Comunicación política trivial: las elecciones catalanas

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Julián Sauquillo

 Hace seis años, participé en un coloquio que llevaba por titulo Reivindicación de la Política. Pretendimos desentrañar el papel de las ideologías y de los actores políticos en este siglo recién inaugurado entonces. El público muy juvenil se daba cita en la Diputación Provincial de Córdoba con suma curiosidad. Coincidí entonces con alguien tan indicado y ameno como Roberto Blanco Valdés para explicar el carácter de la política contemporánea por su conocimiento de las revoluciones burguesas y de las Constituciones fraguadas a un lado y otro del Atlántico. Pero, en mi opinión, quien atrajo totalmente la atención fue un jovencísimo asesor de comunicación del grupo socialista de Sevilla que logró una auténtica compenetración con el auditorio casi de su edad. Se paseaba entre ellos con un micrófono y una emisora prendida al cinto. Mostró toda su admiración hacia los comunicadores políticos norteamericanos, capaces de dar vuelcos electorales con sus estrategias comunicativas. A mi me estremecía lo que a él le enaltecía. En el pasado, habían utilizado un procedimiento sofisticado para “reposicionar” al “hombre aburrido” Fernando De La Rúa como un hombre comprometido frente al frívolo Carlos Menem acomodado en su descapotable. Bastaba con dar por consciente de los problemas sociales a quien antes parecía plomizo y reflejar ceguera social de quien parecía divertido y sólo era un caradura. Ganó, como saben, el hombre aburrido con unas eficaces cuñas de mensaje ramplón y negativo contra la figura de Menem. Las entradas televisivas debían ser cortas y golpear rápidamente al contrario con contundencia. La comunicación política negativa ya había triunfado sobre la positiva.

Las elecciones se convirtieron en un mercado electoral donde se ajustan ofertas políticas a demandas de los electores y gana quien vende más. Por ello, a pocos días de las elecciones (catalanas) nadie se restringe a la hora de envolver el producto como regalo y así atraer al comprador. Orgasmos, toallas de baño, ropa interior, sugerentes bocas de botellas de champán a punto de rebosar espuma, camas desbaratadas por el ajetreo sexual conducen, por ejemplo en un video, a la tapadísima Montserrat Nebrera de “Alternativa de Govern”. Enfundada, pegada a una toalla enroscada escrupulosamente a su cuerpo, planta cara a los gastos espurios tanto del P.S.O.E como del P.P. Algunos sectores del Opus Dei están cambiando a pasos agigantados por la causa electoral. No han desaprobado este “desenfreno” electoral. Pero a mi me decepcionó darme de alta obligatoriamente en “you tube” como mayor de edad, para evitar daños a menores por contenidos sexuales peligrosos, y “no ver nada” cutáneo de verdad. Si así hacen los guardianes de las buenas costumbres, las juventudes socialistas de Cataluña no podían quedarse atrás. Nos proponen en otro video que votar puede ser un placer.  Meter la papeleta socialista en el sobre convierte al recipiente en una sábana a la que aferrar los dedos o con la que abanicarse antes del orgasmo. Lo peor del video es que restringe la fiesta a la joven morena y no lo extiende a las mujeres y hombres maduros de una mesa electoral sorprendida, aburrida y frígida. Parece que el disfrute político es cosa de jóvenes y los demás estamos en la menopausia. En todo caso, es mejor emplear a una joven sudorosa y en trance que a unos perros de caza que representen a la oposición como otras veces pasadas. El PP ha preferido, en cambio, acudir al lenguaje de las videoconsolas y presentar a Alicia Sánchez-Camacho como Alicia Croft, suerte de Angelina Jolie, en Rescate disparando a independentistas e inmigrantes paracaidistas. Luego se justificaron con que habían querido decir “mafias” en vez de “inmigrantes”. Pero es cierto que el PP últimamente se equivoca mucho. Lo mismo arguyó en una fraudulenta convocatoria pública de plazas municipales: haber copiado por error una convocatoria pública de plazas a bombero antigua –bases para la policía Nacional publicadas en 1983 y en 1988 declaradas “obsoletas”- que prohibía obtener puesto público a amanerados y a hermafroditas en Ponferrada hoy en día (20 minutos, 2/XI/2010).

José Montilla justificó el video de sus jóvenes camaradas en que sirve para que aumente el número de votantes y en que no disparan a nadie. Pero uno se pregunta si valen todos los medios electorales y, sobre todo, qué valdrá el resultado obtenido el veintiocho próximo en Cataluña, si la interlocución de los partidos con su electorado es tan trivial. Con tan pobre aliento del votante, estaremos ante nuevos “momios” como lo del siglo XIX pues ya parece acudir el muerto en vez del miembro del electorado. No sé si tanto regalo visual se opone tajantemente a cualquier idea y más valdría que nos regalaran un colchón o nos hicieran un camino directo de la aldea al pueblo. El siglo XIX era menos fantasmal en sus intenciones simbólicas pues daba premios en metálico en vez de aturdirnos con imágenes.  El siglo XIX destinaba al demagogo el papel de conductor de masas analfabetas. Hoy se nos engatusa con mil escenas de imágenes capciosas que nos llegan al móvil o a cualquier pantalla. Parecemos incompetentes básicos a los ojos paternalistas de nuestros representantes. En vez de lograr la libertad, hemos caído más esclavos de esta técnica audiovisual. Cuanto más pregonan nuestros representantes nuestra autonomía menos se dan en las sociedades actuales las condiciones para su ejercicio. Y aparece la nueva religión de los periódicos y las redes sociales para enredarnos en cualquier dirección. No nos disparan pero nos amedrentan. Un minuto de apagón y dos de silencio valdrían, hoy,  para ejercer el voto sin ansiedad y con alguna opinión. El resto es ruido (electoral).

1 Comment
  1. Zaratustra says

    Cuánta razón tienes. Me entristece que en 1992 José Agustín Goitisolo denunciara el «tiro al negro» y los jóvenes fascistas del PP hayan convertirdo ese ejercicio contra el inmigrante en un juego electoral sin que las eminentes y prominentes autoridades democráticas se atrevan a denunciarlos por apología de la violencia y el terrorismo.

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