¡No disparen al funcionario!

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Julián Sauquillo

En una sociedad con más del veinte por ciento de paro, sin horizonte claro de disminución en el próximo año, excuso decir que el trabajo se convirtió en el valor social prioritario. Por encima de la lealtad, la amistad, el amor o la felicidad. Si el trabajo es estable, y no se basa en la “empleabilidad”, se convierte en oro puro. Cada vez más, el hambre y la falta de expectativas sociales se apoderan de una población que cuenta con familias donde no se cobra ningún subsidio de paro. En una situación paupérrima, el funcionario con trabajo permanente puede ser tan codiciado como odiado. Puede ser un “chivo expiatorio” del que se viertan todo tipo de acusaciones: ineptitud, soberbia, pusilanimidad, corrupción, incompetencia, despilfarro,... Es cierto que, en el pasado, el funcionario fue incompetente hasta la arrogancia con el administrado: “¡¡Vuelva usted mañana!!” le espetaba el administrador ante cualquier requerimiento. En la Alemania de 1920, Robert Wiene representaba al funcionario de la República de Weimar como un señor displicente que hacía su trabajo sobre unas sillas descomunalmente altas y despreciaba al administrado, incluso si se trataba del mismísimo doctor Caligari, un individuo mitad brujo mitad mata sanos.

La supresión de veinticinco mil empleos públicos en Irlanda y las reivindicaciones laborales del sector funcionarial de instituciones penitenciarias en España reflejan un retroceso de este trabajador público en un futuro. Islandia amenaza ahora con proseguir un desmantelamiento del régimen de funcionario en su administración. Hubo zozobra en la política española a seguir con la función pública. Primero, el gobierno español dijo que no bajaría el sueldo de los funcionarios. Luego, que reduciría la oferta pública de empleo para ahorrar presupuesto, en vez de la bajada salarial. Más tarde, haría una y otra restricción sobre la función publica. Pero, una vez afrontados los sacrificios obvios por el funcionario en tiempos de crisis palmaria, harían mal los ciudadanos en disparar al funcionario en vez de al pianista.

El funcionario ha sido pieza clave hasta ahora de la Administración estable y del Estado social. Su posición es la de un engranaje en el aparato burocrático de una sociedad necesariamente compleja. El socavamiento del Estado social crearía un caos social de tal magnitud que no es creíble. Ni Claus Offe, defensor informado del Estado social, ni los  neoliberales, empecinados en desengrosarlo de funciones sociales, pueden creer posible su desaparición neta. La aplicación de las normas vigentes por una agencia centralizada es clave en la existencia de imperio de la ley y seguridad jurídica. El funcionario tiene acceso a unos expedientes reservados de incumbencia para el administrado. Sus competencias están estatutariamente establecidas y existe un procedimiento de queja mediante recursos dentro de una jerarquía de mando en la que se inscribe institucionalmente su actuación, en caso de insatisfactoria resolución pública para el administrado. El comportamiento del funcionario está delimitado por unas garantías jurídicas para el ciudadano. Ha sido el engranaje de las Administraciones estables ejemplares de Alemania y Francia. La Administración flexible norteamericana ha mostrado, en cambio, corrupción y clientelismo político en el pasado. Los propios problemas de un “spoils system” (sistema de despojos) que renovaba los puestos administrativos con los partidarios del partido ganador en las elecciones. El senador Marcy dio el pistoletazo de salida: “las elecciones son una batalla y quien gana la guerra se reparte el botín, o sea la administración”. No es adecuado que se mezcle política y administración. No sería conveniente, por tanto, que las tareas públicas sean emprendidas por los ciudadanos espontáneamente, venialmente, clientelarmente o sin preparación. Max Weber constató una disposición moral del funcionario: resolver “sine ira et studio”, es decir, con ponderado análisis del caso y sin filias ni fobias. Es decir, su posición es neutral o sin animadversión alguna hacia el ciudadano.

La procedencia del comportamiento funcionarial es religiosa. Pierre Legendre ha identificado la prestigiosa Escuela de Administración Francesa (E.N.A.) con una Compañía de Jesús laica y secular que sustituyó el servicio a dios por el “servicio público”. La disposición del funcionario hacia el administrado viene del mejor comportamiento jesuítico, donde la obediencia vale tanto o más que el mando. El funcionario recibe órdenes de su superior jerárquico y las ejecuta sin más creación (con la preparación y modernización de los cursos de formación adecuados). Es un comportamiento diverso del político, capaz de idear fines colectivos o cursos de acción públicos para resolver situaciones controvertidas con la mejor solución posible.

Sería un error suponer que puede prescindirse de funcionarios porque está pretensión forma parte del ambicioso proyecto de privatización del cualquier servicio público por la derecha. Pero, fíjense cómo funciona la privatización: primero, privatizan la recogida de basuras; luego, nos obligan a pagar este servicio que ya estaba cargado; más tarde, se incurre en una imprevisión presupuestaria de su coste; y, consiguientemente, se falta al pago. Como consecuencia de las deudas acumuladas, se reducen los servicios de recogida de las otoñales hojas y de los viejos muebles para pagar menos servicios pues sus proveedores no aguantan más el impago,... Así las cosas, nos quedamos sin administración estable, sin servicios públicos básicos y los probos y virtuosos ciudadanos del liberalismo económico salen, un día, a la calle de buhoneros. No es plan. Tengan cuidado con herir de disparo al empleado público. No se engañen.

3 Comments
  1. celine says

    Cuánta razón tiene. Hace falta que la gente se informe bien antes de dar los pasos que dan. Nunca hasta ahora el dinero ha causado tantos estragos en la especie humana. Y el dinero está también detrás de los que juegan a disparar al funcionario. Gracias por esta explicación.

  2. Krmen Freixa says

    totalmente de acuerdo, solo que si dices funcionariado estarás incluyendo a las miles de mujeres que trabajan en los servicios públicos. gracias y lo difundo

  3. Concha says

    Justo hoy, 10 de diciembre, leo su artículo, después de enterarme por diario El País que «ha quedado desierto el contrato para reponer y mantener los contenedores (de cartón, vidrio y envases) de Madrid» y «que según la oposición socialista, las empresas no se fían de que vayan a cobrar». En mi opinión esto acaba de empezar. Antes era un lujo «llevarse» un concurso de la Administración. Ahora un riesgo. Gracias por ilustrarnos en un tema tan candente.

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