • "Reconocer el fracaso electoral no basta, es imprescindible también una urgente rectificación"

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Cuando comenzó la pandemia, estábamos en los albores de lo que algunos denominan la cuarta revolución industrial, que se basa en la revolución digital y se caracteriza por la inteligencia artificial y el aprendizaje de la máquina, y no faltaban voces que hacían apuestas sobre los empleos y profesiones que van a sufrir el ímpetu del maquinismo. También entonces, el del cambio climático dramático y más que amenazador y el pulso de una nueva guerra fría comercial y digital, eran motivo de preocupación.

Se estaban produciendo, además, cambios de fondo en Europa, derivados de la experiencia de la austeridad, el Brexit, los populismos y la nueva geopolítica. Cambios que han dado lugar al golpe de timón de la mutualización de la deuda y el plan de reactivación. Un verdadero sacrilegio para la religión neoliberal de la austeridad.

Lo mismo podría decirse con respecto a la nueva política, que originada en la indignación del malestar social y la crisis de la política tradicional provocadas por la recesión, recurría al populismo del relato, el gesto y las primarias telemáticas.

Cualquiera puede sospechar que esas situaciones críticas, ahora sometidas a la aceleración de las consecuencias sociales y políticas de la pandemia, nos pueden encontrar con la misma falta de preparación que la de la propia pandemia.

La crisis sanitaria, que ha dejado alguno de estos debates en segundo plano, y ha reactivado otros, no ha hecho sino sacar a la luz los problemas que teníamos para afrontarla con éxito, muchos de ellos derivados de la inercia asistencial y los recortes de la década pasada. Y ello a pesar de todo nuestro hipertecnologismo. Habría que destacar la falta de un sistema de salud pública, que se ha visto primero en la incapacidad para la estrategia inicial de contención, pronto desbordada, y ahora en los problemas de las CCAA para el desarrollo de un plan de control de brotes en progresivo aumento.

En relación con todo esto, es una ilusión pensar que puede haber respuesta solo en la tecnología, sin reorientar el modelo sanitario hacia la salud pública, la prevención y la atención a crónicos. Es la misma diferencia que hay entre los recursos humanos para el rastreo de contactos en colaboración con la asistencia primaria y la pretensión de sustituirlos por apps, que parecían mano de santo y solo son un complemento; de hecho vemos que en la actualidad tienen dificultades sin un sistema de salud pública potente y sin una ciudadanía consciente que lo incorpore la adherencia en Europa está siendo baja y en España estamos todavía a la espera de las conclusiones de la experiencia piloto de La Gomera.

De todo esto habría otros ejemplos como la contraposición entre la enseñanza presencial y la telemática o la resistencia patronal a regular el trabajo desde casa. Porque tras el pronunciamiento habitual de que 'esto ha venido para quedarse' está el intento de convertir las medidas de emergencia, especialmente las telemáticas, en el fundamento de la llamada nueva normalidad.

En este sentido y volviendo a la covid-19, parece que para los Gobiernos autonómicos, una vez acabada la alarma y el confinamiento, bastaría con algunos retoques o refuerzos puntuales, sumados a la sobreactuación o al último recurso del agravio, y no es así.

De nuevo se han visto nuestras flaquezas en un sistema de salud pública al nivel de lo que necesita una sanidad pública desarrollada: con epidemiólogos, rastreadores y la superación de los recortes en una atención primaria sobrecargada y con las plantillas mermadas y de una salud laboral en el margen. La necesaria información sanitaria y la educación para la ciudadanía tampoco se han logrado, a tenor de los focos de irresponsabilidad y de falta de solidaridad.

Y es que las epidemias no abren una nueva época, tan solo aceleran procesos que ya estaban en marcha. A veces oficiando de altavoz como ha dicho Adela Cortina, más que de causa.

Viene todo esto a cuento para ilustrar también la importancia de las recientes elecciones autonómicas. Ya hemos visto cómo la pandemia ha influido a su manera en las elecciones del 12-J en Galicia y en Euskadi, y ha condicionado el voto de una manera muy importante, avalando, quizá, el retorno de la llamada vieja política_ las más de las veces solo política_ y favoreciendo el continuismo con Feijóo y Urkullu, percibidos como gestores con olfato y como garantes de seguridad frente a incertidumbre. Las elecciones vascas y gallegas han sido un indicador del triunfo de la serenidad y el fracaso de la estrategia de crispación y desestabilización, instrumentalizando la pandemia, encabezada por Vox y seguida de cerca por Casado, que han creído ver una oportunidad para descabalgar al Gobierno. Finalmente la actitud de Ciudadanos lo ha desbaratado. Esta es una enseñanza que nos dejan las pasadas elecciones autonómicas, y es también un precedente que hay que tener en cuenta para las que vienen en Cataluña. Aunque, a tenor de las reacciones de la derecha al acuerdo para el plan de reactivación europeo, nada parece haber cambiado para ellas, a pesar del fiasco de su estrategia de polarización y desestabilización. Con ello corren el riesgo de convertirse solo en los portadores de las malas noticias.

Por otro lado, con o sin participación en el Gobierno, y aunque no parecen infundadas las dudas que Unidas Podemos y sus confluencias producen sobre su futuro, en algunos ámbitos hay demasiada prisa en dar ese espacio por perdido. Confunden sus deseos y la realidad. Es precipitado y un error de juicio el minusvalorar su capacidad para recuperarse y por otra parte sigue siendo necesario que este espacio y su voto sirvan para articular una izquierda alternativa y federal que contribuya a una salida justa de la pandemia.

