La vida en la red

4

Luis Goytisolo *

La Red Social no será una película apasionante, pero sí –lo que ya es mucho tal como está el patio- interesante además de impecable. Uno de sus hallazgos es someter el relato a la velocidad del medio al que se está refiriendo, es decir, no la propia del cine sino la de Internet. El espectador que tarde en acomodarse en su asiento se perderá la escena clave de la película: la riña entre el protagonista y su novia. Ella le mandará a paseo, y él, como incapaz de asumir lo sucedido, inventará la posibilidad de mantener on line cuantas relaciones le vengan a uno en gana. Relaciones en un mundo paralelo, claro, prescindiendo de cuanto es ajeno a esa realidad paralela, sentimientos que se asimilan con la realidad cotidiana, como la amistad o el amor. Yo diría que en ese mundo paralelo hasta lo más material, como pueda ser el dinero, se convierte en otra cosa, en cifras, en pura cifra.

Queriendo o sin querer, la película pone en evidencia algunas características de la red que habitualmente se tiende a pasar por alto, tal vez porque se refieren no tanto a lo que la red es como a lo que no es.

La red, por ejemplo, no sustituye a la vida, a la realidad del sujeto, por más que también ella sea realidad, otra realidad.

Tampoco sustituye a la cultura, a un saber asimilado a lo largo de los años hasta formar parte del sujeto. Ni siquiera al verdadero conocimiento, distinto a lo que ahora se entiende con la engolada expresión de “Sociedad del Conocimiento”, válido a lo sumo para referirse al conocimiento tecnológico, en un mundo donde el des-conocimiento no cesa de crecer y expandirse de forma arrolladora.

Igualmente erróneo es creer que, dada la rapidez de su funcionamiento, su carácter casi instantáneo, sustituye al tiempo real, lo comprime, lo gana para el usuario. En la práctica, sucede al revés: el tiempo pasado ante el ordenador se convierte, de forma por lo común imperceptible para el sujeto, en una especie de secuestro respecto al tiempo real, el relativo a la duración de nuestra vida.

Uno de los problemas que más preocupan hoy respecto al uso del ordenador es el del futuro de la letra impresa. ¿Acabará desapareciendo el libro? Hará pronto dos décadas puse sobre el tapete un tema que venía arrastrándose a lo largo del siglo XX. Mi opinión era que esta vez sí: el cambio en los usos y hábitos sociales, en el empleo del tiempo, acabaría a medio plazo con la figura del novelista tal y como había sido entendida tradicionalmente. Bien que ha desaparecido, pongamos por caso, la figura del labriego. Y eso que entonces no era perceptible, como ahora, la rápida reducción del número de verdaderos novelistas, país por país, en el mundo entero, ni la rápida promoción de un nuevo producto al que se sigue llamando novela.

Pues bien: por razones similares me inclino a pensar que el libro impreso y el digital no van a coexistir, como tal vez nos gustaría creer. La actual tablilla o cualquier otro formato similar se perfeccionarán hasta que su lectura nada tenga que envidiar a la de la letra impresa y el libro se convertirá entonces en una valiosa reliquia del pasado. Pero para mí no es ése el problema. El verdadero problema es el de cómo evitar que el usuario del ordenador, el antiguo lector de libros, se vea abducido por ese mundo paralelo de la red. Que acabe viviendo en él.

(*) Luis Goytisolo. Escritor y académico. Su última obra publicada es Cosas que pasan (Siruela, 2009).
4 Comments
  1. me says

    Qué casualidad que anoche veía esta película y un poco irritada me pregunté si podría seguir la trama; tanto ocurría y se decía en tan poco tiempo, en un espacio cerrado. Gracias por su iluminación, veré la película de nuevo, lo haré del mismo modo que me paso por la Red, por la mañana, para no volverme a dormir al final.
    Excelente artículo.

  2. adolfo says

    Totalmente de acuerdo con la diagnosis de Luis Goytisolo y sus observaciones sobre La red social. Lo que ha cambiado no solo es la manera de escribir (en ordenador) o de leer (digitalmente), sino mas bien nuestro sentido del TIEMPO. Para leer una novela, uno tiene que entrar generosamente en un tiempo muy diferente del que predomina en el mundo de la informática. Me refiero al tiempo de la lectura, acribillado por las distracciones del ordenador y del Iphone. Vuelvo siempre a los versos de Quevedo:
    “En fuga irrevocable huye la hora. / Pero aquella el major cálculo cuenta / que en lección y en estudios nos mejora”. Cada vez más difícil hacer lo que el llamaba “lograr la hora”.

  3. Jonatan says

    No es mala hipótesis, y da que pensar. Gracias.

Leave A Reply