La felicidad

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La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en una imagen de archivo. / Efe

Manuela Carmena ha dicho que no es feliz como alcaldesa, y que si pudiera rebobinar mantendría su no inicial a presentarse como candidata al ayuntamiento de la capital por Ahora Madrid. “No soy feliz ahora y eso no es bueno”, reconoce en un libro de Maruja Torres. La derecha olió sangre y reaccionó con rapidez: “Quien tenga dudas o prefiera anteponer su felicidad a su responsabilidad debería irse a su casa por el bien de los madrileños”, sugirieron desde el Partido Popular de la capital. “Carmena da la vara: odia ser alcaldesa y sus ediles le caen peor que las figuritas del Belén”, tituló el prestigioso fancine Periodista Digital. “Yo no me arrepiento ni un solo día de gobernar Madrid”, aseguró toda digna la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. “Es un honor trabajar para los madrileños”, remató. En La Razón, junto a la noticia de la infelicidad de la alcaldesa se podía leer el siguiente comentario: “Esta bisabuela está chocha y no sabe lo que dice, es incompetente y se deja manejar por los perroflautas que la rodean”.

Para algunos la felicidad consiste en saber engañarse. Para otros, como el filósofo francés Denis Diderot, la clave es la generosidad: “El hombre más feliz es el que produce la dicha de un gran número de otros hombres”, escribió en su 'Entretiens sur le fils natural'. Carmena es de estas últimas.

“Somos servidores de los ciudadanos, estamos aquí porque ellos así lo han decidido. Queremos gobernar escuchando, que nos llamen por nuestro nombre de pila, que nos tuteen, que sepan que somos sus servidores”, dijo la alcaldesa en un discurso de investidura en el que se marcó el objetivo de “mejorar la situación de las personas que viven con angustia por el desempleo o las necesidades económicas”. La dicha del mayor número de personas de que hablaba el ilustrado Diderot. La felicidad.

Desde su llegada al ayuntamiento, Manuela Carmena ha sido víctima de una persecución mediática sin precedentes. Traía todo aquello que repugna a la vieja política: sensibilidad social, sentido de lo público, manos limpias, transparencia, modestia… Carmena acabó con la apatía política de los madrileños, volvió a hacerles creer en su capacidad para cambiar las cosas, y está pagando un alto precio por ello. En estos seis meses la han acusado de ir en metro, de los atascos, de la contaminación, de la caída de las hojas de los arboles, de la suciedad de las calles, de evitar pocos desahucios, de codearse con okupas, de solidarizarse con inmigrantes y hasta de olvidar el nombre del presidente de El Corte Inglés: “Si ya tienes alzheimer, ¡tienes que irte a tu casa!”, bramó Jiménez Losantos.

Aguanta, Carmena. La felicidad no es, como el optimismo, una obligación moral. La felicidad es la coherencia: el equilibrio entre lo que uno piensa, dice y hace. La buena política, el bien común, se le parecen.

6 Comments
  1. Meca says

    La felicidad también es no sentirse solo. Leer posts como este ayudan a acercarse a ella. Gracias.

  2. Pepa says

    Me ha gustado mucho, pero no creo que «felicidad» sea la palabra adecuada.

  3. @carlosmagaro says

    Buscan la fama, pero la fama cuesta, y aquí es donde empezáis a pagar.

  4. CHATA says

    Gracias, Jefe.

  5. Juanjo says

    A M. Carmena le están calumniando constante e insistentemente los mismos y con las mismas artimañas, zafiedad, insidias, embustes, calumnias y tergiversaciones que a Zapatero: los Neocons más retrogrados, homófobos, misántropos y dogmáticos, del Tea Party hispano; los cocoliches apostólicos de su gran dios, el ramplonzote del Mahuenda (cuyo pesquis apenas le da para más que para dividir al género humano, entre los que aprobaron la oposición y los que no aprobaron la oposición), los más romos del Mundo y del ABC; el agriado H. Tertsch y su moza nocturna de Telemadrid, los secuaces del mentiroso Rajoy y del rastrero del Aznar, capitaneados por el salvaje civismo y la inaudita hipocresía de la Espe, la del Tamayazo, y todos los demás. Más algunos socialistas, como, por ejemplo, ese profesor de los Propagandistas y sus adláteres.
    Por ende, a defenderla con uñas y dientes.

  6. Angel says

    Para defender a Manuela Carmena no hace falta decir tantas tonterías, utilizar tantos tópicos y denostar a la derechona.
    ¡Pena de artículo!

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