2015, el año de los refugiados

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Refugiados en un control en el pueblo croata fronterizo de Opatovac. / Efe

Más de un millón de personas ha llegado este año a Europa como demandantes de asilo. La mayoría, jugándose la vida en un largo camino, huyendo de la guerra, el terrorismo, la persecución y el miedo. Sobre todo del miedo. La crisis de los refugiados ha sido, sin lugar a dudas, el acontecimiento más relevante del año en Europa y cuartopoder.es lo repasa a través de las grandes cifras.

Hasta hace bien poco, la palabra ‘refugiado’ apenas si aparecía en nuestro vocabulario, a no ser para hacer referencia a los campos en países del sur que acogían decenas de miles de personas - y hasta millones - que huían de la guerra. En 2015, ‘refugiado’ es la palabra del año para Fundéu. Hoy, miles de personas cruzan nuestras fronteras a diario. Los campos son, en el mejor de los casos, pobres tiendas de campaña, amasijos de madera y plástico o precarias construcciones en medio de los bosques griegos, eslovenos, croatas, austríacos o húngaros. En el peor, simplemente mantas, chubasqueros o sacos de dormir apilados para sobrellevar la lluvia y el frío.

La Unión Europea, que aspiraba a erigirse como un actor clave en la gestión de crisis humanitarias, "hace frente" desde hace 12 meses al mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial y a juzgar por las cifras, está fracasando.

GRÁFICO DE LAS PRINCIPALES RUTAS DE ENTRADA

Accede al gráfico en pantalla completa para ver el recorrido de las distintas rutas aquí.

Aunque no se trata de un fenómeno nuevo, la llegada masiva de demandantes de asilo ha superado todas las previsiones posibles para la Unión Europea. En 2015, más de un millón de personas llegó a Europa a través de diferentes vías. Ciudadanos de 149 países distintos han llegado al viejo continente. La mayoría, procedentes de países que sufren la guerra y el terrorismo como Siria, Iraq o Afganistán. Conflictos activos durante años pero cuyo recrudecimiento ha propiciado la salida de miles de ciudadanos en busca de un futuro en Europa. Los principales países de destino son Alemania y Hungría, seguidos por Suecia, Italia y Austria, concentrando así el 75% de las demandas de asilo en la UE.

Italia ha sido el principal punto de entrada a Europa durante los últimos años. La mayoría de los barcos procedentes de Libia, país de tránsito y tráfico de personas, desembarcaba en las costas italianas por su cercanía tras una peligrosa travesía por el Mediterráneo. El lanzamiento de la Operación Sophia EUNAVFOR MED de la Unión Europea en junio de 2015, con el objetivo principal de acabar con las mafias que controlan el transporte, coincide con una notable caída de las llegadas al país. El Servicio Europeo de Acción Exterior de la Unión Europea (SEAE) ha destacado que, hasta la fecha, EUNAVFOR MED ha participado en 44 operaciones de rescate en las que se ha salvado la vida de 8.100 personas. Además, en otoño de este año el SEAE anunció que al menos 16 barcos habían sido abordados y 16 sospechosos de traficar con personas habían sido detenidos. La operación ha sido duramente criticada por amplios sectores de la sociedad que consideran esta estrategia como una forma de militarización del fenómeno de la migración, además de un aumento del riesgo para los demandantes de asilo.

Las autoridades griegas, por su parte, se han visto completamente desbordadas por la llegada de demandantes de asilo a través del Egeo en los últimos meses. Grecia es un de los puntos calientes en esta crisis. De media, 5.000 personas alcanzan diariamente las costas helenas. Solo en los últimos tres meses, 400.000 han llegado a territorio griego, principalmente a la isla de Lesbos. La mayoría, procedentes de Turquía, país de tránsito clave en la geografía de la crisis.

Turquía acoge alrededor de dos millones de refugiados. La principal ruta de llegada sale ahora del país que preside Recep Tayyip Erdogan. En noviembre, tuvo lugar una cumbre entre la Unión y Turquía para negociar el flujo de refugiados con Erdogan, cuyos métodos de sobra conocidos, son altamente cuestionables desde el punto de vista de los derechos humanos. Turquía ganó 3.000 millones de euros que debe invertir en mejorar las condiciones de vida de los refugiados en su territorio y la promesa de revisar las condiciones de los visados para sus ciudadanos. A cambio, debe controlar sus fronteras. Las declaraciones, al término de la reunión de la primera ministra polaca, Beata Szydło, resumían bien la estrategia: "Hemos decidido que el asunto de los inmigrantes se decidirá fuera de las fronteras europeas".

CIERRE DE FRONTERAS

Uno de los pilares básicos de la Unión Europea es el espacio fronterizo compartido, el espacio Schengen, que esta crisis - además del terrorismo - ha puesto en cuestión.