Para ello sería preciso, en primer lugar, no engañarse con el manido recurso de la división interna y el rearme ideológico, cuando éstas son solo una parte de las consecuencias. Reconocer el fracaso electoral no basta, es imprescindible también una urgente rectificación. Porque, en nuestra opinión, la causa última del declive de UP es la desconexión entre un relato populista de castas, relatos, democracia directa y construcción de pueblo y nuevos países, y la práctica política real, basada en la representación parlamentaria, la colaboración con el movimiento social y la actitud pragmática de izquierda de Gobierno. En definitiva, se trata de la participación en la política representativa basada en la deliberación, el acuerdo y la movilización de masas (Masa y poder de Elías Canetti). El reto es resolverlo.

En cuanto al modelo de organización UP tiene también que decidir si es una guardia pretoriana combinada con una participación y elección básicamente digital, o bien se trata de implantación territorial, pluralismo, federalismo y gobierno compartido con la participación digital como complemento necesario pero no sustitutivo.

En Euskadi, Podemos y la coalición ha resistido por encima de las expectativas y el PSOE no ha podido rentabilizar la pérdida de votos de sus socios. Y tampoco en Galicia, en donde se daba la circunstancia de que el votante de izquierdas tenía claro a dónde ir: al BNG de Ana Pontón. Veremos si en las demás CCAA, y sobre todo mientras el PP de Casado siga peleado con la periferia del Estado, una parte importante de ese voto va al partido socialista, a la abstención o acaba volviendo a Unidas Podemos.

3 Comments
  1. Florentino says

    … Lo que en un principio parecía una crónica sobre «salud», al juntarse dos médicos, haciendo una radiografía de la «pandemia»; por ser el señor «Souto» profesor en radiología en la Universidad de Santiago.
    No. Dos puntos y aparte de la entrada, ya entran en lo que es el tema central: un nuevo coronavirus, con una política vieja, que debe (no solo decir)… que fué un fracaso !. Deben también cambiar el relato y exigen una rectificación. Gaspar, no ejerza de rey «mago» y ayude con un análisis torticero, ha aquellos representantes políticos que robaron, privatizaron una sanidad universal socializada. Los que dan «gratuitamente» estos consejos, dejaron hipotecada su formación y a la vez compitieron contra sus compañeros; dividieron el voto restando representación a los que ahora «critica» de una forma «sibilina». Aquel Actúa de reyes estrellas y los desertores «ególatras» tuvieron mucho que ver que siguieran ganando los «tamayazos», con la cobertura de los medios fáctico-mediáticos, esos que persiguen a los que buenamente, desean defender dentro de las instituciones a los más afectados por tantas «pandemias» sociales… que usted no supo atajar !.Todos los demás alegatos sobran, pues cada formación se debe a sus afiliados y sus representantes «Autonómicos» deberán evaluar, corregir, e implementar donde las deficiencias existan. ¿ Los demás ?… apoyar el conjunto social que llevan en los programas, hacer que se cumplan al máximo; sabiendo diferenciar Unas «Generales de las Autonómicas» y no interferir dando consejos… que para mí no tengo !.
    Tales de Mileto: «La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil hablar mal de los demás».

  2. Mig says

    Si hay algo que no ha faltado en la política institucional del Reino han sido personajes vividores, prepotentes, traicioneros e inútiles.
    El señor Llamazares se compró todas esas papeletas y más y en todas se llevó premio.

  3. JOSÉ REPISO MOYANO says

    Cualquier INJUSTICIA que haya en cualquier parte del mundo objetivamente está causada por una MALA VALORACIÓN.La mala valoración se ha producido por:—no usar la razón ni la ética—usar un negacionismo—no ayudar al que demuestra razón-luz—usar una alineación o fanatismo—usar una discriminación—valerse de una sobreprotección—valerse de una valoración o estética dominante—valerse de una buena situación de poder—valerse de servicios de todos o públicos para solo un interés propio—valerse siempre de retóricas (halagos, palabrerías, grandes discursos vacíos, etc) para tener seguidores o éxitos—valerse de una VIOLENCIA INSTRUMENTAL contra alguien. Tras aclarado esto, ¡TODO ES MENTIRA!
    La chapuza reina.
    Un truco muy eficaz para todos los que desfavorecen a la realidad es:
    VETAR TODO LO QUE LES DESAGRADA (A OÍDOS SORDOS) E IR ESCONDIENDO LAS MENTIRAS, MÁS Y MÁS, HASTA QUE POR LÓGICA QUEDE «LA VERDAD QUE LES INTERESA».
    Y lo llenan todo de trampas o de eufemismos manipuladores: banca ética, caza amoroso-ecologista, guerra humanitaria, telebasura preciosa que tiene FORMAS o no las pierde manicomios hacia arriba y hacia abajo, buscar fama que va contra la ética y es solidaria,etc.
    Pero aquí no acaba la cosa, sino que hay miles de SIRVIENTES ARRASTRADOS (que han perdido ya la dignidad) que hacen comentarios a favor de ellos y no a favor de la ética misma o de sus deberes éticos PISOTEADOS por ellos.
    Halagar tras todo esto es un acto estúpido. https://twitter.com/JoseRm52
    ¡Viva lo que ya tanto se ha pisado! https://delsentidocritico.blogspot.com/
    JOSE REPISO MOYANO

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