X Asamblea de Izquierda Unida: elegir entre la Historia y el día de la marmota

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Hugo Martínez Abarca *

Este fin de semana celebramos la X Asamblea de Izquierda Unida. La Asamblea tiene varios rasgos insólitos en la historia de Izquierda Unida. Al menos en la historia reciente. El primero es la unidad orgánica con la que se llega: no hay un cuestionamiento real del coordinador, Cayo Lara y parece estar en el ánimo general el encuentro en una candidatura única de las diversas tradiciones políticas que nos encontramos en IU. El segundo rasgo que no es nuevo pero sí teníamos casi olvidado es que llegamos a la Asamblea Federal en un momento de crecimiento electoral y probablemente orgánico: en las elecciones de 2011 pasamos de un diputado de IU y uno de ICV a ocho de IU, uno compartido entre Chunta Aragonesista e IU y dos de ICV. El tercer rasgo es el de una asamblea que se da en medio de una crisis radical que podemos caracterizar sin miedo a exagerar como una crisis de régimen que alcanza no sólo a lo económico y a lo institucional, sino a las bases culturales, mediáticas, territoriales, sociales e internacionales sobre las que se ha sustentado el país desde la Transición, empezando por una crisis del bipartidismo que abre la puerta, al menos potencialmente, a nuevas fuerzas de gobierno antes impensables. Y el cuarto rasgo, de radical importancia, es que la X Asamblea se celebra en un clima de gran movilización social en muchísimos frentes: por primera vez no nos tenemos que preguntar cómo movilizar a nuestro pueblo sino cómo estar a la altura de lo que está pasando en la calle para ser útiles políticamente al cambio que cada vez se exige con más energía por los colectivos más diversos.

Esos cuatro parámetros permiten medir la importancia de esta Asamblea de Izquierda Unida. Otras Asambleas sirvieron para medir fuerzas internas o incluso para trazar un camino casi hacia la resurrección. Por primera vez Izquierda Unida se puede plantear en su proceso asambleario si aspira a que “izquierda transformadora” no sea sólo una etiqueta retórica sino una aspiración real: por primera vez hay un horizonte social que nos permite a las personas de izquierdas pensar un proyecto que acumule fuerzas hasta lograr transformar el país. Se dan condiciones necesarias para ese salto cualitativo, pero no son condiciones suficientes. Ante crisis como la que vive España, en otros países emergieron izquierdas que alcanzaron gobiernos (las revoluciones bolivarianas se dieron en países cuyas crisis guardan ciertos paralelismos con la nuestra) y en algunos, como Grecia, Syriza es una alternativa real de poder. Pero ninguno de esos caminos se recorrió simplemente dejando caer al régimen: fueron necesarias decisiones audaces que mostraran a sus pueblos que había una izquierda que había sabido leer la radicalidad del momento histórico y que lo abordaba con generosidad y valentía. Partiendo de la casi irrelevancia electoral es lo que hicieron Esquerda Unida y Anova junto con otras fuerzas en Galicia y en poquísimas semanas emergieron del extraparlamentarismo a un fuerte protagonismo. Alternativa Galega de Esquerdas supo transmitir al pueblo gallego que estaban a la altura de la Historia. Y ahí estuvo el resultado.

El reto de la X Asamblea de Izquierda Unida es ponerse a la altura de la Historia.

Para ser alternativa de poder tenemos que saber ofrecer un proyecto de país que se diferencie nítidamente de lo que está en crisis. Uno de los debates más importantes será el que tendremos sobre el proceso constituyente al que llamamos. No se trata, como algunos tratan de caricaturizar, de que mañana se convoque unas elecciones a cortes constituyentes. Se trata de un proceso de acumulación de fuerzas populares que asuman el colapso de las instituciones de la Transición y construyan una respuesta a su crisis en torno a la construcción de un nuevo país. Es decir, la articulación de un poder constituyente para que constituya. No se trata de revisar lo que se hizo en 1978 que a algunos gustará y a otros no, sino de constatar la evidencia de que el edificio está en demolición, renunciar a simular que vivimos en una normalidad democrática e institucional y pasar a la ofensiva. La política, en sus múltiples facetas, es imprescindible para la lucha social.

