Una continua sangría de mujeres

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Concentración, la semana pasada, en repulsa al asesinato por violencia machista de Ana María Marquez, directora del Museo de Historia de Nerja, en la plaza de España a las puertas de dicho museo. / Carlos Díaz (Efe)
Concentración, la semana pasada, en repulsa al asesinato por violencia machista de Ana María Marquez, directora del Museo de Historia de Nerja, en la plaza de España a las puertas de dicho museo. / Carlos Díaz (Efe)

En estas últimas semanas, 7 mujeres de distintas edades, con realidades dispares, han sido asesinadas. 44 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año, a las que hay que sumar cuatro personas (un hijo, una hija, una suegra y un novio) que fueron lo que, eufemísticamente, se denomina “daños colaterales” y que no entran en los balances por no ajustarse a lo que la legislación reconoce como víctima de la violencia de género. Un año terrible y un verano peligroso también para la integridad física de muchas mujeres con agresiones y tentativas de asesinato que han culminado con tres detenidos en esta semana por apuñalar a sus parejas o ex, dos de ellas con pronóstico grave.

Con este trágico panorama, por mucho una que quiera ociar no puede dejar de posicionarse e intervenir. Y ya que en Madrid la movilización en este tema ha sufrido cierta dejadez, no sé si a la espera del 25 de noviembre -lo que sería una muy mala estrategia- aprovecho que en la ciudad donde paso unos días se convoca una concentración contra la violencia de género.

Me acerco al Obelisco, que así se llama el espacio público de la cita, y echo de menos no sólo público, también a las representantes de las asociaciones de víctimas. Y no sé porqué, me sorprendo cuando sólo hacen mención a las asesinadas en esta comunidad histórica. No es que yo sea antinacionalista, que no. Lo mío se llama de otra manera, es más internacionalismo, aunque respeto otras opciones. Pero esa cicatería no lleva a otro escenario que impedir que se vea la magnitud del fenómeno de la violencia hacia las mujeres y la inoperancia de las actuaciones políticas, judiciales, policiales y sociales que se han puesto en marcha en nuestro país, y el resultado de las barreras que se ponen a la atención a las mujeres.

Además, esa mención exclusiva a las asesinadas en esta Comunidad, Galicia para que no haya errores, lleva a una serie de contradicciones, o peor. Si en el año no hay ninguna víctima gallega, ¿no se llama a la movilización? Seguro que si la víctima es gallega y el acto de violencia acaece fuera de Galicia se harían manifestaciones. ¿Y si fuera una mujer inmigrante residente en esta tierra? También se convocaría... ¿no? Porque todas serían víctimas de las mismas circunstancias (culturales, sociales...), de las misma falta de implementación de políticas de prevención y atención a las víctimas. ¿Por qué, entonces, ese reduccionismo, esa falta de visión de la dimensión del problema y la importancia en la respuesta global, colectiva, ante un fenómeno que no distingue ni de clases, ni de lengua, ni de territorios?

La situación es crítica, y la dejación se paga con precios demasiado elevados. Y hasta Naciones Unidas nos recuerda nuestras obligaciones, como Estado, y todavía sigue resonando el varapalo dado a Rajoy y cía, porque hace 11 años desprotegieron a una mujer y a su hija ante las agresiones que recibían del que era padre (y luego asesino) de la niña. A ver si escuchan y actúan, porque la misma omisión, la misma dejadez la estamos viendo hoy, en otras familias, con otras víctimas.

Sin duda, el gobierno no está haciendo ni lo posible ni lo deseable para evitar la sangría que estamos viviendo este año. Deberíamos pararnos un momento a analizar si quienes tienen tareas de interlocución y representación, de poder e, incluso, quienes nos representamos a nosotras mismas, estamos a la altura de las necesidades de contención, determinación y respuesta ante un drama que desangra nuestra sociedad. Es ya imprescindible.

