LIBROS

Craig Hodges, el jugador de la NBA que fue activista antirracista cuando no era lo común y pagó por ello

  • Llega a España el libro "Tiro de larga distancia", en el que Hodges cuenta su historia deportiva, personal y política
  • En 1991 entregó una carta al presidente George H. W.Bush denunciando el racismo estructural de EEUU
  • Pese a ganar dos campeonatos de la NBA, cayó en el ostracismo y ningún equipo quiso contratarlo tras 1992. Criticó la tibia actitud de Jordan ante el racismo

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En pleno confinamiento en España, Netflix estrenó El último Baile. Un documental sobre el mítico equipo de la NBA ganador de 6 campeonatos entre los años 1991-1993 y 1996-1998. Hablamos de los Chicago Bulls liderados por Michael Jordan. En el exhaustivo repaso de aquella época faltaba un nombre. Una imagen. Un jugador. Algún avispado aficionado al baloncesto se percató de ello en redes sociales y su historia despertó mucho interés. Era Craig Hodges. Con buen ojo, la editorial Capitán Swing nos ha traído ahora a España su libro, publicado en 2017. Tiro de larga distancia. Triunfos y luchas de un activista negro en la NBA es el testimonio en primera persona de su vida personal, deportiva y política. Del ascenso y la caída de un jugador negro implicado con el antirracismo cuando no lo era casi nadie. Y que pagó por ello.

Durante las pasadas semanas hemos visto cómo todos los jugadores de la mayor liga de baloncesto del mundo unían sus voces contra el racismo. Cómo han apoyado el movimiento BlakLivesMatters. Cómo han parado la liga en unas acciones sin precedentes. Todas las súperestrellas han alzado su voz contra un problema estructural de EEUU, desde Lebron James a Stephen Curry pasando por los jugadores europeos que juegan allí. “Ha sido una transformación vertiginosa para una liga que durante décadas se definió por la ausencia de la política, donde todo jugador quería ser como el hombre anuncio total”, señala el periodista de The Nation, Dave Zirin, en el prólogo del libro.

Pero, ¿quién era Craig Hodges? Su historia era conocida en los círculos de los más aficionados a la NBA, al baloncesto o a la relación entre deporte y política. Aparece citado, por ejemplo, en el libro El ritmo de la cancha (Clave Intelectual, 2012), de Jacobo Rivero. Pero su destierro del foco público, su salida abrupta de la NBA en 1992, han hecho más complicado que su voz llegara a más gente. Hodges, pese a no salir en el mencionado y exitoso documental de Netflix tiene un currículum deportivo contundente: 10 temporadas como jugador en equipos como Clippers, Bucks, Suns y, por supuesto, Bulls; campeón del concurso de triples del All Star tres años consecutivos (1990,1991 y 1992) y dos anillos de campeón de la liga, los dos primeros de Jordan.

Craig Hodges, en un partido de la NBA. / Capitán Swing

“No quieras ser Craig Hodges”. Es la frase que escuchaba el periodista Zirin al preguntar a principios de los 2000 por qué los jugadores no utilizaban su relevancia para defender causas sociales. “Su nombre seguía vivo en los furtivos susurros que los agentes y empresarios deportivos dejaban caer a sus jóvenes clientes”, afirma. El libro, que según Zirin, desnuda la fábula del deporte y la política. Y en cierto modo, es una manera de hacerle justicia: “Es hora de retirar a Craig Hodges su condición de exiliado y situarlo donde siempre ha pertenecido: en el reducido listado de los deportistas activistas que mantuvieron alta la cabeza, pagaron por ello y viven ahora sus vidas tal vez con cicatrices pero sin remordimientos”.

La carta a Bush

El libro comienza con una anécdota troncal de su carrera: La carta que entregó al presidente estadounidense George H. W.Bush en la Casa Blanca en octubre de 1991. Cuatro meses antes, los Bulls habían ganado su primer anillo de campeones. Aquel año, además, sonó el nombre de Rodney King, un taxista negro que recibió una paliza por parte de cuatro agentes. La historia, como ya saben, se ha repetido durante años. A Hodges, sus compañeros le tacharon de “loco” cuando les contó la idea de la carta. “Muchos jugadores sabían que teníamos que hacer más por las comunidades de las que proveníamos, pero el miedo a perder nuestra posición siempre superaba a la urgente necesidad de combatir el racismo y la pobreza estructural. No en mi caso”, afirma en el libro.
El jugador, además, se presentó con un “dashiki”, una prenda ancestral africana blanca. Lo solía llevar también en los partidos. Tiró a canasta, en la pista de la propia Casa Blanca y metió unos 9 seguidos. Hodges se sentía realizado, por el gesto y por la carta. Pero pronto descubrió que “los mandamases de la liga tenían otros planes” para él y que su libertad “tenía límites”.

