Cada tiempo tiene su emigración

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Cartel de la película 'Brookly', protagonizada por Saorise Ronan. / 20th Century Fox España

Ahora que la palabra emigrante se pronuncia como refugiado aunque suene como apestado, mientras se van ahogando a cientos en las playas de nuestra feraz Europa y se les quiere hacer invisibles al precio que sea, nos hemos desayunado con una película sobre la emigración irlandesa de los cincuenta, de la que inevitablemente nos preguntamos a qué viene ahora este tratamiento tan dulcificado de una emigración pasada.
Si bien es cierto que Brooklyn se produjo y rodó antes de que explotase, y valga la expresión, la crisis Siria, a nosotros nos deja algo fríos esta historia de amor y crecimiento, en la que la emigración se presenta como salida airosa a unas circunstancias personales complicadas. Ya quisieran los refugiados de Calais o de Grecia vivir como en la Irlanda de mediados del siglo pasado.
El formato academicista y extremadamente correcto desde el punto de vista formal y narrativo elegido para contarnos este melodrama de una joven irlandesa que decide irse a Estados Unidos para ampliar horizontes vitales, dejando en la bella Eire a su madre viuda y su querida hermana, le resta fuerza dramática a un guión más bien poco dotado desde el punto de vista emotivo que, aunque escrito por el novelista Nick Hornby (Alta fidelidad…) -responsable también del guion de An Educacion: otra historia de época de similar factura pero con mayor profundidad emocional- y seleccionado en algún festival cinematográfico, sólo transita de puntillas por los recovecos sentimentales de los personajes y huye de planteamientos argumentales más osados e interesantes.

Todas las actrices -es una película fundamentalmente de mujeres- desarrollan actuaciones excelentes ayudadas por una caracterización brillante. Pero el peso interpretativo descansa en una extraordinaria Saoirse Ronan en el papel protagonista: contenida, desbordada, emocionada, dudosa… A quien descubrimos felizmente siendo una adolescente en esa pequeña gran película de Peter Jackson: Lovely bones, que curiosamente nos conecta con An Education en un comentario que hicimos sobre los Oscar de 2010.

Probablemente nos emocione más que cualquier secuencia de Brooklyn la canción El emigrante, de Juanito Valderrama, incluso la película homónima que hizo Sebastián Almeida cuando el franquismo preparaba a nuestros padres para lo que se les venía encima. Ya saben: Suiza, Alemania, América… Aunque ni se imaginasen entonces que sus nietos también iban a necesitar ensayar emocionalmente algún día con modelos fílmicos y televisivos  para ir asumiendo su propia emigración.

Como apuntábamos antes, la corrección formal y el brillo estético de esta cinta dirigida con ortodoxia por el autor de la excelente Intermission, John Crowly, es, junto con la actuación de su protagonista, lo mejor de la película. Lo peor, quizá, el momento elegido para su estreno. El resto es entretenimiento previsible. Vamos, para pasar el rato distraído en el cine en vez de seguir compadeciéndonos de nosotros mismos por no hacer nada por evitar el desastre humanitario de la emigración que llama ahora a las puertas o alegrarnos de tener todavía techo, calefacción y comida caliente.

 20th Century FOX España (YouTube)

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