Refugiados

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Pepe Viyuela *

Ilustración: Danuto.
Ilustración: Danuto.

Pepe ViyuelaMás de 60 millones de personas sufren hoy el estigma del desplazamiento obligado. Todo un país flotante, un enorme iceberg que amenaza con chocar contra el Titanic de Occidente, hundiendo la dignidad de las naciones más poderosas, esas que pretenden hacer la travesía por la historia disfrutando en exclusiva de la velocidad y el lujo.

Un colosal ejército de desposeídos viajando en pateras lanza cada día un SOS y solicita subir a bordo. Son los desfavorecidos, los perseguidos por cuestiones políticas, de raza, religión o los hambrientos que buscan, con todo el derecho a una vida mejor, trepar al buque que navega, hoy más que nunca, a la deriva.

Desde proa hasta popa, las medidas de seguridad para evitar el abordaje incluyen concertinas que emiten desgarradoras canciones y medidas de “hombre al agua”, que arrojan a los tiburones a quien se atreva a replicar.

En efecto, una balsa repleta de náufragos amenaza nuestro poderoso y rutilante barco, construido con materiales de alta calidad: los derechos humanos, la libertad y la solidaridad. Pero que en estos momentos ve sus entrañas volverse herrumbre y resquebrajarse su credibilidad y su velocidad de crucero.

La cuestión de los refugiados no es un problema que aqueje únicamente a quien sufre el naufragio, sino a todos los que miramos hacia el horizonte, ignorando las pateras. Estamos contribuyendo con ello a que nuestro confortable barco se transforme en un polvorín, porque un mundo injusto es una bomba de relojería.

Que el Mediterráneo se esté convirtiendo en el cementerio más grande del planeta, donde miles de personas mueren ahogadas mientras luchan por escapar del infierno es, sin ninguna duda, también responsabilidad nuestra. No lo olvidemos.

Mientras las mafias, los traficantes de personas y los piratas se lucran día a día, nuestro particular Titanic no puede creer que la solución es escapar a toda máquina del lugar o encargar a otros el salvamento. Eso nos convertiría en el nuevo Holandés Errante, en el barco fantasma capitaneado por un Lord Jim haciendo dejación de sus responsabilidades. Hay que parar el barco, atender a los náufragos y no querer escapar de un problema que nos perseguirá donde vayamos. No hay lugar para esconderse.

Mientras tanto, se alzan en las sentinas movimientos xenófobos que ponen contra las cuerdas a la tripulación, nacionalismos excluyentes de tufo tóxico que pretenden imponer soluciones a través de la represión, la expulsión o el cierre de compuertas. No hay nada más estúpido que pensar que eso solucionará el problema. El número creciente de personas que escapan del hambre, la guerra o el cambio climático seguirá aumentando a menos que los gobiernos de los países más favorecidos apliquen medidas que rebajen esa presión.

Metámonos esto en la cabeza: no hay ninguna voluntad de invasión por parte de quienes buscan salvar su vida o la de sus hijos, su mayor deseo es permanecer en su país de origen. Hoy son sirios, afganos, etíopes o libios, ayer fueron españoles los náufragos. En el año 1939 cientos de miles de españoles y españolas de todas las edades escaparon de un país en llamas; poco después millones de judíos vagaron por el planeta buscando refugio mientras eran perseguidos por cruces gamadas. La historia repite constantemente sus errores y deberíamos aprender de ellos y evitarlos.

Cuando hablamos de globalización no deberíamos hacerlo únicamente en términos económicos y comerciales, también deberíamos estar hablando de derechos humanos, también éstos han de ser globales.

Todos y cada uno de nosotros debemos implicarnos en la construcción de un mundo en el que dichos derechos no conozcan fronteras, del mismo modo que no las conocen las transacciones financieras, esos buques fantasma que cruzan los mares hundiendo pateras.

Quizá no podamos navegar todos en Titanics, el mundo no da para tanto, pero se pueden sin duda habilitar embarcaciones más modestas para todos. Barcos en los que vivir y navegar dignamente. No es de recibo que mientras unos viajamos en trasatlánticos otros lo hagan hacinados en balsas. Con cada patera que se hunde, nos estamos hundiendo todos.

(*) Pepe Viyuela es actor.
2 Comments
  1. Etxea says

    Lidere un Crowfinding para traer a casa a la española que ha fallecido en el terremoto de Italia y luego empezará usted a tener un poco más de credibilidad.

  2. Julio Gómez says

    Europa sigue teniendo un grave problema con los refugiados y sigue sin saber como afrontarlo. Esta semana se ha producido no solo el bochornoso espectáculo húngaro, en el que la mayoría de los votantes han rechazado la acogida de refugiados según el plan europeo de reparto de cupos y al que sólo un tecnicismo le quita validez legislativa, sino también la decisión danesa de controlar el flujo de refugiados. https://planckito.blogspot.com.es/2016/10/refugiados-en-europa-sigue-la-parodia.html

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