(*) Berta Cao es consultora de género y Máster en Género y Políticas de Igualdad.
Teléfono 016 contra la violencia de género.
3 Comments
  1. Croquetiforme says

    No existe tal sangría. El modo de reflejar estos asesinatos ofrece una imagen distorsionada y sensacionalista. Sin embargo, lo datos muestran que en España se dan menos casos de asesinatos de este tipo que en otros países desarrollados. El error está en el tratamiento que se hace. En primer lugar, la propia clasificación de “asesinato machista” o “de género”, no sólo resta importancia al hecho, al simplificarlo, sino que impide el conocimiento del caso.

    Por ejemplo, cada vez que se produce un asesinato de este tipo, se produce la clasificación y la cuenta de muertas. Pero no hay información muchas veces sobre lo sucedido, ni tampoco acerca del juicio. En unos casos, los asesinatos pueden responder al uxoricidio tradicional. En otros habrá distintos móviles. Pero no interesa tener información o saber la verdad, sino utilizar el asesinato, tal cual.

    De esta manera, no sólo falta elemental información, sino que además se silencian los asesinatos similares, lo de las mujeres a los hombres en el ámbito doméstico. Suelen llegar a ser nada más y nada menos que un tercio de los masculinos, una cantidad nada despreciable.

    Nos encontramos por tanto ante un tipo de violencia territorial que se da en ambas direcciones. Los asesinatos serían un pico estadístico minoritario perteneciente a un fenómeno más amplio que, además, no responde a clichés, de hecho numerosos estudios muestran que en el ámbito doméstico las mujeres son más violentas: http://www.escorrecto.org/

    Por tanto, si de verdad preocupase este asunto, sería conveniente verlo desde una perspectiva más amplia y neutral, al margen de visiones propias del feminismo institucional, a la que les preocupa bastante poco todo aquello que no pueda reforzar la propaganda habitual y la división del mundo en buenos y malos de forma artificial.

    Y también sería muy interesante ver cómo el lamentable tratamiento de los medios de comunicación, que suelen obedecer al poder y por tanto a la visión feminista institucional, pueden influir en un “efecto contagio”, puesto que el asesino ya sabe que, en cierto modo, será notorio. Me pregunto qué ocurriría si se ofreciese información fidedigna y bien compuesta en lugar del frío conteo amarillista que sólo busca rellenar páginas sin esfuerzo y contribuir a que el poder político pueda seguir utilizando para sus intereses una guerra imaginaria entre hombres y mujeres.

  2. benava says

    Si algo ha demostrado la violencia contra las mujeres es que es imprevisible, no se identifica con clase social, ni raza o religión. No podemos obviar su riesgo; si las y los profesionales que trabajan con ellas no somos capaces de reconocerlo, difícilmente transmitiremos vigilancia y alerta ante esta violencia tan difícil de reconocer. No olvidemos que los insultos, las vejaciones…son minimizados por la víctima porque se trata de tu pareja, tu amante, el padre de tus hijos y por tanto la persona a la que amas entre las paredes de tu hogar (el asunto privado, que tanto costó desmitificar)
    Querido coqretiforme, yo te invitaría a conocer la realidad de esas mujeres que en nombre del amor eterno, la esperanza de cambio de su pareja…, sucumben al sufrimiento en lugar de una libertapor la que las instituciones deben velar.
    Soy feminista porque busco una sociedad igualitaria entre hombres y mujeres. No tengo ningún remordimiento por defender lo que es justo, ni siento que se trata la información de manera oportunista, es mucho mas serio que todo eso.
    Afortunadamente, hay hombres que se posionan ante la violencia contra las mujeres de manera tajante, saliendo a la calle, codenando.
    Las cifras no son engañosas, obedecen a una realidad palpable y contratada. Los asesinatos de mujeres basados en la creencia de un poder del hombre sobre la mujer, aclaro «poder» está presente en todas las sociedades del planeta.

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