¿Qué queda del movimiento 15-M?

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Julián Sauquillo

Acción teatral realizada durante la última jornada de acampada en la Puerta del Sol. / F. F.

Quien crea que el 15-M va a languidecer es un ingenuo. La dinámica de la acampada se estancó y perdió el encanto político que tuvo al comienzo. Era inevitable incluso para un mago de la política. Los intereses comerciales de las empresas vecinas  abundaron en que la protesta se dilataba en exceso y había pérdidas cuantiosas. La acampada corrió el riesgo de institucionalizarse, de ser atravesada por todo tipo de infiltraciones, de ser abatida por el cansancio. Hizo lo mejor: darse una tregua pues la organización en red ya está creada y la capacidad de convocatoria real que posee es vertiginosa. Se demostrará en el futuro. Por el momento, se retira a los barrios. En todo caso, como siempre, no hay que atribuir su virtud sólo al talento de sus participantes –talento indudable de algunos– sino también a la necesidad, a la propia situación social y laboral cada vez más desigual y tanto más conflictiva. Los gobiernos conservadores no van a mantener el Estado Social. Ni aquí lo harán ni en el Reino Unido lo están haciendo. Y a mayor precariedad y menor proteccionismo le corresponde una mayor protesta. Una contestación social que no se soterrará ni con dilaciones políticas ni con medidas policiales.

Parte del discurso del Gobierno actual considera que nuestras instituciones son vulnerables todavía y la situación actual es demasiado desequilibrada en términos políticos. La acampada habría jugado con fuego, entonces. Indudablemente, nunca se sabe, a ciencia cierta, cuándo se tira demasiado de la cuerda. El bipartidismo español –como plato único– pudo dar estabilidad política en los últimos años. Aunque también se mostró inane para llegar a acuerdos necesarios para reformas o nombramientos consensuados inaplazables. Concedamos que proporcionó estabilidad, pero el viejo C. Macpherson señaló, también, que el bipartidismo –amén de aportar estabilidad– elimina cualquier debate institucional o social, dado más allá de un centrismo que convierte cualquier extremo no prohijado en extremosidad.

El 15-M –haríamos bien en referirnos a “¡Democracia real ya!” para evitar encorsetarlo y limitarlo en el pasado– trae aquello que nuestro sistema representativo –no vivimos en democracias en sentido neto– había perdido: debate y crítica. Nada apunta a que nuestro viejo sistema político pueda ser sustituido por otro más moderno. Y ello es debido a la propia complejidad de las cuestiones públicas. Nunca he trabajado en la Administración real y menos he realizado tareas de Gobierno. Pero he visitado un simple mercado de abastos y me temo que los proveedores de “Mercamadrid internacional” no pueden ser sustituidos por voluntarios sin conocimientos alimentarios, salvo  que se dé grave merma de los suministros rápidos y diversos en España y hasta el lejano Japón.

Discrepo de mi amigo Carlos Taibo cuando considera limitado al programa alumbrado hasta ahora por “¡Democracia real ya!”. Según sus análisis, a grandes rasgos, hay en este movimiento un componente meritocrático –jóvenes que no ven compensada su alta cualificación con su mermada situación en el mercado–, un componente de demócratas radicales y, finalmente, otro de movimientos sociales críticos todavía no capturado por el Estado (feministas, ecologistas,…). La capacidad más vigorosa –en su opinión– está en manos de los movimientos libertarios empeñados en decidir mediante asamblea todas las cuestiones porque un mundo nuevo es posible. Creo, a su pesar, que “¡Democracia real ya!” puede controlar y debatir las medidas adoptadas dentro del ineluctable sistema de elecciones periódicas y entrega de confianza pero no sustituirlo. Me incluyo entre la “democracia radical” dentro de su esclarecedora tipología. Habíamos confiado demasiado en el voto y la entrega de confianza –en mi opinión– y un movimiento nuevo va a enviar mensajes muy razonables o muy considerables a la agenda de la política normal. Y, si no se aprecian, se armará. La pasividad ciudadana se está removiendo. La opinión pública se fortalece, día a día, fuera del espacio de la empresa donde no es posible (colonizada por la precariedad y los incentivos).

