Josep Pla, de espía de Franco a informador de los aliados

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Portada del libro.
Portada del libro. / forcolaediciones.com

Hay que reconocer que, a treinta años de su muerte, Josep Pla, el escritor más universal de la literatura catalana del siglo XX, se está poniendo de moda. Este otoño, y no sólo por la celebración de la Diada y la cuestión de la consulta soberanista, no hay día que no se hable de Cataluña. También en el mundo de la literatura. Desde luego por la novela de Sergio Gaspar, Viento de tramontana, que nos describe a un Josep Pla sobrevolando una Cataluña montado en burro autóctono, amén de una reunión de exhonorables antológica, pero sobre todo por el mismo Pla, que parece protagonista único. Conviene así, dar noticia de la aparición en ingles del Quadern Gris, con el título de The Grey Notebook, publicado en Nueva York por primera vez íntegramente en inglés por NYRB, The New York Review of  Books, y que ha sido recibido con grandes elogios y del que dimos cuenta en cuartopoder.es en su momento.

En noviembre, Destino publicará tres de los Diarios inéditos de Pla bajo el título de La vida lenta. Pla gustaba de colocar la palabra vida en sus libros: sin ir más lejos, mientras estoy redactando estas líneas, veo en mi estantería dos libros de Josep Pla, Vida de Manolo, y La vida amarga, por lo que parece un acierto que los responsables de la edición hayan pergeñado semejante título para editar unos cuadernos de anotaciones de los años 56, 57 y 64. Vida... palabra de la que se nutrió este enorme escritor y gracias a esa manera de contemplar el mundo, eso se puede comprobar en estos diarios, el escritor pudo sobrevivir, nunca mejor dicho, a esos años, de los que bien se pueden decir, seguimos parafraseando sus títulos, que eran grises de verdad. En estos diarios, Pla combina la descripción de su vida cotidiana en Llofriu, en Palafrugell, con los viajes que solía hacer al continente sudamericano embarcado en cargueros de mercancías. No podíamos esperar menos de él.

Pero la noticia de este otoño en que se abre el año literario, parece dárnosla un libro del periodista Josep Guixà, Espías de Franco. Josep Pla y Francesc Cambó, un libro enorme que ha publicado Fórcola, una casa editora de exquisita discreción que edita libros de los que es difícil prescindir. El libro posee una información exhaustiva y es producto de una ardua labor por un camino que le ha llevado a consultar 9 archivos, 82 artículos y 223 libros con sus referencias, amén de notas que sobrepasan las setecientas. El resultado es abrumador aunque lo que nos descubra sea de nuevo el Mediterráneo, pues como en el caso del libro reciente sobre César González Ruano y sus relaciones con el fascismo italiano y el aparato de propaganda nazi, no hay nada nuevo bajo el sol. Que Josep Pla era un señor muy conservador, según me contó Nestor Luján, Pla les metió en un serio problema a los de la revista Destino porque escribió un artículo apoyando el golpe de estado de los coroneles en Grecia, nunca hubo duda alguna; que colaboró en La Veu de Catalunya y que eso casi le cuesta la vida con los anarcosindicalistas de la CNT, tampoco; que estuvo al servicio de Frances Cambó y que éste formó la parte catalana del espionaje, con sede en San Sebastián, al servicio de Franco, supongo que es casi vox populi, en cualquier caso nada secreto; que mantuvo coqueteos con la Falange joseantoniana, gracias a Eugenio Montes, que era amigo suyo, con su jefe supremo, incluso, y que colaboró en la fundación de FE, como colaboró luego en Arriba; que rechazó de pleno la experiencia republicana, no hay más que leer su Historia de la II República para convencerse de ello; que formó con Carles Sentís, que se llevó un montón de libros de la biblioteca de Juan Ramón Jiménez, un tándem con sede en Marsella, bien sabido es; que se dedicó a leer a Simenon, que le encantaba también y que, de paso, tenía que dar noticia de los barcos que los sindicatos del Frente Popular francés cargaban de armas en los puertos para ayudar a la República, que padecía un bloqueo, pues cosa del oficio de espía es y que probablemente fue responsable de algún bombardeo de uno de esos barcos, también, y que esa sombra le persiguió en su vida , es casi seguro y pertenece a esas tinieblas de la intimidad de las que se rodea cada hombre. Que, luego, gracias a su hermano, que hacía cabotaje por la Costa Brava, se dedicara , ya mediada la II Guerra Mundial, a pasar información de la configuración de la costa a los aliados es muy probable pues éstos no descartaron, estamos hablando de antes del desembarco en Sicilia, que la invasión marítima por el Sur podría producirse en España. Todo esto define la personalidad de Pla. No es ajeno a él.

Toda este rosario de acciones se sabía. Lo que sucede es que lo que era urgente en España, y por eso cabe felicitar la aparición de este libro de Guixá, era dar cuerpo a ese tipo de informaciones y pasar de saber las cosas a documentarlas con ánimo académico, lo que es de agradecer, además de ser necesario. Pero el mundo periodístico suele confundir, supongo que conscientemente, lo que se sabe con lo que se documenta, y así nos hemos encontrado estos días informaciones llenas de sorpresa sobre un seguro Josep Pla espía, como si no lo supiéramos, sobre todo los que ya tenemos cierta edad y llegamos incluso a conocer al viejo escritor, capaz, ya digo, de escribir furibundos artículos en defensa de golpes de estado militares en 1967. Lo curioso es que alguien haya pensado que Pla, por el hecho de ser un gran escritor, estaba libre de ser un señor muy, muy conservador y que, por tanto, fuese capaz, por sus ideas, de embarrarse cuando el mundo se convierte en barro.

Estamos siempre dando vueltas de noria en estos asuntos: Louis Aragon fue un gran escritor y fue un defensor del estalimismo a ultranza, amén de otras cosas, e Ilya Ehrenburg, autor de una de las novelas más ácidas del siglo, Julio Jurenito, era espía de Stalin, amén de un excelente periodista... y así podríamos elaborar listas y listas de espías en que los escritores parecen estar especialmente dotados: al fin y al cabo observan y saben describir lo que ven. Los británicos, maestros de bastantes cosas, nunca ocultaron que muchos de sus escritores fueron espías, y supieron darles un aire de glamour, de los que otros países carecen. Entre ellos el nuestro, por no hablar de Alemania. Claro que no es lo mismo defender la democracia liberal que un golpe de estado militar pero a cada uno lo suyo y el tiempo que le tocó vivir.

En cualquier caso este libro es fascinante, por lo que demuestra, no por lo que muestra.

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