Para ello hace falta un debate político de una talla tal que convierte en irrisoria cualquier vieja disputa en torno a cuántos puestos ocupará tal o cual posición interna. Claro que tenemos que discutir qué tipo de personas tomarán las riendas de la fuerza más importante de la izquierda española pero con claves que se adapten al momento actual y no encerrados en un eterno retorno de lo mismo con disputas de lobbies que recuerden tanto a las viejas crónicas de Rodolfo Serrano en El País de los años 90. Más bien toca pensar en equipos dirigentes plurales y sobre todo que muestren que IU está a la altura del momento que vivimos. En los últimos meses hemos visto la fabulosa recepción popular que han tenido gente como el diputado Alberto Garzón o la coordinadora gallega Yolanda Díaz (entre otras muchas personas de IU que son ampliamente reconocidas por nuestra gente) con discursos completamente ajenos a una cultura política de la Transición en cuya supervivencia ya no cree nadie. No se trata, como quieren presentar algunos, de un conflicto generacional: el rupturismo no tiene edad, especialmente en un país como el nuestro cuya izquierda está trufada de héroes que combatieron el fascismo jugándose la vida y la libertad. Pero es evidente que tenemos que ser capaces de adaptar los equipos dirigentes a formas mucho más porosas y que tenemos que ser capaces de mostrar a nuestro pueblo que cogemos el guante, que no somos lo mismo de siempre, que tanto en discurso como en organización, prácticas y personas decidimos arriesgar y evidenciar que sabemos que estamos en un momento extraordinario ante el que nos ofrecemos a nuestro pueblo como instrumento útil para cambiar el país de verdad, no como fórmula retórica, no sólo con un bonito programa electoral, sino con la ambición de arriesgar lo que haga falta para acumular fuerzas populares y disputar el poder a los títeres de la troika.

Los altura del reto histórico que afronta Izquierda Unida en esta Asamblea merece que afrontemos los debates con honestidad, con las cartas boca arriba y que después la organización entera se empape de las conclusiones a las que lleguemos. Somos una organización federal lo cual está muy lejos de convertir a Izquierda Unida en una franquicia que en cada territorio imite el logo y las siglas federales para con ellas hacer una política que no comparta un tronco común. Si planteamos una respuesta rotunda no podemos convalidar la actuación de consejeros de bancos o pactar recortes menores en aras de una mal entendida federalidad: mucho más peligrosa que una política de alianzas contraria a la política de IU es tener prácticas antagónicas con nuestras líneas políticas fundamentales. La incoherencia se paga duro y convierte, comprensiblemente, en papel mojado ante buena parte de nuestra gente nuestras prácticas más decentes. La federalidad tiene que ser una amplia autonomía en la búsqueda de los objetivos comunes que trazaremos en la Asamblea Federal.

Hay muchas decisiones que tendremos que tomar este fin de semana, pero una emerge sobre todas las demás: si decidimos asumir el reto que plantea un momento histórico como éste (con los riesgos que plantea) o preferimos contentarnos con unas encuestas que consideraríamos magníficas si no estuviéramos en un país en demolición. Nos toca ser audaces, renunciar a ser parte de ese edificio viejo que se cae y aportar nuestras mejores energías a construir un nuevo proyecto de país que se está empezando a cimentar en las plazas, en los piquetes, en las mareas, en las calles y que sin la política jamás cumplirá la gran misión histórica a la que hace más de un siglo se dice llamada: emanciparse a sí misma y emancipar a todo su pueblo de su esclavitud política y económica.

(*) Hugo Martínez Abarca es secretario de comunicación interna de Izquierda Unida-Comunidad de Madrid y autor del blog Quien Mucho Abarca. Encabezó la lista de Cambiar IU-CM para transformar Madrid en la fase madrileña de la X Asamblea Federal.
3 Comments
  1. Zana says

    Completamente de acuerdo contigo Hugo, sobre todo en lo que respecta a la político de alianzas, donde se juega nuestra coherencia, nuestra dignidad y nuestra credibilidad. Por eso desde León hemos mandado unas enmiendas, a las tesis políticas y a los estatutos, en esa línea.
    El «finde» nos vemos.
    Un saludo Compañero

  2. carlos says

    hay que hablar…., pero sobre todo hay que hacer.

  3. Hilario says

    Todo lo que tu gustas y deseas hubiera sido mucho más fácil y casi seguro el resultado, de no haber sido elegid@s la gran mayoría de l@s delegad@s en la cocina de cada aparato provincial. De todas formas, muchas suerte y mucho acuerdo con tus deseos, pero la marmota ya nos lleva ventaja.

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