Conocí a Tarso Genro, ministro con Lula, por el Partido de los Trabajadores, dentro de un seminario en Pelotas (Rio Grande do Sul) en septiembre de 1996. Entonces, era alcalde de Porto Alegre, de donde partió la práctica del presupuesto participativo que agitó al Foro Social Mundial en sus diversas citas mundiales. Su experiencia ha sido larga como alcalde entre 1993 y 1997, y 2001 y 2002. Ahora es Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul. Allí ya le veían futuro Presidente, incluso. Llegó a Ministro. No es poco, ¿no? Al preguntarle por los indignados, ha  opinado  mejor que nadie: las asambleas pueden ser opacas pero nuestros parlamentos no carecen de manipulación. Así que confía en el movimiento asambleario para lograr limpieza política. Pero señala: “La democracia directa es un elemento del proceso de participación, pero no es el único, no es un elemento absoluto”. Coincido con él. La asamblea aporta el debate y la crítica que el sistema representativo estaba soslayando. La asamblea dota de mayor democracia a la representación política aún no alcanzándose su dimensión neta. Después de todo, las decisiones de nuestros representantes electos nos obligan a todos aunque no les hayamos votado por nuestra pertenencia al “demos”, al pueblo  español definido por la Constitución. Luego, discutámoslas también y no sólo obedezcámoslas.

Me alegró ver a Tarso, un hombre muy importante, por la calle Princesa el viernes 10 en la noche. Iba muy alegre, de incógnito, y ambos caminábamos acompañados. No le vi, poco después, en mi sesión de la deliciosa “Midnight in París” de Woody Allen. Acaricié esta esperanza: mi coincidencia espacio temporal con alguien admirable por un par de horas en el infinito del Universo y de la gran pantalla. Pero era ilusorio pues él ha triunfado y yo no he llegado a nada.

3 Comments
  1. borja says

    Por favor pedir a amigos,conocidos,familiares que no voten ni al psoe ni al pp pasarlo por favor.Si nadie vota a estos dos partidos los que ganen tendran que cambiar las cosas sin posibilidad de no hacer nada.Estarian obligados a cambiar la justicia y la leyes electorales la clave es que psoe y pp no tengan ni un voto.GENERACION NI NI,NI PSOE NI PP PASARLO PORFAVOR,hablar de ello con familiares y amigos y que nadie les vote y TODOS A VOTAR.Que voten a quien sea menos psoe y pp gracias.

  2. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    Mi humildísimo comentario, de cuando el inicio de este «gesto», bienintencionado, no lo pongo en cuestión, del llamado «15-M», fue de equívoco, por su forma.
    Todo movimiento ¿Libertario?, que se precie ha de ir bien organizado, con buena base. Y no es que yo dude de la limpia e intencionalidad organizativa. No. Lo que sucede es que, o nos arriesgamos, con todas las consecuencias, o lo dejamos estar.
    Sabido es que los saboteadores, los oportunistas y todo germen nocivo ha de estar presente en estos eventos, para lucrarse o para destrozar el espíritu de la intención.
    Lo recordé al principio, por ahí andará, y lo diré ahora, a fuer de reiterativo, lo que ya nos recordaba Séneca, que los líderes son necesarios y, acaso son víctimas de su ingenuidad?…

  3. buzterri says

    Hola,solamente quisiera apuntar que respecto a las presuntas perdidas millonarias de los comerciantes de la Plaza del Sol en Madrid, (5 Millones de Euros en apenas un mes …?)mientras se encontraban acampados los del M15,varias cuestiones:

    1º.-Esta gente viene a ganar mas de 12/13 millones de €. en un año.

    2º.-No tengo ni idea de cuanto han venido declarando a Hacienda en los últimos años, pero dudo muchos que se acerquen a esas cantidades.(El semblante de la cara de los comer-
    ciantes que se quejaban en TV lo decían todo)

    3º.-Estaría bien que algún inspector medianamente honrado del Ministerio de Hacienda (que puede haberlo..) revisase alguna declaración anual,de IVA, etc., de los susedichos en algún ratito libre.
    Un saludo
    Bakio

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