La teoría del culpable único

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Rodríguez Zapatero, entre José Montilla y Txiki Benegas, al término del último Comite Federal del PSOE / Inma Mesa (PSOE).

Ante derrotas tan tremendas como la que sufrió el Partido Socialista en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, la tentación de asumir toda la culpa por parte del líder saliente, llevándose consigo todos los palos y dejando el camino libre al sucesor, es una actitud que dignifica al político, pero cierra la puerta a un verdadero análisis de los resultados.

Comprado y asumido a posteriori el mensaje que en todo momento quiso trasladar a la sociedad el Partido Popular, esto es, que los comicios eran un plebiscito para juzgar al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y no al alcalde del pueblo, el PSOE está jugando en los tiempos que le marca el principal partido de la oposición. Se  realizan balances nacionales sobre política económica y gestión de la crisis, mientras en los territorios se exhibe la declaración del secretario general como la palabra revelada, evitando la necesaria reflexión que toda formación política debe hacer tras perder un importante ayuntamiento o asistir a una debacle sin precedentes en provincias y comunidades autónomas. Porque además existen lugares en la geografía nacional donde Zapatero tiene poca culpa que asumir. Soria, por ejemplo, tendrá un alcalde socialista gobernando con mayoría absoluta; Vigo, donde el candidato del PSOE, Abel Caballero, ha ganado votos, también seguirá con un primer edil de izquierdas; Segovia es otro buen ejemplo, donde los socialistas sólo han perdido un puñado de sufragios pero su candidato, Pedro Arahuetes, será alcalde de nuevo. Lleida ha renovado la mayoría absoluta para el PSOE. El descalabro general tiene su origen derrota a derrota, municipio a municipio, donde cada una de las agrupaciones locales, provinciales y autonómicas que forman el PSOE deben hacer un largo y exhaustivo examen a sus campañas electorales y acción de gobierno si la hubo. Esos lugares donde los socialistas han sabido transmitir un mensaje local, y los ciudadanos lo han avalado con su voto,  deben introducirse como casos de éxito en la reflexión colectiva.

No se equivocaba José Blanco al insistir en el carácter local de las elecciones, porque eso es lo que eran. Renunciar a esa tesis justo en el momento del análisis, quizás en la esperanza de mantener la paz en unas federaciones territoriales maltrechas, hace un flaco favor a una necesaria regeneración que debe comenzar desde abajo, porque es ahí donde se forjan los verdaderos procesos de cambio. La inmolación de Zapatero en aras de una pax romana que tarde o temprano saltará por los aires será un noble acto que engrandecerá la memoria del presidente entre los suyos, pero también una coartada perfecta para todos aquellos que no quieran ni oír hablar de reflexión, debate y responsabilidades. Al grito de "¡Unidad!" algunos quieren decir "¡Silencio!", cuando precisamente lo que más necesita el socialismo español para ayudar a Alfredo Pérez Rubalcaba son muchas voces aportando nuevas ideas, y unas cuantas haciendo autocrítica de un trabajo que no resultó brillante. Los miles de dedos que se dice señalaron a Rubalcaba como candidato, no pueden ser los mismos que identifiquen un sólo culpable de la derrota. Es una teoría concebida para la tranquilidad momentanea, como la del tirador solitario, mientras la verdadera catarsis que no se ha producido permanecerá en estado larvario durante meses, o quizás años, engendrando no precisamente mariposas. Hemos visto el primer ejemplo en Almería, donde la ejecutiva provincial del PSOE ya es historia. Seguramente también serán los primeros en poner la primera piedra para lo que deberá ser su propuesta a la sociedad para la próxima década. Nada bueno se puede construir en un solar donde todavía quedan los restos del anterior edificio. Si no se asume con naturalidad este principio, relegando el cambio total allí donde se precisa, primero se compromete el éxito de Rubalcaba en la próxima contienda electoral, además del proyecto de futuro a largo plazo del Partido Socialista.

 

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