Lo ha hecho, en primer lugar porque muchos países, siguiendo la estela de España, han levantado - o planean levantar - alambradas para frenar la llegada de demandantes de asilo. Victor Orban, primer ministro húngaro, calificó la crisis de los refugiados de "ejército" o "invasión". El cierre de las fronteras de Hungría se refleja en los datos que recogen la brutal caída de llegada de demandantes de asilo a un país que ha estado a la cabeza casi todo el año. Orban va aun más lejos cuando afirma que "nuestra responsabilidad moral es devolver a esta gente a sus países" y que no todo el mundo puede disfrutar del nivel de vida de los países europeos. Hungría ya recibió un toque de atención en su día por proponer campos de trabajo para inmigrantes o repartir encuestas de marcado carácter racista entre la población. Pero Hungría no ha sido el único país en levantar una valla. También lo hacen Eslovenia y Macedonia. Croacia o Austria se lo piensan.

En segundo lugar, Schengen podría verse reducido de continuar agravándose la situación. Alexis Tsipras ha sido amenazado con la posibilidad de una expulsión si Grecia no es capaz de controlar sus fronteras. En el Consejo de Interior y Justicia del pasado 4 de diciembre, el ministro luxemburgués Jean Asselborn afirmó que la UE debe proteger Schengen pero, y advierte, el sistema "solo funcionará si las normas son respetadas".

LO QUE SE HA HECHO, LO QUE QUEDA POR HACER

La gestión de la crisis llevada a cabo por parte de la Unión Europea es, como poco, cuestionable. La Unión, lejos de dar respuesta a la situación de las decenas de miles de personas en territorio Europeo, trata de frenar la llegada de los demandantes de asilo bien en origen, bien en los países de tránsito. La Comisión Europea presentó un programa de diez puntos que buscaba abordar las causas del éxodo, afrontar la crisis mediante el sistema de reubicación, luchar contra el tráfico de personas y trabajar con los países de origen para asegurar el retorno, en caso de inmigración irregular.

La Unión triplicó los esfuerzos de las operaciones Poseidon y Triton en el Mar Mediterráneo y asegura haber rescatado a 122.000 personas. Médicos Sin Fronteras, que trabaja en la zona con sus propios medios y ha rescatado a 19.643 migrantes, se congratula de la acción de la Unión pero a la luz de las cifras de fallecidos, la considera insuficiente.

Las dificultades para implicar a los Estados miembros en la gestión de la crisis han llevado a Bruselas a centrar su contribución en el ámbito económico. En este año que acaba,  70 millones de euros de fondos de emergencia han sido destinados a ayudar a los países de la UE más afectados por el fenómeno (Grecia, Italia o Hungría, entre otros). Pero la principal inversión de la Unión ha sido destinada a ayuda humanitaria para asistir a los ciudadanos sirios tanto en su propio país como en los campos de refugiados de países vecinos como Líbano, Jordania, Egipto o Turquía. Cuatro mil millones de euros han ido a parar a este fondo de asistencia, además de otros 1.800 millones destinados a abordar las causas de la migración en África. En este sentido, Europa ha sido uno de los principales donantes a nivel mundial.

En territorio europeo, Jean-Claude Juncker se comprometió, en colaboración con el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), a crear 100.000 nuevas plazas de acogida para los demandantes de asilo recién llegados, tanto en Grecia como en la ruta de los Balcanes. Una cifra que parece del todo insuficiente teniendo en cuenta el elevado número de llegadas diarias a suelo europeo.

Uno de los episodios más bochornosos de esta crisis tuvo lugar durante la cumbre de junio, en la que se trataba de alcanzar un acuerdo de mínimos para el realojamiento de los refugiados ya en territorio europeo. Matteo Renzi, primer ministro italiano, criticó duramente a sus compañeros por negociar la cifra de 40.000 demandantes de asilo y su voluntariedad: "Mantener una discusión sobre 30.000 o 40.0000 es un elemento de mezquindad." Italia que lleva años haciendo frente a la crisis migratoria casi sin apoyo, ha sido muy crítica con la UE en estos doce meses.

En septiembre de este año, la Comisión lanzó una nueva propuesta para el realojamiento de 120.000 personas, en clara necesidad de protección internacional, desde Italia, Grecia y Hungría que fue aprobada por el Consejo. El problema de todas estas medidas es que su implementación está siendo desastrosa. Apenas 190 refugiados, de los 160.000 que suman estos dos programas, han sido reubicados.

A pesar de las cumbres, las decenas de Consejos de Ministros de Justicia e Interior, Asuntos Exteriores y Defensa, y hasta de una cumbre con los países africanos en Malta, la situación sigue siendo extremadamente grave. Miles de personas siguen llegando cada día a las costas griegas en condiciones cada vez más difíciles y la ruta de los Balcanes se ha convertido en una pesadilla. Las dificultades administrativas que los demandantes de asilo encuentran una vez alcanzan su destino, tampoco ayudan. A pesar de la fuerte inversión, gran parte del trabajo con los recién llegados lo llevan a cabo ONG o los propios ciudadanos. Tal es el caso, por ejemplo, en Bélgica donde una plataforma ciudadana asiste a los demandantes de asilo hasta que están registrados y el gobierno los realoja en centros. Comida, ropa, auxilio, servicios sanitarios o asistencia jurídica dependen los primeros días de la plataforma. La escena se repite en otros países como Austria o Alemania.

