Joan Tardá *
Si las últimas elecciones catalanas sirvieron, gracias a los mensajes claros de cada una de las fuerzas políticas respecto al Derecho a Decidir y al alto índice de participación, para “contarnos”, para conocer quiénes y cuántos estaban por el ejercicio del Derecho a Decidir y quienes y cuántos no lo estaban, al cabo de un año la última encuesta publicada por El Periódico de Catalunya amplía el perímetro de los ciudadanos favorables a ejercerlo.
Resulta, pues, inaudito que las fuerzas políticas españolas mayoritarias se empeñen en negar la legitimidad que ampara a la ciudadanía catalana, que se empecinen en supeditarla a la “legalidad constitucional” repitiendo hasta la saciedad el mantra de la Constitución. Eso sí, interpretada en clave retrógrada como aquellos integristas que levantan el Corán o la Biblia para plantar topes a la libertad de conciencia.
Que el PP y el PSOE nieguen el Derecho a Decidir no evitará el conflicto democrático. De forma inevitable, en las sociedades europeas avanzadas los conflictos se resuelven en las urnas. De ahí que a Rajoy cada vez le queda menos tiempo para optar por la solución del entendimiento, a la manera de Cameron respecto a los escoceses en general y respecto al dirigente Salmond en particular. La derecha británica entendió que la mejor baza para desactivar a los independentistas escoceses radicaba en la fidelidad democrática: no entorpecer la convocatoria escocesa, proclamar que caso que venciesen se les reconocería sin problemas en el concierto internacional. La administración española es otro cantar, por supuesto, y no atiende a las mismas razones de la misma manera que es hija de una cultura política bien distinta.
Que nadie lo dude, el Parlamento de Catalunya aprobará en breve (pocos meses), solemnemente, la convocatoria. En caso que no sea posible realizarla mediante la legislación española, se hará a través de la ley catalana que ahora se está tramitando en el Parlament. De lo que pueda ocurrir posteriormente, nadie puede garantizar nada. Evidentemente, dependerá de la movilización popular tanto como del coraje de los dirigentes de las fuerzas políticas que darán apoyo a la convocatoria. Y, por supuesto, también tendrá algo que ver en todo ello la reacción del partido gubernamental español .
Prohíban, pues, lo que les venga en gana que nos legitimarán todavía más. Y si se optase por la represión -vía derogación de la autonomía, vía destitución del President (tal como ya le recuerdan al Gobierno algunos partidos políticos o voces dentro del mismo PP)- no les quepa ninguna duda: centenares de miles de ciudadanos ocuparemos las calles, cívicamente, pacíficamente.
¡Y venceremos!
Que si hombre que si, tanto citar a Reino Unido porque no nos hablas de Baviera y Alemania, Texas y EEUU, Padania e Italia, Córcega y Francia, Flandes y Bélgica, y un largo etcétera que demuestran que lo normal es que la soberanía recaiga en el pueblo, y la excepción británica se debe a un entramado político-administrativo arcaico y caduco proveniente del Antiguo Régimen.
El derecho a decidir democrática y pacíficamente debe ser apoyado siempre.