OPINIÓN

Cinco años después: poseer de nuevo el fantasma municipalista

  • Hace pocos días se cumplió el quinto aniversario de la victoria de los ayuntamientos del cambio de 2015. También, el primer aniversario de su derrota
  • La derecha ha generado un dispositivo más sofisticado a través de la proliferación de organizaciones políticas que compiten electoralmente y cooperan políticamente
  • Necesitamos sujetos locales de la política, con autonomía y capacidad de federarse, cooperar y producir victorias electorales

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Guillermo Zapata, guionista y exconcejal de Ahora Madrid en el Ayuntamiento de Madrid

Hace pocos días se cumplió el quinto aniversario de la victoria de los ayuntamientos del cambio de 2015. También, ciclo electoral obliga, el primer aniversario de la derrota de dicho ciclo municipalista (en términos generales, aunque ni mucho menos absolutos) en las elecciones de mayo donde cayeron varias capitales de provincia claves para eso que llamamos las “ciudades del cambio”. No sólo hablamos de derrotas electorales, sino también en no pocos casos de la descomposición de las candidaturas que vieron nacer el ciclo.

El aniversario ha pasado más que desapercibido. Como en el chiste de Gila en el que detiene a Jack el Destripador paseando por el pasillo de una casa común y lanzando sutiles apreciaciones del tipo “alguien ha matado a alguien”. Todos hemos mirado un poco para otro lado y, no es menor esto, los medios de comunicación tampoco han tenido interés (salvo excepciones singulares y puntuales como ésta, impulsada por cuartopoder, que es de agradecer) por hacer balance. Tampoco ha habido una demanda ciudadana al respecto, lo cual entiendo que también dice algo del momento. Quizás, la falta de memoria pública acumulada, de relato (común o diferenciado, opuesto o confluyente) sea un pequeño ejemplo que señale a un problema más grande sobre el ciclo.

Lucho al escribir contra cuatro esquinas de la narración conmemorativa que, creo, le harían mal a un artículo de este tipo. Un exceso de emocionalidad, un exceso de nostalgia, un exceso de compensación entre los elementos negativos y los positivos y un intento de hacer una rueda de reconocimiento buscando a los responsables de ese asesinato invisible. Creo que no necesitamos ninguna de esas cosas. Sobre la rueda de reconocimiento, al menos yo soy tan responsable del muertito como cualquier otro. Y señalar con el dedo tendría que ser al espejo (y el muertito seguiría muerto) La emocionalidad  intuyo que es privada o de una colectividad excesivamente pequeña. Los amigos y las amigas ya nos emocionamos sin necesidad de artículos. La nostálgica impide analizar el presente. Y el exceso de compensación despista de lo importante.

¿Que sería lo importante? Saber si hoy tiene sentido un proyecto municipalista y qué problemas tendría para desarrollarse. Es decir, situar el proyecto municipalista en el presente.

El elemento que, personalmente, creo más importante es el que identifica el municipalismo como la aparición de una “doble capa” de poder ciudadano en nuestro mapa político. La primera capa es la que hacer emerger el municipio en un momento en el que toda la política es Estado. Es decir, hacer aparecer los problemas en el territorio y las soluciones en y desde esa capa territorial. Concretar en un proyecto político de orden local los problemas generales que se inscriben en el territorio y, en segundo lugar, construir sujetos políticos que desencajan las opciones que se han estabilizado como opciones de Estado desde las pasadas elecciones. No porque no sea necesaria la política desde el Estado, sino porque la pluralidad de sujetos ligada a la pluralidad de los territorios democratiza y amplía la vida política en un momento en el que el territorio (en Madrid es clarísima esta lógica) se usa como mecanismo de oposición al Gobierno progresista.

Debido a esos dos elementos, a esas dos capas de desencaje. El proyecto municipalista se encuentra con diversos límites.

1.- Es un proyecto aparentemente conflictivo en este desencaje con la forma en la que política se está
desarrollando en este momento. La estatalización de la política, el Estado como el elemento garante de la redistribución de recursos, la relación entre comunidades autónomas y Estado como forma de construir legitimidad política (y oposición) y, finalmente, la posición de los ayuntamientos conservadores como agentes neutros que, simplemente, se pliegan silenciosamente a un orden de cosas que les viene desde arriba.