Médicos Sin Fronteras reprocha a la Unión que siga sin contemplar las vías de acceso seguras y legales como una posibilidad y aunque reconoce los esfuerzos de la UE, denuncia que la respuesta "no concuerda en absoluto con la magnitud de la crisis".

La Unión Europea, que ha fallado en la gestión de las llegadas, deberá ahora ser referente en un proceso más largo y costoso pero necesario: la integración.

UN CEMENTERIO AZUL 

Guardacostas, ONG, las operaciones de vigilancia de la UE - que han sido reforzadas para mejorar su capacidad de salvamento- , y voluntarios vigilan la costa que baña el mar Mediterráneo y Egeo. Su labor es determinante durante la llegada de las barcazas. Las embarcaciones son desastrosas, las medidas de seguridad, nulas y muchos de los viajeros ni siquiera saben nadar.

Entre el 13 y el 19 de abril de 2015, más de mil personas murieron tratando de alcanzar Europa en el Canal de Sicilia. Alrededor de 400 el lunes de aquella fatídica semana. Otras 700 víctimas se contabilizaron ese domingo. Fue necesaria la muerte de un millar de personas para que se convocara la primera cumbre sobre migración del año.

En septiembre, cuatro meses después, la imagen de Aylan Kurdi, un niño sirio de 3 años cuyo cuerpo apareció en las costas griegas, ocupó las portadas de los diarios; abrió los informativos. Segundo golpe. Ni aquellas mil personas fueron las primeras en morir tratando de cruzar el Mediterráneo, ni Aylan el primer niño en perder la vida en el intento. Tampoco fueron las últimas.

El goteo es constante y se suceden los naufragios en los que decenas de personas pierden la vida. Solo en 2015, 3.735 personas han muerto o desaparecido en su camino hacia Europa. El Mediterráneo y el Egeo han sido más cementerio que mar en los últimos doce meses.

ESPAÑA COMO EJEMPLO

A las fronteras españolas han llegado 3.845 personas escapando de sus países solo en el año 2015. Un centenar ha perdido la vida cuando intentaba alcanzar las costas de España. Tras el reparto de la cuota de refugiados en los diferentes países de la Unión Europea, las reacciones políticas no se hicieron esperar. El Gobierno español intentó reducir al máximo el cupo de personas que recibirían asilo en España hasta aceptar a 17.680. La valoración de la medida por parte de Fernández Díaz levantó una enorme polémica: "En lugar de taponar esas goteras lo que hacemos es distribuir el agua que cae entre distintas habitaciones. Ese es el programa de reubicación." Apenas una decena de refugiados ha llegado a España mediante el programa de realojamiento.

Solo en los primeros nueve meses de 2015, más de 10.200 personas pidieron el Estatuto de Asilo en España, la mayoría sirios, ucranianos y palestinos. A pesar de que aún no hay datos de concesiones, en 2014 tan solo se otorgaron 1.924 permisos: 423 estatus de refugiado y 1.501 protecciones subsidiarias. El estatus de refugiado es susceptible de ser concedido a toda persona objeto de persecución. Por "persecución" se entiende toda violación grave de los derechos humanos básicos, "cuando están motivadas por la raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social en particular o afiliación política". Por su parte, la protección subsidiaria se concede a quienes, en caso de volver a su país, se enfrenten a un riesgo real de ser objeto de "tortura o tratos o castigos inhumanos o degradantes; pena de muerte o ejecución, así como una amenaza seria y específica contra la vida o la persona," debido a una violencia indiscriminada vinculada a un conflicto armado interno o internacional.

En junio de 2015, España aprobó la denominada 'Ley Mordaza', que legaliza las expulsiones en caliente, prohibidas por el derecho internacional. Lo es porque pone en riesgo los derechos de los demandantes de asilo al expulsarlos sin proceder a examinar su caso particular, tal y como exige la ley. La valla de Melilla se ha convertido en símbolo de la política migratoria española. David Cameron, primer ministro de Reino Unido, destacó el ejemplo del Estado español en la gestión de la crisis migratoria. Un modelo, sin embargo, que ha sido duramente criticado por el Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa.

La crisis de los refugiados seguirá siendo un tema candente en 2016 y también en los años venideros. Quienes reciban la protección internacional pasarán a formar parte de nuestra sociedad como ciudadanos de pleno derecho. La integración social y laboral de estas personas será el reto para los próximos años.

(*) Beatriz Ríos es periodista.

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