'Zona Hostil': ¡A mí la Legión!

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Cartel anunciador de 'Zona Hostil', dirigida por Adolfo Martínez
Cartel anunciador de 'Zona Hostil', dirigida por Adolfo Martínez. / eOne Films Spain

En España el cine sobre nuestro ejército no se estila mucho desde hace décadas por la propia fama del Ejército, que se levantó contra la democracia. Para su desgracia, nuestros militares han sido protagonistas de rancias películas como ¡A mí la legión! o Sin novedad en el Alcázar o de films almibarados como Botón de ancla o Recluta con niño, bodrios apoyados en su día por el estamento militar.

El Ejército español en tiempos de Franco también apoyó, con soldados que hacían de figurantes, a grandes producciones de Hollywood como Espartaco o Patton, y eso que una estaba escrita por un rojo (Dalton Trumbo) y otra era el retrato de uno de los generales clave para acabar con el fascismo nazi e italiano, los amiguitos del cinéfilo de El Pardo.

Con la llegada de la Transición no hubo entre los cineastas españoles demasiadas ganas de rodar panegíricos sobre nuestro Ejército, más que nada, porque la imagen que tenían muchos españoles de él era de pura caspa. Y no digamos ya la imagen que tenían sobre la Legión. Eso sí: con la llegada de las misiones humanitarias, el Ejército se abrió a los peliculeros y les dio asesoramiento y material militar para sus producciones. Es el caso de Guerreros, película irregular de Daniel Calparsoro y ambientada en la guerra de Kosovo.

Zona hostil se deja ver porque ha tenido todo el apoyo del Ministerio de Defensa y del Ejército, tanto de tierra como del aire. Y eso a la producción de la película le ha otorgado un plus para un fin conseguido: todo lo que vemos en pantalla es real. Cada helicóptero o blindado es de verdad. Además, todo el reparto fue adiestrado durante semanas para no dar el cante en pantalla. Y lo han conseguido.

Pero siempre hay un pero. Para que el Ejército dé luz verde a un proyecto y te ofrezca todo su respaldo material y humano, prácticamente tienes que hacer un anuncio publicitario del Ejército. Vamos, que aquí casi todos los militares son de una pieza, noblotes, sin aristas, buena gente. Igual que sus mandos, juiciosos e impecables profesionales.

En Zona Hostil hay poca construcción de personajes. Sabemos que a Ariadna Gil le supera el horror al que se enfrenta en sus misiones, Roberto Álamo se va a divorciar, Antonio Garrido quiere una cantina para sus muchachos y Raúl Mérida quiere estar a la altura de su padre, también militar. Poquito más.

Basada en una historia real, Zona hostil está ambientada en la guerra de Afganistán. En el verano de 2012, a un convoy americano, escoltado por la Legión española, le estalla una mina. Un helicóptero acude a la zona para atender a dos soldados heridos pero con tan mala suerte que pisa terreno arenoso y sufre un accidente. En pocas horas descubren que están rodeados por insurgentes y que los van a atacar. Y el rescate no es posible hasta el amanecer.

El tratamiento es de western. Si sustituimos un destacamento del Séptimo de Caballería por estos militares y los indios por los insurgentes nos da una película del género. Y en este caso entretenida, porque aunque el dibujo de personajes sea cortito y roce el cliché, la película se deja ver en todo momento. Bueno, excepto cuando se hace una apología del honor y el valor del legionario, que es para vomitar.

La película, por supuesto, carece de posicionamiento político alguno, no explica qué carajo hacemos los españoles allí y se limita a describir el trabajo de los militares como obedientes profesionales a las órdenes de sus mandos, a su vez dependientes del gobierno al que sirven.

Las escenas de los ataques insurgentes están bastante bien rodadas y el desenlace feliz (por supuesto) también. Buen trabajo, además, de Álamo (más bonachón que en los personajes por los que se ha hecho conocido) y de Gil (sabe defender su personaje). Garrido, limitado, hace lo que puede con lo que le dan: un campechano andaluz.

Zona hostil es una película que no tiene nada que envidiar a una peli americana del mismo género, argumento y puesta en escena. Y eso ya es bastante.

El plan B:

King Kong es un personaje que siempre me ha dado pena. Es un tipo noble al que todo el mundo le está tocando las pelotas constantemente. En Kong: La isla Calavera los aviones han sido sustituidos por helicópteros y los aborígenes negros por lugareños de ojos rasgados. Además, los de Warner se han sacado de la manga una especie de fusión entre King Kong, Parque Jurásico y Apocalypse Now que de tan delirante resulta hasta divertida. La película es disparatada, pero no aburre.

A diferencia del Kong de Peter Jackson (larguísima, cursi, saturada de efectos digitales y rodada en estudio), gran parte de Kong: La isla Calavera ha sido rodada en escenarios naturales de Hawai y Vietnam, y eso se nota en pantalla. Y se agradece, sobre todo en estos tiempos de tantos rodajes sobre inmensas pantallas verdes.

En fin: un guión de serie B con un presupuesto de 190 millones de dólares, ideal para pasar el rato agarrados a un cuenco de palomitas tamaño Kong.

aurumprod (YouTube)

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