2.- Es un proyecto cuya capacidad de transformación está muy atada a unas competencias y una
financiación insuficiente y es muy dependiente de la relación con el sistema de comunidades autónomas. Por eso no es raro que muchas candidaturas municipales hayan terminado formando parte o impulsando de forma directa traducciones o transformaciones de las mismas en clave autonómica, con la complejidad que ésto conlleva para articular sujetos.

3.- Es un proyecto que si pretende ser competitivo a nivel electoral y “sumar” (o al menos no restar) de cara a frenar proyectos apuntalados por la extrema derecha (como sucede en Madrid o Andalucía) tienen que ser capaz de producir herramientas en cooperación con sujetos similares de cambio, que operan en otras escalas o deben recomponer vías de cooperación quebradas por escisiones, diferencias políticas de mayor o menor calado o por la producción de nuevas identidades políticas nacidas en el frote de las crisis internas del Unidas Podemos previo a la entrada del Gobierno (sobre todo en el tránsito de Vistalegre II a Vistalegre III) y de los sujetos municipalistas.

Si el ciclo de las primeras candidaturas municipales fue el ciclo de la confluencia, debemos ser capaces de hacer un balance crítico de dicho dispositivo, al menos en tres aspectos: una dificultad para consolidar sus formas organizativas internas, una falsa noción de que las confluencias generarían per se sujetos nuevos que disolverían las diferencias de partida (un paso de la confluencia de sujetos al sujeto colectivo que, en general, no se ha dado) y una dificultad para escalar las demandas y gestionar las diferencias internas.

La derecha ha generado un dispositivo mucho más sofisticado a través de la proliferación de organizaciones políticas que compiten electoralmente y cooperan políticamente. Abarcan más espacio
electoral y aumentan su influencia en términos culturales. No es un mecanismo exento de problemas, pero no es este el espacio dónde medirlos.

La idea de “unidad”, si atendemos al proceso político dónde más se ha defendido, que es Podemos,
entiendo que ha tenido un resultado paradógico. Por un lado el tránsito de Vistalegre II a Vistalegre III ha
dado como resultado un Podemos más unido y menos diverso. Por otro, mientras el supuesto virtuosismo de la complejidad organizativa del municipalismo no impedía que las candidaturas de deshicieran, esta aparente uniformidad de Podemos no ha generado peores resultados electorales ni una menor capacidad de intervención pública.

También hace falta pensar qué tipo de sujetos municipalistas son necesarios en contextos dónde no se ejerce la posición de gobierno, sino la oposición o donde ya sabemos que la experiencia de gobierno es y sera en minoría o en coaliciones más o menos diversas.

Por eso me centro mucho en la cuestión de la necesidad de reempoderar el territorio local como territorio político. Porque todo espacio institucional puede tener un signo de redistribución o de acumulación. Porque el bloque conservador está invisibilizando el poder local en relación a la crisis social y sanitaria de la covid-19 mientras la ciudadanía en y desde lo local está volviendo a asumir el protagonismo. Porque los ayuntamientos del cambio han sido instituciones que prefiguran luchas que tienen un correlato institucional y que, por tanto, pueden determinar la fuerza e intensidad de las transformaciones necesarias en este momento. Una mayor pluralidad de territorios y sujetos activos implica una mayor obligación de acuerdo e impulso. El tiempo de las mayorías bipartidistas ya pasó y no va a volver.

Sólo produciendo complejidad en el territorio político se pueden intensificar las transformaciones necesarias para abordar la reconstrucción de nuestro país tras la crisis económica y la covid, y con la crisis climático/ambiental como evidencia ya empírica. Una multiplicidad de fuerzas políticas obligadas a cooperar consigue acuerdos más ambiciosos, igual que realidades territoriales locales obligadas a cooperar con comunidades autónomas y Estado consiguen mayores niveles de bienestar para la
ciudadanía. No hay mejor contrapoder que la pluralidad ni mayor elemento de transformación que la cooperación.

Necesitamos política local y sujetos locales de la política, con autonomía y capacidad de federarse, cooperar y producir victorias electorales. Pero no como reedición del ciclo 2015-2019, sino a partir de la crisis de ese ciclo y lo que señala de las debilidades del modelo.

Dejar de ignorar al fantasma del municipalismo pasado y más bien intentar ser poseídos y poseídas por su energía, pero atada al presente.

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