El relato de Hodges continúa con su infancia y orígenes. La carta a Bush no fue la primera, ni mucho menos. Su familia, concienciada, lo marcó. Y ya desde su pre adolescencia enviaba escritos al Congreso estadounidense mostrando su preocupación por las injusticias. “Durante mi infancia, mi realidad quedó definida por la segregación”, cuenta. En su relato recuerda a referentes deportivos de raza negra que tuvo durante sus primeros años de vida en la ciudad de Chicago Heights. Muhammad Ali, Jim Brown, Tommie Smith, John Carlos, Arthur Ashe...Y también los no deportistas, como el doctor Charles Gavin, uno de los primeros cirujanos ortopédicos afroamericanos de EEUU. Una de sus primeras acciones política fue luchar para que le pusieran su nombre al colegio donde estudiaba. Y lo consiguió.

En el instituto Rich East, Hodges vivió de primera mano el racismo de sus compañeros blancos. Y en 1981, ya en la universidad, mientras seguía progresando en el baloncesto, un nombre propio lo marcó quizás ya definitivamente. Ron Settles, un compañero de universidad que jugaba al fútbol americano fue detenido por sobrepasar el límite de velocidad. A la mañana siguiente lo encontraron ahorcado en su celda y son signos de haber recibido una paliza. Participó en manifestaciones denunciando los hechos. “La importancia de la organización, de avanzar en mi conciencia política y la necesidad de desafiar el racismo institucional asumió una urgencia aún mayor después del linchamiento de Settles”, escribe.

Y así fue. En su primer año de la NBA, como rookie en San Diego Clippers en 1982, intentaba sacar conversaciones sobre esclavitud o Martin Luther King con sus compañeros. Sin mucho éxito. Su conciencia, no obstante, no pasó desapercibida y se convirtió en el primer novato nombrado como representante sindical de un equipo de la NBA.

Portada del libro. / Capitán Swing

El libro tiene una parte importante de vivencias personales, cómo influyó su relación con Carlita, la madre de sus hijos y su posterior divorcio. También traza un retrato certero de cómo funcionaba la captación de jóvenes talentos para las universidades. Los amantes de la táctica deportiva también encontrarán un buen filón con sus recuerdos sobre diferentes entrenadores y estrategias, la más conocida la del “triángulo ofensivo”. Hodges cuenta además alguna que otra anécdota curiosa, como el consumo de marihuana en el mundo del baloncesto.

¿Represalias por sus actividades?

El primer encontronazo de Hodges con la cruda realidad que rodeaba a quien se mojaba políticamente lo tuvo en Milwaukee Bucks. Había hecho buenas temporadas, tenía un buen contrato y estaba a gusto en la ciudad. Pero de maneras sorpresiva, era 1987, decidieron traspasarlo a Phoenix Suns sin darle muchas explicaciones. Un periodista local le dijo que se comentaba, que se rumoreaba que a la dirección del equipo no le gustaban sus relaciones con un predicador musulmán llamado Louies Farrakhan. “Era la primera vez que mi implicación política influía en mi carrera”, señlala. Lo que más le molestaba, además, a Hodges, era que ni siquiera le habían preguntado por sus ideas.

La historia sigue con el ejemplo de Isiah Thomas y una polémica que tuvo con Larry Bird. Hodges ya comenzaba a darse cuenta de lo difícil que era expresarse en este entorno y la hostilidad de la prensa hacia ciertos temas. “Aquel fue un mensaje para los jugadores negros: ni se os ocurra hablar de cuestiones raciales en la NBA”. Isiah dejó de tener esa imagen de “chico de oro”, según Hodges.

