¿De qué liderazgo político hablamos?

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Julián Sauquillo

Angela Merkel en la sesión del Bundestag en la que, el pasado viernes, se debatió sobre la participación de Alemania en la ayuda a la banca española. / W. Kumm (Efe)

Con frecuencia se invoca que necesitamos liderazgo en Europa. O se apela quejumbrosamente a que no quedan líderes en España como los de antes. Y acuso cierto cansancio porque se supone que los líderes pueden “salir como setas”. Se habla de liderazgo en la empresa, en la familia, en la iglesia (sobre todo, en la evangelista). Se alude a la necesidad, incluso, de que los líderes aúnen esfuerzos individuales en equipos y colectividades. Pero poco se repara en por qué no son de existencia evidente en una sociedad (nacional e internacional), ciertamente, tan necesitada de superar fraccionamientos y conjugar esfuerzos. Parece evidente que el tiempo de los Kennedy, Adenauer, Brandt, Gorbachov,… ha declinado definitivamente y que un mensaje tipo “no, no y, definitivamente, no”, emitido desde Alemania, no representa discurso suficientemente rico para significar un liderazgo europeo. Pero el contraste actual de cómo discuten o dejan de discutir los presidentes español y alemán actualmente en sus parlamentos es significativo.

A la presidenta Angela Merkel le debería hacer pensar su compatriota clásico Max Weber. Ambos protestantes y tan diferentes. La señora basa su política en unos supuestos buenos datos económicos alemanes, cada vez más frágiles, y el olvido de cómo enriqueció a Alemania el mercadeo ejercido en la Unión Europea. Las buenas ventas de sus productos en el resto de Europa serían debidas, según su visión, a los estrictos méritos alemanes (más trabajo, más ahorro y más responsabilidad que los despilfarradores latinos del sur europeo). Ahora se estarían sacrificando por los más indolentes. La Presidenta vende un realismo político basado en el sacrificio y la inteligencia nacional. Su discurso político es ramplón y comienza a agotarse electoralmente por increíble. Las posibilidades de que Merkel sea un líder político son pocas por razones domésticas. Pero también por el escaso “embrujo” de su personalidad. Max Weber subrayó que el líder basaba su liderazgo en la estela de una personalidad excepcional capaz de realizar milagros (políticos, electorales) en última instancia. Cuando el líder deja de revalidar esta capacidad mágica, el carisma del líder se extingue. El hechizo de la señora Merkel es de corto aliento incluso si no se le compara con las exigencias de Weber para estar en presencia de alguien excepcional.

A un escaso brillo de la alemana se une otra razón general para la debilidad de los liderazgos hoy. Cada vez las burocracias de especialistas forman una jaula técnica en la que se pierden los bríos creativos más genuinos. La política local, regional y global cada vez está más dominada por los números y es pasto de los tecnócratas, apenas capaces de domesticar los flujos globales. Weber auguró un futuro sin líderes carismáticos por la imparable “hiperracionalización del mundo moderno”.

Sin embargo, el panorama político alemán le da mil vueltas al español en materia de liderazgo. Es más fácil ver atisbos de dirección política allí que aquí. La última vez que vi en España a un líder carismático fue a Enrique Tierno Galván. Muy irónico con los dirigentes de la maquinaria de su propio partido (PSOE) y dotado de carisma porque era más profesor que político. Por su talento y cultura, amén de preparación teatral, acabó en la política local gustando a los rockeros de Vallecas como a las señoras del barrio de Salamanca. Aunaba voluntades muy variadas y múltiples en la política madrileña. Es la excepción. En España, hubo más dirigentes de partido con un control fuerte de su maquinaria en las sedes partidistas y en el grupo parlamentario que líderes carismáticos. Y aquí tenemos que aprender incluso de la señora Merkel y de su Parlamento, porque allí se discuten las propuestas sobre si se rescata o no a la banca española. Hay discrepancias en el seno de su partido, votos que no se pliegan a la disciplina partidista y alianzas con la oposición que le sirven para sacar adelante el rescate. Aunque sea perdiendo la llamada “mayoría del Canciller”. Mientras que en España, por el contrario, la “mayoría del Presidente” no refleja disidencias y se expresa monolíticamente sobre la mayoría absoluta obtenida en las elecciones. Muchas voces convergen en la escasa discusión dada en el Parlamento español sobre las alternativas a la crisis. Y no puede esgrimirse que los números económicos cantan porque, conocido el panorama, las opciones de política económica son diversas, ideológicas y valorativas. A pesar del falso designio tecnocrático.

Oficinas, agencias calificadoras y despachos no pueden sustituir al brío parlamentario donde se forma el líder carismático. Pero, cada vez más, los dirigentes políticos parecen estrictos funcionarios con poco gancho político. Más en España que en Alemania, predominan las burocracias partidistas que moldean los debates, se eluden los conflictos productivos y la creatividad política se extingue. Parece como si en Alemania, Max Weber hubiera advertido de la necesidad de no ahogar el debate creativo parlamentario y aquí no tuviéramos ni tan siquiera a un Maximiliano Tejedor. Así las cosas, líderes, líderes, no se atisban muchos por estos pagos.

2 Comments
  1. Rosa says

    Aquí, todo aquel que se mueve no sale en la foto. ¿Recuerdan quien lo dijo?

  2. Susana says

    A la señora Merkel le daba yo algunos consejos de imagen para mejorar el escaso atractivo de su indumentaria. Pero a una no la llaman para nada

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