Una huelga general para acabar con el bucle infinito del recorte de los derechos sociales

2

Francisco Serra

Cartel gigante colocado en la sede de la UGT de Madrid en el que se convoca a la huelga general. / Víctor Lerena (Efe)

Un profesor de Derecho Constitucional estaba buscando noticias en internet sobre la convocatoria de huelga general para el día 29 de marzo cuando, de repente, se encontró en el ordenador con la temida pantalla azul, en la que se le informaba de que se había producido un “bucle infinito”. Era necesario reiniciar el programa y, en caso de repetirse, podía quedar gravemente afectado el disco duro.

El profesor, poco conocedor de los entresijos de la informática, apagó, atemorizado, el aparato y salió a dar un paseo. Tenía cita con la dentista un poco más tarde, porque se había aflojado el tornillo de uno de sus implantes y precisaba ser ajustado. “Tu boca es como un mecano”, le había dicho la doctora y la verdad es que llevaba una temporada en la que casi todas las semanas debía acudir a su consulta: un puente desgastado se había caído varias veces, la necesidad de nuevos implantes para cubrir los huecos… El profesor había intentado demorar las necesarias reparaciones de su dentadura hasta que mejorara la situación económica, pero ya casi no podía comer sin miedo a que alguna pieza se viera afectada.

Mientras se dirigía a la visita, el profesor iba pensando en la imagen que en tiempos había servido para caracterizar a la sociedad industrial, contemplada como un gran engranaje, en el que “tuercas y tornillos” representaban a los “actores sociales”. Frente a la clásica visión de la sociedad entendida como un gigantesco organismo, un “cuerpo social”, el maquinismo llevó a identificarla con un artificio en el que las diferentes clases sociales debían continuamente reajustar su posición.

En el siglo XIX, la moderna sociología nació casi de modo simultáneo a la irrupción en la historia de la clase obrera, que empezó a demandar sus derechos recurriendo a la huelga, cuando era necesario, para exigir una modificación del entramado social. En la sociedad del trabajo, ese tiempo excepcional que interrumpía la producción llevaba a empresarios y trabajadores a situarse de nuevo en el momento fundacional  y readaptar el funcionamiento de la “máquina social”. La “huelga general” representaba la mayor quiebra que podía haber al orden de la normalidad y se pensaba incluso que tal vez llevara a la instauración del paraíso igualitario.

Durante el siglo XX el mito de la “huelga general” perdió su carácter originario y se convirtió tan solo en un instrumento de protesta frente a intentos de grave alteración del orden político o social. Ya con ocasión de la última huelga general el profesor había reflexionado (en El mito de la huelga general, en cuartopoder.es) sobre las que se habían sucedido en los últimos años, pero ahora le parecía descubrir circunstancias distintas, derivadas de la forma diferente de entender la sociedad, ya no como un engranaje, con “tuercas” y “tornillos” que deben estar continuamente “reajustándose”, sino como un potente  ordenador, que ha caído en un “bucle infinito” de recorte de los derechos sociales.

Ahora no está en juego una modificación más o menos profunda de las relaciones laborales, sino una “reinicialización” del sistema productivo, que conducirá a que los trabajadores se vean desposeídos de las mínimas garantías con que contaban para afrontar las circunstancias adversas que pueden tener lugar en la “era de la incertidumbre”. Los teóricos sociales utilizan con frecuencia la expresión “sociedad de la información” para referirse a la sociedad actual e incluso han imaginado, en un futuro utópico, una  “comunidad ideal de comunicación” en la que las decisiones se tomarían como resultado de un diálogo sin imposiciones, en sustitución del anhelado y nunca cumplido “reino de la libertad” de la declinante sociedad del trabajo (donde, se decía, “cada uno contribuiría a la producción según su capacidad y recibiría según sus necesidades”). Pero, muy al contrario, en el momento presente, como ha demostrado la aprobación de la reforma laboral, no existe sino el “monólogo” del poder, que se impone, como no podía ser menos, por la fuerza.

De camino a casa, con la dentadura más ajustada, el profesor pasó por el mercado y sorprendió en un puesto de fruta una conversación sobre la próxima huelga general. “Antes”, se lamentaba un cliente, “se podía hacer huelga, aunque te descontaban muchísimo, pero ¿quién se va a atrever sabiendo que te pueden echar sin mayores problemas? ¿Con la crisis, qué empresa no prevé pérdidas? Habrá huelga en la educación, en la Administración… Puede que haya que hacer reformas, pero no así. Ayer a mi cuñado lo mandaron al paro. Esto no tiene fin. ¿Qué nos va a quedar?”.

El profesor, en conversaciones con amigos y compañeros, meditó, no había descubierto más que desánimo e incluso los más convencidos de la necesidad de la convocatoria de huelga general parecían resignados a que no alterara los planes del Gobierno, pero, concluyó con pesar, si no se muestra la resistencia que se puede ofrecer al recorte continuado de los derechos sociales, el “bucle infinito” acabará arrastrándonos a todos y no podremos decir nada cuando nos llegue el turno de acudir, con la carta de despido,  a la oficina de empleo.

2 Comments
  1. susana says

    Te falta un tornillo si no temes las represalias empresariales por ponerte en huelga Nos han convertido en meros engranajes del proceso productivo Las mujeres estamos todavía más expuestas Una posible contestación más es no comprar nada el día 29 para que se note que somos un torbellino que sale del bucle tamproso Me encantas aunque no salgas del dentista ¡¡Bravo!!

  2. Marta says

    Mañana, podeis consumir -a ver si os vais a quedar como un alfeñique y no teneis fuerza para manifestaros en el futuro- PERO NO COMPREIS MAÑANA 29 día de la huelga general. Que se note la protesta con la bajada de tráfico económico mañana 29. Haced la compra hoy, cariños, y no mañana

Leave A Reply