Semillas podridas

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Stroker
Cartel de la película.

Los cinéfilos descubrimos al director surcoreano Park Chan-wook a principios de siglo (tan lejos suena, tan cerca está) gracias a Cannes en Old boy, la segunda parte de la conocida como trilogía de la venganza, donde se nos reveló como un realizador excepcional que contaba historias complicadas, formalmente bellísimas y marcadas por la violencia.

Como el cine estadounidense es como la NBA: todos los directores del mundo quieren jugar allí, ahora se ha ido a Hoolywood a rodar con sus actores, sus gustos y su dinero para el público de medio mundo un thriller psicológico en el que logra mantener sus esencias a pesar de los condicionantes.

Stoker es una película brillante, enigmática, sutil y formalmente extraordinaria, que nos cuenta la historia de una familia acomodada desde el mismo día en que muere en accidente de tráfico el padre, la hija cumple 18 años y llega el tío del que nunca se supo nada a pasar una temporada con la viuda, la huérfana y el servicio doméstico en la amplia casona del bosque.

Desde los propios créditos se nos deja claro que estamos ante una película donde la forma va a desempeñar un papel importante como elemento complementario de la narración y todos los detalles van a ser importantes. Secuencias extraordinariamente largas, con transiciones bellas y eficaces, ángulos de toma complicados, movimientos de cámara novedosos, composición de planos vanguardista, colores y encuadres medidos, cuidadosa puesta en escena, sonidos eficaces y una excelente música de Phillip Glass completan esta orquesta formal al servicio de una turbadora historia de locura, violencia, sensualidad, genética… extraordinariamente bien contada.

Las excepcionales interpretaciones, sobre todo de la enigmática Mia Wasikowska (Alicia en el país de las maravillas…), el inquietante Matthew Goode (Match Point…) y una Nicole Kidman que vuelve a sus mejores momentos, a pesar de las limitaciones expresivas por los estiramientos, dan cuenta de que este director no solo sabe dónde poner la cámara y cómo moverla, sino también dirigir actores. Hasta parece estar detrás del guión, que, sin embargo, firma el neófito Wentworth Miller, y al que sólo cabe poner el reparo de que acumula demasiada información en el desenlace, rompiendo un poco el ritmo conseguido en el resto de la cinta, pausado pero progresivo, en la que en ningún solo minuto de su metraje decae el interés por conocer la siguiente peripecia de esta familia tocada por la maldad.

Esperemos que Park Chan-wook -recuerden este nombre-, siga jugando por muchos años en la NBA, que sabemos tiene más público que la liga coreana, y le dejen hacer sus jugadas. No se pierdan esta película.

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