La corrupción no es asunto de mujeres, pero solo en las democracias

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Mapa Internacional de la Corrupción 2012
Mapa internacional de la corrupción en 2012, elaborado por la ONG Transparency International. / Captura del informe 'Corruption perceptions index 2012'

Cualquiera que haya viajado hasta México Distrito Federal habrá comprobado que la corrupción está por todas partes. Los policías de tráfico, por ejemplo, buscan cualquier excusa para imponer una multa. Pero si se paga la mordida, entregan un papel al conductor para que, en el siguiente control no le hagan pagar de nuevo. En 1999, las autoridades de la capital mexicana realizaron un curioso experimento: crearon una unidad de mujeres policía para combatir la corrupción policial. Cinco meses después, ninguna policía había sido acusada de aceptar sobornos. ¿La feminización de la política tendría el mismo resultado?

Dos investigadores de la Universidad Rice (Estados Unidos) han analizado la relación que las mujeres tienen con la corrupción. Años atrás, algunos estudios habían señalado que la presencia de la mujer en las instituciones políticas reducía el grado de corrupción. El problema es que en varios experimentos de laboratorio también se había comprobado que la mujer no es, desde el punto de vista de la moral, muy diferente del hombre. Para zanjar la cuestión, esta pareja de científicos sociales ha tirado de estadística.

En una primera fase de su trabajo, que aparecerá en la próxima edición de Politics & Gender, los investigadores analizaron las respuestas a una pregunta a hombres y mujeres de 68 países diferentes sobre la admisibilidad de aceptar un soborno. Los datos, obtenidos de la Encuesta Mundial sobre Valores, mostraron que, en efecto, las mujeres desaprobaban más la corrupción que los hombres. Sin embargo, tras reordenar los países en una escala desde el más autocrático al más democrático, vieron que en los primeros, la opinión femenina sobre el soborno apenas se diferenciaba de la masculina.

“La relación entre género y corrupción parece depender del contexto", dice en una nota el profesor de ciencia política de la Universidad Rice y coautor del estudio, Justin Esarey. “Cuando la corrupción es estigmatizada, como ocurre en la mayoría de las democracias, las mujeres son menos tolerantes y menos dispuestas a implicarse en ella comparadas con los hombres. Pero si la conducta corrupta es algo cotidiano en las instituciones políticas, no habrá diferencias de género”, añade.

Para confirmar este diferente comportamiento en democracias y autocracias, Esarey y su colega Gina Chirillo buscaron comprobar si allí donde hay una mayor presencia de la mujer en la política, existe menos corrupción. Se encontraron con dos problemas. En primer lugar tenían que medir el grado de feminización de las instituciones políticas. El único elemento realmente medible resultó ser el número de parlamentarias. Consiguieron los datos de 157 países gracias al registro de la Unión Interparlamentaria.

En cuanto a la corrupción, por su propia naturaleza no hay cifras objetivas. Todos los índices son aproximaciones basadas en percepciones e informes parciales. Usaron primero datos del Banco Mundial sobre el control de la corrupción y los relacionaron con el de parlamentarias.  Para asegurarse, repitieron el ejercicio con los otros dos índices más conocidos y respetados, el que elabora Transparency Internacional y el índice del ICRG, una organización que realiza informes de riegos para grandes empresas y gobiernos.

Tras controlar otras posibles variables, como el nivel de riqueza, la población o la legislación en favor de la igualdad de género, el estudio reveló que en los estados autocráticos hay una ligera correlación negativa entre control de la corrupción y presencia de mujeres en el parlamento. Sin embargo, en los estados más democráticos, sí existe una clara relación inversa: a mayor presencia femenina en las cámaras, menor grado de corrupción.

Para los investigadores este comportamiento en función del contexto tiene mucho que ver con su discriminación. "Creemos que esto se debe a que las mujeres tienen mayor aversión a los riesgos que implica violar las normas políticas y a que la discriminación de género hace que vulnerar las normas institucionales sea una proposición más peligrosa para las mujeres que para los hombres", concluyen los autores del estudio.

Por eso, para Esarey, "es poco probable que reclutar mujeres para el gobierno pueda reducir la corrupción en todos los ámbitos". Aunque en México DF el éxito fue tal que otras ciudades mexicanas están replicando su despliegue de mujeres policía.

3 Comments
  1. Y más says

    Es que donde no hay democracia, ¿a quién le importa? No hay que restar mérito a la apreciación femenina, Criado.

  2. celine says

    Me parece que históricamente, a las mujeres les ha tocado -y les sigue tocando- luchar por cierta justicia distributiva más que al resto. Creo que saben mejor que los varones que el mejor escenario es un escenario donde reine la justicia y la democracia, donde a tanto mérito corresponda tanto salario. No es que sean mejores por ADN sino por experiencia. No es casualidad que los países del norte de Europa lleven años con gobernantes mujeres. Desde luego no es porque los varones allí sean más feministas ni mucho menos. Suecia, por ejemplo, es uno de los países con mayor índice de violencia contra las mujeres de Europa.

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