Ya en los Bulls, el equipo de su tierra junto a Michael Jordan, su ambición política se acrecentó. Intentó que liderara un boicot contra Nike. “¿Por qué no pueden las familias negras aprovechar la lluvia de millones que le entregas a Nike?”, le dijo a la megaestrella. La respuesta la podéis imaginar sin esfuerzo.

El “peligro” de Hodges ya se barruntaba entre los dirigentes de la liga. No les gustó demasiado que ganara su segundo concurso de triples por lo que podía decir en el micrófono. Pero el jugador, inteligente, no les dio el gusto. Hodges tenía una especie de aliado en el vestuario. Era Phil Jackson, el legendario entrenador. Una de las conversaciones internas más jugosas del libro tiene que ver con él y su posición contra la Guerra del Golfo y el bombardeo a Irak de aquellos años. Hodges y Jackson parecían ser los únicos que se mostraban críticos con la intervención.

La relación con Jordan, que no era mala, dejó otros episodios que marcan bien cómo era el 23 de los Bulls. Esa misma temporada renunció a ir a un homenaje a Martin Luther King y se lo ofreció a Hodges. “Estas son cosas de las tuyas, no mías”, le dijo. Pese a lo que ocurrió después, no se nota rencor de Hodges hacia Jordan. Más casi compasión que otra cosa: “Michael no hablaba porque no sabía qué decir, no porque fuera mala persona”, dice sobre su nula implicación en el antirracismo.

Hodges echaba de menos a otros jugadores anteriores que sí se implicaron: Bill Russell, Oscar Robertson o Kareem Abdul Jabbar eran su inspiración. En aras de pasar a la historia, propuso boicotear, plantarse, ante el inicio de las finales del año 1991 en solidaridad con la comunidad negra. Algo parecido a lo que ha sucedido hace escasas semanas. Michael lo tachó de loco y Magic Johnson, uno de sus rivales en los Lakers, le dijo que eso era demasiado extremo.

Su activismo continuó creando organizaciones como UNITE y no cejó en su empeño de convencer a más jugadores para otro tipo de acciones. “Si los Bulls hablaban con una única voz, durante los años dorados del baloncesto profesional, el mundo prestaría atención”. No lo consiguió.

Hodges junto a Larry Bird en un concurso de triples del All Star de la NBA. / Capitán Swing

Las reglas del juego

El punto definitivo le llegó en las finales de 1992. Fue tras las preguntas de un periodista de The New York Times sobre la implicación social de los jugadores. Y ahí reprendió a Jordan por mirar a otro lado. “No se pueden romper las reglas del juego”, le dijo la estrella a Hodges poco después. Curiosamente no sobre él sino sobre otro jugador que habló para el mismo artículo, Clyde Drexler. Las reglas del juego eran así.

A Hodges se le acababa el contrato y aunque su rendimiento deportivo era buena, no lo renovaron. Otra vez sin explicaciones. Quedó como agente libre y se dio de bruces con la realidad. Nadie lo quiso. Ni siquiera los agentes de jugadores. Se quedó sin equipo. Los siguientes años de Hodges fueron duros. Participó, sin equipo en el concurso de triples sin que nadie lo apoyara públicamente. Se sintió un paria. Llevó a juicio a la NBA por discriminación racial. Lo perdió. Fue hasta vetado para jugar en un pabellón que era propiedad del agente de Jordan. Solo jugó ya una temporada en Italia. Y económicamente y personalmente se hundió.

El ya exjugador solo volvió a sonreír con el baloncesto gracias a un viejo conocido. Phil Jackson lo reclutó para su Lakers como entrenador de tiro en el año 2005. Allí ya se encontró otro ambiente en cuanto a las conversaciones políticas. Nombra especialmente a Lamar Odom o Kobe Bryant como sus cómplices en este asunto.

Como una especie de acto de redención, la cadena ESPN lo llamó en 2015 para un documental sobre su vida. En él recreó frente a la Casa Blanca la carta que le entregó más de 20 años atrás al presidente. Recibió aplausos. Y él, al acabar, se puso a mirar fotos de sus hijos. “Quiero que sepan que hice cuanto pude por hacer lo correcto (…) Quiero que eso los motive a pasar esa pelota a sus hijos. Así es como mantenemos el movimiento en marcha, en las pistas y fuera de ellas. Se lo debemos a nuestros antepasados. Se lo debemos al futuro”.

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